No quiero estar contigo.

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Me froto la cara con fuerza de rabia. Le había perdido y todo por ser una estúpida, no puedo dejar de llorar desesperadamente, así que me sirvo un vaso de agua y me mojo la cara con agua fría. No sé qué hacer, llamarle iba a ser inútil ahora y no podía saber adónde había ido.

Alguien llama al timbre y mi corazón da un vuelco, voy corriendo a abrir la puerta, pero en lugar de encontrarme a Alex, me topo con Tomás, que no tiene muy buena cara.

- Acabo de ver a Alex irse a toda prisa. - dice él y yo le abrazo sollozando en su hombro.

- Se ha ido, se ha enterado de la denuncia y se ha ido. - hipo aun abrazándole.

- Pensaba que se lo habías dicho. - dice separándose de mí.

- ¡No! No se lo dije, se me había olvidado, sé que es difícil de creer, pero se me había olvidado. - me separo de él y camino por la habitación.

- Vale, vale tranquilízate, deja que se calme y podréis hablar de las cosas. - sugiere Tomás cogiéndome de la mano y haciendo que me siente en la cama, me tumbo y él lo hace a mí lado.

Me quedo callada unos minutos y él simplemente se queda en silencio mirando el techo y sosteniendo mi mano.

- ¿Estás mejor? - pregunta cuando mi respiración se calma. Asiento levemente.

- Perdona. - cojo aire y me seco la cara con las palmas de la mano. - ¿Qué haces aquí? ¿Ha pasado algo?

- No.... solo venía a verte. - miente.

- Tomás. - advierto mirándole.

- Es que... - suspira. - Es el chico ese del que te hablé, Gabi.

- Sí, ¿qué ha pasado?

- Me ha dejado, dice que no quiere hacerme perder el tiempo y que necesita estar solo durante una temporada para aclarar sus ideas.

- ¿Aclararse?

- Le estaba dando muchos ultimátum para que pudiésemos tener una relación normal sin tener que escondernos o disimular cuando fuésemos por la calle, él me decía que yo estaba en la misma situación porque no quería decírselo a mis padres, así que nos estábamos haciendo daño mutuamente. - se encoge de hombros. - supongo que no estoy preparado para mantener una relación.

- ¿Le quieres?

- Sí, creo que sí. - admite.

- Entonces no se ha acabado, si necesita tiempo... solo puedes dárselo.

- Lo sé. - suspira.

- Somos un desastre, ¿verdad?

- Sí, lo somos. - acepta cogiendo mi mano. - ¿Qué vamos a hacer? ¿Nos vamos lejos juntos?

- Me parece bien. - río y él se une a mí.

Tomás y yo nos quedamos toda la tarde en la cama, contándonos anécdotas de cuando éramos más pequeños y cuando nos conocimos, me río mucho y aunque Tomás me ayuda a disolver algo la angustia que siento en mi pecho, pero no desaparece del todo.

- ¿Te parece si pido unas pizzas? - pregunta Tomás cuando vuelve del baño, yo estoy sentada en la mesa.

- Sí, claro. - asiento y miro el móvil que tengo en la mano.

- ¿Estás pensando en llamarle?

- Sí... pero no sé si eso empeorará las cosas.

- Hazlo, no pierdes nada. - se encoge de hombros. - Voy a llamar allí. - señala la esquina más alejada de donde estoy yo.

Quédate conmigo #2Where stories live. Discover now