Perdóname.

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El timbre de mi teléfono junto la vibración me despierta. Veo el nombre de Tomás en la pantalla iluminándose.

- ¿Sí?- contesto con la voz ronca tumbándome de nuevo en la cama.

- ¿Dónde estás? No te he visto en toda la mañana.- oigo ruido de fondo, así que él habla más fuerte de lo normal.

- No quería ir a clase hoy.- mi voz suena débil.

- ¿Qué te ha hecho?- adivina él.

- No me apetece hablar del tema, solo quiero estar en la cama.- me tapo con la manta y ruedo hasta apoyarme sobre mi costado.

- ¿Trabajas hoy?

- No.- suspiro aliviada.

- Bien, pues esta tarde estoy allí.

- No, Tomás...

Un pitido constante me indica el fin de la llamada.

- Genial.- digo para mí misma.

Me obligo a levantarme de la cama aún en pijama. Amaba la sensación del frío invierno y las mañanas en pijama, me preparo un chocolate caliente y me arrebujo en el sofá con la manta.

Media hora después entran Corina y Óscar por la puerta riéndose. Corina borra su sonrisa al verme y se acerca después de quitarse el abrigo.

- ¿Has salido antes?- se hace un hueco a mi lado.

- No he ido a clase.- me acurruco junto a ella.

- ¿No te encuentras bien?

- No mucho, creo que esta mañana tenía fiebre.- me sorprendo a mí misma mintiendo a mi mejor amiga por primera vez en años, no quería tener que contarle nada respecto a Alex. Más que nada porque era inútil.

- Ay mi niña malita.- hace un puchero mientras me abraza.- Te voy a preparar la comida y luego vemos Pretty Woman, ¿vale?

- Vale.- sonrío mientras ella se levanta.

Óscar no me hace ningún comentario en todo el tiempo que permanezco allí. Imagino que está preocupado por el tema de Alex, sé que no le hace gracia que esté durmiendo en casa de un cualquiera y que si pudiese le dejaría quedarse en esta casa.

Lo cierto es que desde que me había dicho la noche anterior que su familia tenía problemas con los asistentes sociales no paraba de pensar en lo solo que se debía sentir. Me sentía horriblemente mal, además que me corroborase que se había acostado con Tania me había hecho ver que no tenía lo suyo tan asumido como pensaba.

Me como en silencio lo que Corina me había preparado, a pesar de que no tengo hambre y luego me excuso diciendo que tengo dolor de cabeza. Observo, en mi móvil, las dos fotos que tenemos Alex y yo juntos e intento volver a ese momento. Al momento en el que sus manos se posaban en mi cintura, a como sus labios rozaban simplemente mi cuello, o como susurraba cosas sucias pero a la vez bonitas en mi oído.

Alex.

Dani. Había dicho que preferiría que lo hubiese hecho él. Me tomo mi segunda cerveza en ese bar de mala muerte mientras espero a Tomás. Era mi última esperanza. A pesar de que me revienta tener que pedirle consejo a él, pues don perfecto ya tenía el ego lo suficiente subido. Él conocía a Elena, no tanto como yo claro, pero había estado con ella cuando yo no había podido y era la segunda persona en la que Elena confiaba después de Corina. Y a Corina no podía ni siquiera acercarme si no quería que me quemase vivo.

Solo imaginarme a Elena viviendo todas las cosas que habíamos vivido juntos, con Dani me pone de mala hostia. No podía pensar eso, ella me quería de verdad, y si no era así nada tenía sentido. Ella creía que iba a encontrar a alguien, y era verdad; lo haría, pero no estaba preparado para dejarla marchar aún. Tenía que estar seguro de que gastaba hasta mi último cartucho para recuperarla, no podía darme por vencido.

Quédate conmigo #2Where stories live. Discover now