Capítulo veintitrés: cena de cuatro

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  Dalma se sentía extraña con lo que le dijo Daemon.
Había despertado y creía que hoy sería uno de sus mejores días, aunque el despertar en una casa y cama que no era de ella la sorprendió también se sintió feliz ni era novedad que algo bonito está comenzando a florecer entre ambos, una amistad o amor? No sabe con exactitud, pero no puede negar que está feliz, luego recibió la llamada de su madre por su cumpleaños que había olvidado, llegó a la empresa con las piernas hecha gelatina se sentía nerviosa y ni cuando era el primer día como novia de Nicolás sudaba tanto como ahora, al entrar al edificio frete a ella tres enormes arreglos florales le dieron la bienvenida, su madre la había advertido que los tres locos hermanos estaría aquí, pero no se esperaba tal recibimiento, de inmediato se sintió avergonzada, es como ser la hermana pequeña de tres chicos celosos.

Después que se fueran varias chicas le preguntaban si eran sus amigos, hermanos o alguno incluso si era su novio, ella permaneció en silencio y decidió ir a su piso porque no era nada fácil sostener semejante obsequio tanto que uno se le terminó cayendo, si no fuera por su jefe se hubieran arruinado, pero luego de lo que le dijo fue como si le hubieran tirado un vaso de agua a la cara para que se despierte, su día perfecto se vio eclipsado por una nube gris, no quiso que esa nube le arruinará del resto del día que prefirió evitarla, se dirigió rumbo a los baños y de refresco la cara con abundante agua.

Ahora sí fue al piso correspondiente y al entrar Eunice, ya enterada de lo que paso en el lobby, la exploto con preguntas, incluso hasta fotos tenía de la secuencia.

Cuando ya aclarado el asunto volvió a su lugar de trabajo, en cuanto a su jefe solo había diálogos meramente de trabajo, no hubo disculpas y no hubo perdón, ya cuando la hora marcaba para salir, Daemon la llamo.

—Disculpe, señor, ya es mi hora de salida, si no es urgente puede esperar hasta mañana.

—Me dijo que hoy es su cumpleaños, ¿es así?

—Si señor.

—La invito a cenar

—Tendré que rechazar su oferta, ya tengo planes, con permiso.

Ya tomo el pomo de la puerta cuando volvió a hablar.

—Tan importante son sus planes, que rechaza mi gentileza, solo quería pedirle disculpas.

—Puede hacerlo con un simple, lo siente, no necesita acudir a su gentileza y mejor me voy, ya si no volveré a poner incómodos a la gente con mi felicidad.

—Ya dije que lo siento, no quise decir eso y menos de ese modo.

—Pues yo no oí nada, con su permiso.

Salió, tomo su bolsa y sus flores y salió con la mirada de su jefe a sus espaldas, viéndola irse.

Al salir ahí estaban sus mejores amigos esperándola ya con la puerta del coche abierta y los tres en fila esperando a que ella ingrese, por acciones como esa eran que las personas se detenían a observar. Ella, como si fuera de la realeza se subió, ya adentro los cuatro reían como si fueran locos.

—Porque están tan consentidores conmigo.

—Porque el año pasado no pudimos hacer nada y este decimos que los tres te sorprenderíamos. —dijo Gabriel.

—Exactamente, eres como nuestra hermana, aunque nos hayamos separado, eso no quiere decir que dejamos de quererte —siguió Emiliano.

Pareciera que esperaban que el hermano mayor dijera algo, y como no lo hacía, Emiliano que estaba detrás golpeó el asiento del conductor.

—¡Ya! No hagas eso, estoy conduciendo.

Volvieron a quedar en silencio, viendo hacia afuera o solo mirando al frente.

—Eres muy importante para nosotros —dijo casi en un susurro, pero lo suficiente para que escuchara Dalma que se encontraba de copiloto, de inmediato sonrió y le dio un beso en la mejilla.

—Siempre he sabido que eres una masita, aunque quieras demostrar lo contrario —dijo feliz de tener a sus hermanos con ella.

—¡Oye! Aquí no debe de haber favoritismo, nosotros también queremos nuestro beso —dijo Gabriel con un puchero.

—Luego, cuando bajemos, ahora no podré, de hecho, porque no pasamos por mi departamento para cambiarme, porque tenemos tiempo o ¿no?

—Sí, aún lo tenemos —dijo Francisco.

Menos de media hora ya llegaron y cuando estaba bajando se encontró con Mora.

—Dalma, quienes son estas tentaciones hechos hombres?

—Alguna vez te dije que tenía unos amigos que son como mis hermanos.

—No amiga, se te olvido ese detalle, yo también quiero amigos así.

Se acercó con una sonrisa que de inmediato los chicos correspondieron.

—Hola, un gusto, soy amiga y compañera de Dalma.

—El gusto es nuestro —dijeron los tres al mismo tiempo, un más simpático que otro.

—Ya vuelvo, Mora ven, ayúdame, solo tengo quince minutos.

—¿Para qué?

—Me invitaron a cenar por mi cumpleaños

—¿Cumpleaños?…—hizo un gesto, para luego sonreír —Si tu cumple, felicidades, amiga —la abrazo. —No me había olvidado… bueno un poco sí, lo siento.

—Descuida, si no fuera por mi madre o por los chicos no me hubiera acordado, ahora ayúdame a buscar el vestido rojo, mientras me doy una ducha rápida.

Doce minutos después ya estaba prácticamente lista, nunca en su vida se había arreglado tan rápido, mientras su amiga seguía alabando y adorando a sus compañeros que la esperaba abajo.

—No sé con quién quedarme, tú que los conoces bien, quien te parece que es mejor. —decía Mora mientras seguía soñando.

—No sé, ya me voy.

Cuando llegó no pudo evitar que la pregunta que hizo su amiga volviera a su mente, y pareciera que hasta que no sea respondida seguirá dando vueltas.
Entonces mientras comenzaron el viaje comenzó a responder aquella pregunta, primero Francisco, es un hombre alto, fuerte, atractivo, mirada filosa, de pocas palabras, pero una vez que lo conoces es una masita suave, es vengativo y muy competitivo, tiene la voz gruesa, siempre dispuesto a ayudar con un corazón enorme. Luego viene Emiliano, casi igual de alto que Francisco, su rostro es una mezcla de guapo y atractivo, mirada dulce como su voz, habla un poco más y junto a su hermano menor molestan a Francisco, es resentido y si algo lo hizo enfadar te hará la ley de hielo por días si es necesario. Último, pero no menos importante viene el Gabriel, es alegre y habla por el codo, cuando no habla es porque está enfermo o enojado, es guapo con sus características pecas, los tres poseen los mismos colores de ojos, grises, pero cada uno con una mirada diferente que los identifica, siempre se consideraba el alma gemela de Dalma, al igual que su hermano mayor es vengativo.
Francisco posee un cabello corto, Emiliano los ostenta con una suelta ondas y Gabriel los exhibe unas mechas despeinadas. Se parecen y a la vez, no.

—Dalma, Dalma… ¡Dalma! Ya llegamos, en que tanto pensabas. —Le dijo Francisco un poco alto cuando no respondía.

Autora: Danna
Univers

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