Capitulo 3

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Vannia.


—¡Ya despierten niñas, arriba, arriba!

Gruño fastidiada y me remuevo en mi cama. Estúpida enfermera. Ella llega hasta mi cama y me sacude un poco.

—Ya levántate niña.

Abro los ojos despacio y veo que la mayoría de las chicas ya están despiertas y tendiendo su "cama", si es que a esto se le puede llamar cama.
Ingrid se acerca a mi.

—Será mejor que te levantes— dice.— Si no las enfermeras te pararan a la fuerza.


Resoplo.


—Me gustaría que lo intentaran.
—No tienes a tu suerte-niega con la cabeza.— Vamos, tenemos que bañarnos.


Me incorporo hasta sentarme y estiro mis brazos. Joder, por un maldito momento pensé que estaba en mi casa.
Me levanto y tiendo la cama como me indica Ingrid. Después veo que todas toman toallas y productos para la higiene personal y se dirigen al baño.


—¿Dónde pido una toalla?— le pregunto a Ingrid.
—Diles a las enfermeras que no te han traído tus cosas personales, ellos te proporcionarán unos temporales.
—Okay.


Camino y me encuentro a una enfermera fea y gordinflona.


—Disculpe, necesito cosas para bañarme, no me han traído mis cosas.
—Si, espérame.


Asiento, sonriendo falsamente. Veo como las chavas pasan de un lado a otro bostezando y formándose en fila para bañarse.
Una chica con cabello de colores (en serio, lo trae horrible) se acerca y me mira con un sonrisa


—Tu eres la nueva. Vannia, ¿no?
—¿No se nota?— alzo una ceja, estúpida.
—Ay que linda— dice sarcásticamente.
—Preciosa— sonrió de medio lado.


Le guiño un ojo y me voy a formar, es agradable la güera pero es muy tonta. Veo a Zahorí acercarse y meterse en la fila delante de mi.


—¡Hey!—digo alzando una ceja
—¿Que? No te molesta, digo, no tienes toalla aun.


Pongo mis ojos en blanco, tiene razón, puedo quedarme hasta el final si no me dan nada.
Una enfermera se acerca y me da una toalla que claramente se ve más usada que Ana Firtz. Sonrío rápidamente y ruedo los ojos.


Pasan más de diez minutos y al fin es mi turno de pasar a bañarme. El lugar es chico y las regaderas igual, son parecidas a las regaderas de una alberca, es un cubículo pequeño y una cortina de plastico como puerta. Me entregan un jabón pequeño de color rosa y un sobre igual de pequeño de shampoo. No puedo creerlo, me siento tan humillada.


—Izquierda caliente, derecha fría— dice refiriéndose a las llaves de la regadera.— Tienes cinco minutos, apúrate.


Que amabilidad. Ruedo los ojos y entro. Me quito la ropa dentro de la regadera y la dejo afuera del cubículo, abro las llaves y trato de bañarme lo más rápido posible con lo poco que tengo. Justo cuando estoy por enjuagar mi cabello, la molesta enfermera empieza con su "te queda un minuto, apúrate" Carajo, ni bañarse a gusto puede una. Cierro la llave y me seco con la toalla para después enredarla en mi cuerpo y salir de la regadera. Recojo la ropa del sueño y me pasó del otro lado, dónde hay unas bancas largas y todas se están cambiando.
Estoy totalmente sorprendida. No sé cuánto tiempo llevan aquí las demás pero se cambian sin ningún pudor. Todas desnudas de pies a cabeza y todavía de dan el lujo de buscar que ropa interior quieren ponerse, pero que horror. Una enfermera entra y me entrega un suéter y pans color vino.

Placer DeleitadoHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin