Capítulo 56

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Cuando lo voy a besar otra vez, las melodías de The Way You Make Me Feel empiezan a sonar desde mi celular, vibrando con fuerza contra el velador. Contesto con el pensamiento de que es mamá.

-Me imagino que te quedaste en casa de Julian -dice. De mis labios tira una sonrisa nerviosa, aunque su voz suena tranquila-. Sabes que no estoy enojada, pero intenta avisarme unos cinco minutos antes de entrar a su casa, que me preocupo. ¿Vale?

-Sí, mamá. Lo intentaré, a veces se me olvida de la nada. Lo siento. Por cierto, estoy bien y...

-Dile que la quiero y le mando saludos -me interrumpe Julian, susurrando en mi oído.

-... Julian dice que te quiere y te manda saludos-musito con el aliento contenido. Me enderezo al sentir su boca deslizándose por mi cuello, dejando un camino de besos largos, pasando su lengua húmeda por el lóbulo de mi oreja. Suaves cargas eléctricas pesan en mis venas, dejando las secuelas en mi espina dorsal-. Disculpa, ¿dijiste algo?

-Uhm, sólo dije que también lo quería y que saludos para allá también -responde graciosa-. ¿Te sientes bien?

Cuando sus dientes se cierran en un trozo de la piel de mi cuello, ahogo un grito.

-Sí. -contesto cerrando los ojos-. Dale, yo le mando los saludos... y eso. Adiós mamá, te quiero -titubeo rápidamente, y corto.

Me doy vuelta con las mejillas bañadas en vergüenza, rellenadas con pinceladas de fuertes degradados rojos y rosa pálido. Me quedo muda al ver sus ojos, penetrándome con su abrasadora mirada que estimula hasta mis más escondidas fibras nerviosas. Veo como se acerca a mí, me levanta la barbilla con su índice, y toca su nariz con la mía. Él cierra los ojos, entretanto sus manos pasan debajo de la remera, quemándome la piel.

Su aliento dulzón con menta fresca se mezcla con el aire y me deja la respiración entrecortada. Acaricia mi cintura, dando roces casi invisibles, pero aún así me ponen la piel de gallina, con una fuerte sensación de ansiedad en el estómago. Sus labios abiertos pasan por mi mejilla izquierda y depositan un beso inaudible en la comisura. Suspiro y cierro los ojos, intentando absorber hasta la última sensación.

-Prométeme algo, Ori...

Pronuncia mi nombre en un murmullo, dibujando las palabras en mi boca. Tengo que darme un pellizco interno para reaccionar y abrir los ojos, atontada. Escondo mi cabeza en su cuello, colocándome de puntitas para poder besar la línea de su mandíbula. Me estremezco al sentir su nariz, olfateando la fragancia de mi cabello todavía mojado.

-¿Podrías prometerme algo, de por vida?

Su pregunta me retumba en la cabeza, como un eco infinito. Las palabras se quedan trabadas en mis tímpanos, para luego entrar de golpe en mi mente, enredándose en mis neuronas, que con una rapidez impresionante las envían hasta mi corazón; que al instante empieza a latir como sí quisiera responder por sí mismo. Me humedezco los labios.

-Depende de la cosa que sea.

Él suelta una risa que alimenta mis vértebras con fuertes temblores. Alzo la mirada, lo único que necesito ahora es mirarlo a los ojos. No hay cosa más hermosa que perderme en ese fuerte matiz miel, bordado con traslúcidos destellos dorados, almendras como inadvertidas pecas que le daban la mirada perfecta. Puedo fijarme como sus pupilas se agrandan, mostrándome como un espejo mi reacción.

-¿Estás segura? -pregunta, con la garganta contraída. Su nuez de Adán sube y baja. Está nervioso, y me sorprende porque no lo había visto nunca así.

Entierro mi nariz en su mejilla, oliendo el cítrico perfume que desprende de él. Me estrecha más entre sus brazos y yo lo tomo del cuello. Traviesas, mis manos husmean bajo la prenda que le cubre el pecho. Suspiro al encontrarme con una cicatriz. La delineo con mi dedo, sintiendo el grosor de su pasado dolor... imaginándome empáticamente en qué circunstancias lo habrá hecho, a lo que él a todos les respondía con una sonrisa. Dibujo un corazón en su pecho, y unas letras incompletas que inician con un "te...", sé lo que sigue, pero me da miedo confesarlo.

-Sí, Julian.

Se muerde el labio y tomo una bocanada de aire. Con las ansias saliéndome hasta por los codos, coloco mi rostro lo más cerca del suyo. Las miradas se chocan y una media sonrisa se estampa en mi cara.

-¿Me prometes que...

-¡Julian! -exclama Ainara, abriendo la puerta de golpe y corriendo en la habitación. Él permanece ahí, abrazado a mí con fuerza, y sonríe al ver a su hermana pequeña ya bañada y vestida con unos pantalones de mezclilla, una camiseta lila y una cola de caballo que resaltan más sus finas facciones. El olor a parafina inunda mis fosas nasales, lo que me hace pensar que acaban de prender la estufa en el primer piso. Exhalo el aire que mantuve en los pulmones, con los que a Julian le daría mi respuesta a su esperada promesa. Lo miro y él sólo se dedica a dedicarme una mirada inexpresiva, aunque el brillo de sus ojos sigue ahí, bañándose tranquilamente en sus ennegrecidas pupilas. Me toma del cuello y me besa, atrapando mi labio inferior y haciendo un sonoro ruido al separarse de mí, dejándome con el alma a los pies.

-Te lo digo más tarde, bebé.

Y una sonrisa lúgubre pasa por su boca, ahora prestándole toda su atención a Ainu y a mí me deja esa sensación vacía que me perfora en el pecho.

Abrazos Gratis (Orian Adaptada)Where stories live. Discover now