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− ¡Maldito dolor de cabeza!

Un grito, seguido de un cristal romperse hizo que despertara. Me levanté de la cama y pude ver a Ashton recogiendo los pequeños pedazos rotos de un florero del hotel.

− ¿Qué pasa? –le pregunté acercándome a él. Me miró un poco asustado, no se había dado cuenda de cuando desperté. Sus ojos se veían cansados y tenía una cara terrible.

−No aguanto la resaca, Nari –dijo y se sentó en la cama.

Me dirige hasta la pequeña mesa de noche que yacía a un lado de la cama, abrí el cajón y saqué una pequeña caja de pastillas para el dolor de cabeza.

−Aquí hay pastillas, genio –se las mostré para después dárselas.

Serví un vaso de agua, se lo di y enseguida se la tragó junto con la pastilla. Se acostó boca bajo en la cama y suspiró cansadamente.

−No beberé nunca más en mi vida –reí un poco, eso decía siempre al otro día de beber sin parar.

Al poco tiempo, Ashton ya no tenía dolor de cabeza. Fuimos por los chicos a sus respectivas habitaciones y decidimos pasar el día en la playa.

Comimos hamburguesas y los chicos estuvieron bebiendo, de nuevo. Lo gracioso es que Ashton fue el que comenzó a beber, después de que dijo que no bebería más.

Afortunadamente, no tendría que arrastrarlo hasta el hotel, no estaba ebrio y sabía lo que decía y pasaba.

Vimos el atardecer, como en una estúpida película de amor, y después subimos a nuestras habitaciones.

Ya era tarde así que decidimos dormir.

−Buenas noches –me sonrió y me abrazó por la cintura.

−Buenas noches Ash -sonreí y acaricié su cabello. Al poco tiempo ambos nos quedamos dormidos.

-~-

Desperté por un fuerte dolor en mi estómago, Ashton estaba a mi lado durmiendo, eran las dos de la madrugada aun, según el reloj de mi celular.

Me senté en la orilla de la cama para ponerme mis zapatos, y dirigirme al baño. Me lavé la cara e hice mis necesidades, salí del baño y saqué del cajón las primeras pastillas que encontré y me tomé dos, el dolor se iba desvaneciendo.

Me acosté de nuevo en la cama y abracé a Ashton, recostándome en su pecho. Segundos después, su manó tocó mi trasero. Lo masajeaba con su gran mano haciendo círculos.

Giré mi cabeza hacia la de él, sus ojos estaban cerrados. Una vez más, la sexomnia volvía a atacar.

Ashton se movió, se puso encima de mi -sin aplastarme, claro.- y comenzó a besar mi cuello, ladeé mi cabeza para más comodidad. Pasaba su larga y húmeda lengua, mientras succionaba un poco y hasta me dejó algunos chupetones.

Con una de sus manos acarició mi cadera, para después bajar lentamente mi pantalón de pijama junto a mis bragas. Le quité la playera y bajé sus bóxers. Claro, su erección no tardó en salir.

Paró de besarme el cuello para deshacerse de mí busca, y comenzar a besar mis pechos mientras los masajeaba.

De mi boca se escapaban algunos gemidos que no podía controlar, dios. Ashton sabía lo que hacía perfectamente, dormido o despierto, es increíble.

Ashton me tomó de las caderas, y se giró para acostarse en la cama y cambiar de posición conmigo. Me acomodé encima de él y me moví sobre su erección, haciendo fricción.

Gruñó bajo.

Me acerqué a él y acaricié su pecho, seguido de su abdomen, dejando pequeños besos en el.

Acaricio mi espalda, causándome pequeños escalofríos por sus grande y frías manos. Apretó mi trasero y lo levantó un poco, para así poder comenzar a penetrarme.

Y lo hizo, Ashton entró en mi con movimientos ni muy rápidos, ni muy lentos. Yo comencé a mover mis caderas a su ritmo, y dando unos pequeños saltitos también.

Ambos gemíamos con placer, me acerqué más a Ashton sin dejar de movernos y comenzamos a besarnos.

–Más... Más rápido, Ashton –dije entre gemidos, Ashton aceleró sus movimientos, por lo que yo también lo hice.

Con caricias y más besos, llegamos al orgasmo, satisfechos ambos y con la respiración acelerada.

Vaya.

Sexomnia // Ashton Irwin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora