Relevos

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Estoy compitiendo en un serie de pruebas de habilidad con muchas personas más. Nadie ayuda a nadie pero una chica y yo nos ponemos de acuerdo para hacerlo juntas. Las pruebas alternaban entre fuerza, destreza y estrategia.

La primera vez que aparecía que pasábamos la prueba, íbamos bastante adelantadas, hasta que llegamos a una especie de camino. A un lado había tres cabañas indias pero al fondo de estas un acantilado. En él pudimos ver cómo muchos participantes se alejaban de la costa a nado o en barcas, tenían que llegar a otra isla. Miramos hacia abajo y había una cuerda, la chica comenzó a bajar en rápel y yo salté directamente al mar. Empezamos a nadar y se acabó cuando alcanzamos a la multitud.

La siguiente vez comencé en una prueba específica e intenté hacer todo el recorrido lo más rápido posible. Pero esta vez, la chica se quedó atrás y yo me perdí.

Ya en la última prueba, la cual consistía en que unas marionetas no te pillaran robando su tesoro, apenas conseguí dos anillos y una placa de caballero vieja. Cuando salí de la penumbra anunciaron que el Sol se había puesto y por lo tanto la competición había terminado. Había perdido.

Aún así, yo aún estaba compitiendo en otra prueba junto con aquella chica. Esta vez debíamos coger una piedra y transportar en ella a una serpiente diminuta y a una oruga. Ésta ultima se metamorfoseaba delante de mi, haciéndolo hasta tres veces. Primero, era lila, luego se comió a una araña azul y se alargó. Por último su cuerpo adoptó un aspecto rígido. La serpiente intentaba enrollarse alrededor de la oruga y yo intentando que no lo consiguiera. Decido tapar la oruga con una especie de algodón pero parecía que se ahogaba. La serpiente por su parte, no se volvió a acercar. Después, no la vi más. No estoy segura de si la oruga también la devoró o se fusionaron pero aquel ser había vuelto a cambiar. Esta vez su cabeza era de reptil, parecida a la de un caimán, cuerpo rechoncho y alargado, con una cola que me recuerda a la de un dragón y un escorpión. Su color era azul verdoso, lila y gris. Su tamaño, del largo de mi mano, excepto por su cola, que quedaba fuera de ella. A pesar de parecer escamoso se veía frágil.

Seguí corriendo con la única compañía de ese ser, pues le había perdido el rastro a mi aliada. Su última transformación, o eso creía yo, se concentró más notoriamente en su cabeza, ésta se había alargado y su mandíbula superior terminaba ahora más abajo que la inferior. Su cuerpo era más musculoso y su cola me estaba apretando la mano, como queriendo soltarse. Luego me di cuenta que también había cambiado de color, ahora era rojo, oscurecido y algunas zonas negras. Me recordaba a la sangre. Lo mantuve firme en mi mano izquierda hasta el final sin soltarlo, por un momento pensé que lo había matado, pero un anciano lo cogió por el lomo y desplegó unas alas con membranas verdes que parecían salir de sus costillas.

Tal vez, así nacen los dragones.

Navegando por mis sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora