Capítulo 4

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Prefiero quedarme con la duda antes de preguntarle. Sí no me lo ha dicho es porque es incómodo y debe dolerle. Intento cambiar de tema y por fortuna lo logro. Hablamos sobre nuestro pasado y lo que hacíamos antes de que nos conociéramos.

Lo bonito de todo esto es que por fin tenía un amigo en cuál confiarle todo. Yo sabía que Logan no le diría nada a nadie y tampoco me traicionaría. Sé que suena inútil, pues lo conozco hace tan poco, pero hizo que en tan poquito tiempo se convirtiera en una persona tan importante para mí. Creo que ya está en el nivel de Nai. Así lo quiero. Así de especial e importante significa para mí. No lo quiero perder. Ojalá que mi mala suerte no se haga presente en estos días. Quiero disfrutarlos. ¡Y lo haré!

-Aquí es -señalo el condominio. Ambos entramos y Julian saluda al guardia. El guardia le devuelve el saludo sonriendo. ¡Eso es lo que Julian provoca en las personas!

-¿Cómo haces eso? -le pregunto asombrada. Para mí es muy increíble el efecto que tiene Julian hacía los demás. Los hace sentir bien con un simple gesto o saludo.

-¿Qué? -me pregunta frunciendo el ceño, divertido.

Le doy un suave golpe en el hombro y aún así se soba después de mi golpe. Empiezo a reír y él ríe conmigo.

-Sabes muy bien de lo que hablo -le digo con un tono de ironía. Él niega y suelta otra carcajada mientras introduce una de sus manos en los bolsillos de su chaqueta.

-No sé de lo que hablas, preciosa.

Al escuchar la última palabra de lo que dijo, miles de tonos de rojos se apoderan de mis mejillas. Maldigo por dentro. ¡Deja de hacer eso, Julian!

-De eso -murmuro.

-¿Qué? ¿Hacerte sonrojar?

Me sonrojo aún más. ¿Es posible eso? Le vuelvo a dar un golpe pero más fuerte. Él se queja y se ríe. Su risa es tan contagiosa que río con él.

-No -le respondo con tono molesto-. ¿Cómo provocas eso en las personas?

-¿Hacerlos sonrojar? No sé... -responde divertido.

-¡Julian! -exclamo.

-Ya, vale. No lo sé en realidad -duda un poco y me mira-. Creo que lo hago porque me gusta ver sonreír a las personas. Son cosas pequeñas que hacen cosas grandes. Deberías hacerlo tú también, aunque ya con tenerte cerca y hablar contigo me alegras el día.

Me ruborizo de nuevo por sus aduladoras palabras. Quiero hacerlo enojar. Es muy curioso para mí ver una faceta del Julian molesto. ¿Cómo será? No me lo puedo imaginar. Él siempre anda tan feliz. En serio, ¿cómo será verlo con el ceño fruncido, la mirada amargada y callado? Sería bastante inusual y extraño.

-¿A cuántas le has dicho lo mismo, Julian?

Parece que no le sorprende mucho mi pregunta pero aún así frunce el ceño, desconcertado. Intento aguantar la risa al ver su rostro totalmente confuso.

-A una.

-¿Quién?

-Tú.

¡Mierda! Es que ya me está estresando el asuntito de bajar la mirada cada dos segundos y que mi cara arda de vergüenza. Pero me encanta que lo haga. Creo que me estoy volviendo bipolar. Maldita sea.

-Deja de hacerlo.

-¿Qué cosa? -se hace el tonto mirando hacía el frente y escondiendo una sonrisa.

-¡De decirme cosas tan bonitas! -le respondo. Él ríe.

No me doy cuenta que ya estamos en la puerta de mi casa. Paramos de caminar, él me suelta la mano y coloca ambas a cada lado de mis mejillas. Me acaricia y el minúsculo roce que está haciendo me pone los pelos de punta. Miro hacía abajo, con los nervios a flor de piel.

-No puedo dejar de decirte cosas bonitas. Es inevitable. Además, es adorable que te sonrojes. Quedan pocas mujeres así. Las que se ruborizan siempre son las más bonitas.

