Capítulo 13

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La semana siguiente, Diana llamó.

Primero que todo, mamá se fue de vacaciones con Robin y Nai. Me dijo que sí quería que fuera con ellos, pero rechacé la invitación. Le dije que sí podía quedarme en casa de Abril, habló algunas cosas con la mamá de mi ella y aceptaron mi estadía en su casa. Duermo en la antigua habitación del hermano de Abril, que ahora vive en otro estado y como está sin uso yo me instalé ahí. Además, la habitación de huéspedes está ocupada por su tía.

Sobre lo de Diana, se ha enterado del viaje de mi madre, por lo tanto me ha invitado a almorzar. Le conté a Abril y me dijo que sí quería ir a hacerme unos cuantos arreglos para el cabello o algo de maquillaje y ropa (por Julian) y por unos segundos me enfadé. Le dije que no quería nada que tenga que ver con esas cosas.

Me ducho y me visto con unas medias negras, un jersey grande encima que me queda por los muslos y mis zapatillas. Me dejo el cabello algo húmedo y se forman esas ondas en las puntas que me tanto me gustan. El típico rímel en las pestañas y un poco de delineador. Me miro en el espejo del baño. Me levanto la remera e inspecciono mi cuerpo. ¿Cómo me verá la gente? ¿Cómo una persona triste? ¿Una persona solitaria? ¿Una persona… atractiva? No lo sé. Gracias a varias sesiones de psicología me he aprendido a querer un poco más. Ahora me gusta mi cabello y partes de rostro. Es asombroso el efecto que tiene al verte en el espejo y pensar “te ves bien”. Pero estoy en proceso, y claro que me gustaría avanzar aún más.

Tomo mi celular y lo introduzco en mi pequeño bolso que va amarrado a mis caderas. Me despido de los padres de Abril y voy al garaje, donde se encuentra la vieja moto de Abril. Me ha enseñado a conducirla y lo hago bastante bien, así que me monto sobre ella, hago rugir el motor y conduzco lentamente por la vereda de la calle. Me coloco la capucha y subo la velocidad. El viento alborota los mechones de cabello que no se quedaron dentro del gorro y me hacen cosquillas en la cara.

El clima de este mes ha estado horrible. Unos días hace calor y a los pocos minutos cambia radicalmente a temperaturas bajo cero. En estos momentos la calle está inundada en humedad, las hojas de los árboles esparcidas por el piso, el cielo cubierto de nubes grises que emiten suaves truenos que amenazan con dar una gran tormenta. Seguro que esta noche nevaría como lo hizo hace dos días.

Doblo en la esquina para poder entrar al condominio de los Serrano. Saludo al guardia con una sonrisa forzada y él me agita la mano con su tradicional taza de café apoyada en la mesita. El viento se vuelve más fuerte, que provoca que mi capucha se vaya hacía atrás y que la piel se me ponga de gallina.

Estaciono la moto en la esquina de la cuadra, amarrándola a un poste con una cadena que me dio el padre de Abril. Me arreglo el jersey y me acomodo el cabello, que lo tengo todo revuelto y fuera de su lugar. Toco el timbre y en pocos segundos, la pequeña silueta de Diana me recibe con una sonrisa, abriendo la puerta y dejándome pasar a su cálido hogar. El cambio de ambiente es tan fuerte que me mareo un poco. El intenso frío que hacía afuera comparado con la temperatura de la casa, que está prendida la chimenea y una suave capa de vapor por el aroma del chocolate caliente da una atmósfera abrasadora. Ainara descansa en el sofá color crema, viendo la televisión donde transmiten unos divertidos dibujos animados. Teo está a su lado, tomando torpemente unos juguetes que están dispersados por el suelo. Cuando la puerta de la casa se cierra con fuerza por la intensa descarga de viento, los pequeños levantan la cabeza y me sonríen al verme. Aini me abraza las piernas y Teo gatea hacía mí. Lo tomo en brazos mientras acaricio la melena de Ainara.

—¿Te quedarás a almozar? —pregunta la pequeña. Sus brillantes ojos me miran fijamente y sus manos presionan mi pantalón. Hago una sonrisa de lado.

—Sí, mi amor —murmuro.

Voy a la cocina con Teo en brazos y ayudo a Diana a colocar la mesa. Me dice que sí puedo dejar a Teo un momento junto a Aini en el living, pues necesita hablar conmigo. Su alegre rostro se torna a uno serio y reservado. Me entra el pánico al cuerpo y con aturdimiento dejo al pequeño fuera de la cocina y cierro la puerta con suavidad. Ella se sienta en una butaca cercana a la mesa y cruza las manos sobre su regazo. Yo me apoyo en la pared, con la mirada perdida y con los nervios a flor de piel.

—¿Tú… ya no estás con Julian?

Esa pregunta, que ya está bastante repetida, me calma un poco. Mi corazón deja de palpitar con demasiada rapidez y mi respiración vuelve a ser normal.

—¿A qué se refiere?

—Siento que es una pregunta incómoda, Ori —masculla y se humedece los labios con la lengua—. ¿Tú estabas con mi hijo?

Yo niego con la cabeza, decepcionada y un aire de derrota me inunda. Levanto la mirada y la fijo en los grandes ojos verdes de Diana.

—Yo nunca fui novia de Julian, sí eso es lo que pregunta —susurro—. Somos sólo mejores amigos. No creo que pasará algo entre nosotros… jamás.

Abrazos Gratis (Orian Adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora