La labor de salvar el mundo no termina ni siquiera cuando mueres

¿No que muy genial?

Donatello Purpura Hamato podía jactarse de que tenía una importante resistencia al sentimentalismo y, aunque vivir en el apocalipsis literal podía apagar los sentimientos del ser más dulce, no recordaba la última vez que se dejó llevar por sus emociones.

Gestiono muy bien el volver a ver sus hermanos menores, mantuvo la calma y la templanza cuando abrazó a Ángelo y lo dejo llorar aferrado a su brazo, se mantuvo estoico mientras veía a su gemelo desvanecerse luego de saludarlo. Si, mantuvo el sosiego y estaba orgulloso de eso.

Solo que cuando vio, entre el estruendo de piedra y fierro caer mientras el edificio se derrumbaba, la enorme silueta de una familiar tortuga mordedora formada de energía roja sintió que todo su autocontrol se le iba a la mierda. Su hermano mayor, aquel que murió salvándolos, aquel que perdió la vida gracias a su más terrible error, el que se despidió de él mirándolo con una sonrisa dolorida y sin culparlo de nada... Raphael volvía a aparecer en todo su esplendor, como un jefe, como los tenía costumbrados hasta la fatídica tarde en que todo se fue al carajo y perdieron a su figura paterna y la única seguridad que les quedaba en ese mundo destruido.

Sin mediar el peligro o a quienes estaban a su lado encendió los propulsores de su caparazón de batalla y voló hasta donde los otros tres mutantes se encontraban. Fue un segundo lo que tardo Raph en notarlo y abrir los brazos, luego de bajar al Raph joven y al otro Leonardo al piso, y recibirlo con el mejor abrazo existente, ese que les trasmitía confianza y protección, el único lugar en el mundo en el que se sentían cien por ciento seguros, donde volvían a ser, por el tiempo que duraba el abrazo, los adolescentes despreocupados que se acurrucaban contra su hermano mayor para dormir dejando fuera las pesadillas.

— También te extrañaba, Dee — el ronroneo suave de la profunda voz de Raphael hizo que un sollozo se escapara de la garganta del caparazón blando y se acurrucó más contra el pecho amplio y cálido de su hermano mayor.

— Nunca más vuelvas a dejarnos ¿Entiendes? — gruño intentado sonar amenazador, pero fallando épicamente — no te atrevas a hacer algo tan tonto de nuevo, nunca más — a esa altura se había separado un poco de Rapha y golpeaba el plastrón del mayor con un dedo — o usare el A.D.A contra ti y botaré el componente disolvente y... — Raphael mantenía una dulce sonrisa en su rostro, poco afectado por el regaño de su hermanito, y apretó un poco más el abrazo ahogando las próximas palabras de Donnie.

— Si, si Donnie, lo prometo — los demás, que siguieron al purpura mayor luego de que saliera volando, miraban toda la escena sorprendidos. La secuencia de acontecimientos ocurridos en tan poco tiempo era mareante... para empezar Leonardo fue rescatado de un edificio en pleno colapso de alguna manera que aún no estaba del todo clara y que, probablemente, involucraba al tremendo mutante desconocido. Raphael estaba al lado del joven líder sujetándolo con cuidado mientras usaba su mano libre para tratar de quitar unas pesadas cadenas atadas a sus muñecas; ver a Donatello Hamato, alias Von Ryan, abrazado fuertemente a la desconocida tortuga gigante como si de eso dependiera su vida fue lo que en realidad más sorprendió a los dos adolescentes que observaban la escena boquiabiertos. Si lo pensaban un poco la lógica decía que el recién llegado era un adulto Raphael pero el modo en que acunaba a su hermano pequeño y la dulzura con la que lo miraba y sonreía no coincidían con el temperamento, normalmente hosco, del guerrero usuario del sai al que estaban acostumbrados. Se veía mucho más dócil, incluso cuando poso sus ojos en ellos no pudieron sentirse intimidados a pesar de su tamaño. La curiosidad invadió al joven científico de morado llenando su cabeza de muchas preguntas.

¿Y por qué era tan grande? ¿Cuánto media? ¿Qué clase de tortuga era? ¿Qué la sucedería en el ojo? ¿Cuál sería el peso máximo que podría cargar?... Donatello comenzó a tomar notas en su mente para cuando volvieran a la guarida bombardear al mayor con ella. Eso sin olvidar al otro hermano inconsciente al que aún no conocían.