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Noviembre, 2008

Transcurre, al menos, una semana durante la cual Hoseok opta por decretar un silencio absoluto a su madre, por más doloroso que resulte. Sabe que su madre no va a interrumpirlo, porque siempre le da su espacio, y porque sabe bien que quien inicia el silencio castigador es quien debe romperlo. Sin embargo, se tarda bastante. Hoseok ya no sabe cómo iniciar una conversación sin que todo sea demasiado tenso. Al final de la semana, ambos parecen un espectro vagando por casa.

Durante el inicio de la segunda semana de silencio, llega a casa con una disposición diferente, pues ha estado pensando exceso y cree que es injusto hasta para sí mismo continuar con eso, casi carcomiéndose la cabeza con una realidad que él creó y probablemente ni siquiera es correcta. Al menos, fue lo que Daena y Jimin quisieron explicarle hoy, pese a que no saben el problema exacto.

Cumple con todos sus pendientes mientras espera por la llegada de su madre. Está tan ansioso que cuando escucha la puerta, baja las escaleras como un cachorro esperando por su dueño, aunque se avergüenza apenas recibe una mirada curiosa.

—Hola.

Ella suaviza su expresión.

—Hola, hijo. ¿Qué tal tu día?

—Bien. ¿Qué hay de ti?

—Bien, gracias por preguntar.

Silencio.

Hoseok suspira.

—Estoy listo para escucharte, mamá.

La observa con atención. Su madre deja sus cosas sobre el sofá individual y lo mira, se está tomando su tiempo, y se lo cede, hasta que recibe una señal para sentarse a su lado en el sofá grande. Obedece de inmediato, pero se sienta frente a ella en el otro sofá individual.

—¿Dejarás que termine de hablar?

—Sí, mamá.

Debe morderse la lengua para escucharla, inquieto y listo para atacar de ser necesario. Es la misma explicación de la última vez e intenta entenderla, aunque el dolor que escuece es el mismo.

—Cuando te dije que es algo muy difícil para mí también y que me duele todo esto que está sucediendo, no me refiero a ti. —Alza su mano para callarlo, antes de que hable. Silencio. Un suspiro—. Es por los demás, por lo que las personas dicen o piensan.

—Pero...

Su madre niega. Él vuelve a callar.

—Me asusta demasiado y me duele pensar en el hecho de que sé por lo que vas a tener que pasar; lo que el mundo te hará sufrir por no querer entender quien eres. Las personas no van a cambiar de parecer tan fácil, muchas de ellas jamás. —Se le rompe la voz. Hoseok nota como se le humedecen los ojos—. No quiero que te lastimen, que te traten mal y te eviten sólo porque eres un poco diferente... se me rompe el corazón.

Lo entiendo. Sí, claro que lo entiende. Su madre jamás ha sido incoherente con sus declaraciones y esta vez ha captado su idea, pero Hoseok no quiere asumirlo.

—No puedes ocultarme del mundo.

—No quiero hacerlo y no puedo pedirte que lo hagas, y te dejo claro que ni siquiera se te nota a simple vista. —Le extiende su mano, Hoseok se la entrega—. Pero quiero que me escuches, solamente te lo sugiero, como tu madre y porque te amo y quiero que estés a salvo. Por favor, sé discreto... con tus palabras y tus acciones, cuida cada uno de tus movimientos, donde sea que vayas.

El corazón de Hoseok vuelve a romperse, pero esta vez por caer en cuenta de la cruda realidad que su madre le presenta. ¿Por qué un corazón que sólo sabe amar a un chico debe esconderse del mundo?

—Eso no es justo, mamá.

—Hoseok... —Su madre se arrodilla frente a él y toma sus manos con fuerza, sus ojos brillan suplicantes—. Aquí ambos son bienvenidos, estas paredes siempre serán un lugar seguro para los dos. Pero, por favor, de la puerta hacia afuera sigan siendo los amigos que siempre han sido, no dejes que alguien más sospeche de lo que tienen.

—¿Qué hay de papá? —Sus ojos ya están llenos de lágrimas. Su madre presiona los suyos, claramente evitando su pregunta—. ¿Tengo que esconderme de él también? —Un pequeño asentimiento, acompañado de un sollozo que lo destroza—. ¿Y esto será así para siempre?

—Anhelo que no, y que llegue el día en que ninguna madre tema al hecho de que su hijo se enamore de otro hombre.

Silencio. Hoseok rodea el cuello de su madre y se aferra a ella con fuerza, suspirando entre lágrimas, mientras ella se calma y se aferra a su cuerpo también.

—No estás mal, no eres enfermo, no eres sucio. Sólo eres tú y eso es lo que más me importa. Te amo, hijo. Nunca lo olvides.

El llanto se extiende durante varios minutos, pero al menos, el corazón de Hoseok permanece en paz, entendiendo muchas cosas de un mundo que apenas está comenzando a conocer.

Explicárselo a Yoongi le resulta complejo, no es bueno con las palabras y entre el temor y el llanto se le enreda la lengua constantemente, pero logra llegar al punto. Su mejor amigo permanece en silencio, mientras él descansa sobre sus piernas y recibe sus caricias en el cabello. Ambos permanecen recostados en el suelo de su habitación.

—Creo que tu madre tiene razón.

Ejerce un sonido de afirmación.

—No dejo de pensar en lo triste que es.

—Lo es —suspira Yoongi—. Pero desde niño he vivido cosas horribles, a causa de quien soy, mi propia hermana me odia, porque sé que, de alguna forma, lo sabe. Es triste, pero es real. Las personas son crueles sin motivo.

—¿Haru? —susurra.

Se acomoda sobre sus piernas para mirar hacia arriba y enfocarse en él.

—Sí. Jiyu también lo sabe, puedo notarlo, por la forma en la que me mira en ocasiones... como si estuviese pasándome algo malo.

—Pero ella es amable y nos deja estar a solas.

Yoongi se enfoca en él.

—No todas las personas son o serán crueles con nosotros.

Intenta sonreír, mas no puede, solamente forma una pequeña mueca y suspira pesado.

—Tu madre es la mejor. Tienes mucha suerte, Ángel.

—Tu madre también es buena. Sólo piensa diferente.

—Jamás me aceptará.

—¿Estás seguro de eso? —Yoongi asiente—. ¿Cómo lo sabes?

Silencio. Yoongi desvía la mirada de nuevo.

—Sólo lo sé.

—Al menos... aquí es seguro para nosotros, y podemos ser tú y yo.

Una pequeña sonrisa de ambos, pese a que no están viéndose.

—Gracias, Ángel.

—Gracias, Ángel

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Desde 1993 🎨 yoonseok.Where stories live. Discover now