Tres muertes más.

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¡Buenas! Tras un largo tiempo, aquí ando de regreso con otro capitulo. 

Se que el anterior fue aburrido pero quería ilustrar algo de lo que pasa al norte, porque es igual de importante.

-X-

Harry XL.

Harry no recordaba cuando había sido la última vez en sentirse tan derrotado como aquella mañana.

Había dedicado toda su vida, cuarenta años, a planificar todo de forma cuidadosa, y los pocos errores que se había permitido ahora le resultaban fatales. La carta que había recibido en la madrugada, y que pesaba en su mano, tenía un aspecto por lo demás inofensivo, en letra menuda y sellada con una gota de lacre rojo, pero llevaba pura muerte.

Ya sabía lo que decía incluso sin abrirla, o al menos lo presentía. Pero nada lo preparo para la terrible verdad. Había pasado toda la mañana con la vista fija en el mar, más allá de la ventana, mientras cada tanto regresaba los ojos hacía las palabras escritas en el papel. Estuvo así hasta que el sol alcanzo su cenit y el calor creo ondas, cuando por fin escucho el rugido del dragón.

Aemon había regresado, y también Joanna y sus nietos. Tras mucho insistir, el príncipe había convencido a su esposa de que los niños necesitaban alzar vuelo, así que cada uno se ató a un bebe en el pecho con un trozo de tela, y remontaron los cielos a lomos de Terrax.

Estuvo tentado a mandarlos a llamar a su despacho, pero lo más apropiado sería que él bajase a agasajarlos. Ya le había dado demasiados problemas a Aerys y a Rhaegar, no podía hacer lo mismo con Aemon, y aún menos, con Joanna. Sí las cosas se pondrían feas, era esencial que la Casa Stark se mostrase amigable y leal en cada instante, así que bajo de la torre del homenaje, al bosque de los dioses donde el dragón solía retozar cuando su jinete no lo usaba, en compañía de su señora esposa y una guardia de honor, formada por la crema y nata de sus tropas.

Allí, el bosque de dioses era un jardín alegre y despejado, en el que los altos robles proyectaban sombras sobre las aguas de arroyuelos cristalinos, aunque apestaba a azufre y no había ni un pajarillo, como antaño. La culpa de eso último era de Terrax, cuyas escamas eran verdes como las hojas de la primavera y el amplio vientre del color de la crema. En la cara tenía crestas y picos, como una amplia corona, y sus ojos eran dos pozos de bronce fundido, como un mundo otoñal. Esos ojos se fijaron en él tan pronto entro pero al instante perdió su interés; Terrax era una dragón acostumbrado en exceso a la presencia de los humanos. Sí no lo ofuscaba, no tenía nada que temer.

Aemon y Joanna estaban entregándoles sus hijos a las amas de cría, mientras los Guardianes de los Dragones hacían desfilar un cordero para que el dragón se alimentase después de un largo vuelo. Sin duda, tenían pensado quitarle la silla de montar después de que Terrax comiese.

-Tenemos noticias que compartir con ustedes-anunció Cersei, dando a conocer su presencia.

-Padre, madre-Joanna inclino la cabeza-. No los esperábamos aquí.

-Fue un buen vuelo-dijo Aemon, con una sonrisa tirante en sus labios-. Daeron durmió todo el viaje, pero Alyssane lo disfruto mucho más. Sus carcajadas resonaron por todo el cielo.

-Y yo aún no me acostumbro a volar-Joanna frunció el ceño con disgusto-. Es...

-Tenemos noticias que compartir con ustedes-repitió Cersei, interrumpiendo la conversación-. Llévense a los niños de aquí.

-Estoy segura de que puede esperar, madre-dijo Joanna, haciendo el amago de irse-, a que nos demos un baño y nos pongamos ropa más adecuada. Apesto a dragón.

Se Acerca el InviernoWhere stories live. Discover now