Julian me deja en la puerta de mi casa y me abraza por más de un minuto. Me da un beso en la mejilla y me dice que pasará por mí mañana. Le respondo con un "está bien" y él ríe porque mis mejillas se volvieron a tornar de un color rojo carmesí. Lo veo alejarse y desaparecer a través de la abundante neblina que se esparce por la ciudad.
Entro a mi casa y está todo a oscuras. Rápidamente subo las escaleras tratando de no hacer el mínimo ruido. Logro con dificultad llegar a mi pieza. Me saco la ropa y me coloco el pijama. Me meto a la cama y en menos de dos segundos, estoy dormida.

-

El molesto sonido de mi celular que se vibra contra mi velador me despierta. Me froto los ojos con mis manos. Me duele la cabeza y tengo mucho sueño. El cielo está nublado y en cualquier momento puede que llueva. Veo mi celular a duras penas y es un mensaje de Nicole. Lo ignoro completamente y me levanto de la cama. Mi estómago me pide a gritos algo para comer. Bajo a la cocina y no veo a Robin, el novio de mi mamá, sentado sobre el sillón donde casi siempre está. Me preparo unos cereales con leche y subo para ver sí está Nai. La cuna está vacía. OK, esto está empezando a asustarme.

Me doy la vuelta y me encuentro con mi mamá. Me sobresalto.

-Hasta que por fin te despiertas, Oriana -dice, con los brazos cruzados-. ¿Por qué llegaste tan tarde ayer?

-Estuve con alguien -me encojo de hombros. Odio que mi mamá haga eso, que cuando le conviene me ande preguntando que andaba haciendo o cosas así.

No me contesta. Bueno, es típico, así que no le doy importancia. Voy hasta mi alcoba y veo la hora en el celular. Casi me desmayo ahí mismo. ¿Son las 15:45? ¿Qué? ¿Cuándo? ¿Tanto dormí? Esto es imposible.

Escucho el timbre sonar y a continuación los gritos de mi mamá diciendo que abra la puerta. Arg, claro, estoy en tan buenas condiciones que feliz voy a abrir la puerta para que un desconocido se ría de mí al verme con pijama a estas horas de la tarde. Me coloco un jersey viejo encima que me llega hasta la mitad del muslo y salgo con mis zapatillas a abrir la puerta. Bajo las escaleras mientras bostezo.

Abro la puerta esperando que sea el cartero, el chico que entrega el diario o Betty, la vecina. Pero me encuentro con aquel chico de ojos miel apoyado sobre el marco de la puerta. Él me mira y sonríe tiernamente. Yo, seguramente, estoy con una mandíbula de unos tres metros. ¡Verdad que hoy iba a salir con él! Oh, mierda.

- Julian, yo... -titubeo-. Yo...

-¿Te quedaste dormida, hermosa? -me mira de arriba a abajo y me sonrojo. Ya no puedo ni siquiera taparme con la puerta. En mis pensamientos sólo abunda la frase "¡Trágame tierra, por favor!".

-Eh... sí -murmuro-. ¡Qué vergüenza! Estoy horrible...

-Te ves hermosa recién levantada.

Debe estar bromeando. Volteo mi cabeza para chocarme con el espejo que tenemos casi a la entrada. Estoy con el maquillaje corrido, con la cara somnolienta y el cabello despeinado. Oh, sí, muy hermosa.

-¿Podrías esperarme unos veinte minutos para bañarme, vestirme e irnos? -digo con las mejillas rojísimas-. Puedes entrar sí quieres...

-Claro, yo te espero -sonríe. Me asombra que se tome con tanta tranquilidad mi indecente problema y que me trate aún así de horrible como una princesa.

-¿Quieres un vaso de jugo, agua... algo?

-No, gracias.

Escucho las sandalias de mi mamá bajando las escaleras. Lo que faltaba. Le susurro a Julian que no diga nada. Él me mira confundido.

-Oriama, para tu información Robin y Nai... -deja de hablar al ver a Julian sentado en el sofá. Mi mamá me mira y una sonrisa de sorpresa pasa por su boca. Maldita sea-. ¿Y quién es este muchacho? ¿Desde cuándo tienes novio, Oriana?

Qué. Me. Trague. La. Tierra. Ahora.

Abrazos Gratis (Orian Adaptada)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang