Capitulo veintisiete - Capitulo veintiocho

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De esa salida, su padre no se había enterado aunque cuando encontró todo el sistema roto pensó en que su hija se había escapado ese día pero, Anna le hizo creer lo contrario.
Las semanas pasaban totalmente lento, y el mes de castigo no terminaba nunca. Michael cumplió con lo que había dicho la última noche que tocó la habitación de Anna, a todos lados le seguía, y lo peor de todo es que ella compartía clases con Sandy, y el miedo cuando quedaba sola se apoderaba de su cuerpo... Ella no le hizo nada, nunca le lastimó.
La castaña corría por las puertas del Instituto para salir de ahí lo más rápido posible, pero Michael estaba contra el auto con los brazos cruzados sobre su pecho.
Anna bufó, y pensó en la idea de ir caminando hacia llegar a su casa que no estaba lejos pero, el auto era de su padre, y lo necesitaba para ir a trabajar en la tarde así que, lo ignoró.
Le trababa la puerta y por eso, no pudo ignorarlo como su mente le reclamaba aunque, en parte quería que le hablara... Su voz era seductora.
- ¿No vas a decirme permiso?
Ella le ignoró, intentaba empujarlo pero, él era tan fuerte que eso no era posible.
-Oh, vamos... ¡Estuviste todo el día pegado como un gran dolor en el trasero! -Le gritó, y le empujó de nuevo, se movió dos centímetros pero, eso no servía para poder entrar al coche.
-Me gusta saber que soy la razón de tu malhumor.
-Eres un hijo de puta, ¿sabías eso? -Abrió la puerta trasera, y tiró su mochila, buscó la llave del auto y volvió a cerrar la puerta. -Muévete.
Michael negó con la cabeza, y acomodó sus lentes de sol. Era irónico, estaba nublado, no había Sol, el cielo estaba completamente gris, y el chico usaba lentes... Anna no entendió si lo hacía para conseguir más chicas porque se veía realmente bien o porque de verdad tenía un gran problema.
-Vale, te resumo esto: Mi papá se tiene que ir a trabajar con el auto, y yo estoy aquí sin poder salir porque un chico -Le señaló. -, está bloqueando la puerta. Así que, permiso. -Michael se quedó inmóvil. Anna empezaba a perder la poca paciencia que tenía.
Michael le sonrió, y le corrió un mechón de la cara, la castaña se movió de costado alejándose de él. Fue a la puerta del copiloto, y tiró de la puerta pero, no abrió. La soltó, y tiró de nuevo... Michael tosió, y sacudió la llave del auto en su mano. Anna tocó su cintura, y vio que las llaves habían desaparecido.
-Imbécil. -Susurró.
Michael soltó una risa y caminó hacia su coche. Anna corrió detrás de él, y le tomó el brazo dándole la vuelta para que lo mirara. Agarró su mano, y tiró de la llave, prácticamente, se la arrebató. Dio media vuelta, y Michael llevó las mismas a la cintura de la chica y la devolvió donde antes. Sonrió de lado, y Anna le quitó los lentes y también sonrió.
-No te quejas de esto, ¿o no?
-Suéltame o te los rompo.
Michael negó con la cabeza, y le acercó más. Un pedacito de la parte superior de los lentes se rompió, y Michael se mordió el labio. Iba a soltarla, pero tenía mucho más lentes en su casa, y le gustaba el contacto que estaban teniendo.

...

Era sábado por la noche cuando Nicholas y Alissya tocaron a la puerta. Anna todavía se estaba preparando, pero su padre les abrió la puerta, Robert les había invitado a una cena porque quería conocer a las personas con la que su hija se relacionaba... Lo peor de todo es que él los conocía perfectamente.
Anna terminó de colocarse su perfume y salió de su habitación sin hacer ruido. Quería escuchar la conversación que estaban teniendo, Alissya era muy buena entablando charla con cualquier persona que estuviera alrededor así que el tema podía ser desde el último partido de soccer hasta las siguientes fiestas de fin de año pero, nada de lo que pensó era el tema del cual conversaban.
-No quiero que mi hija desobedezca, ¿vale? No te llamé a ti para que seas de mala influencia, Alissya. -Le dijo, y le señaló con el dedo índice. -Y tú, Nicholas, debes ser más inteligente, sé que Anna no se junta mucho tiempo contigo por más que sean "novios" o lo que sea. -Hizo un mohín con la mano derecha, y luego, llevó una mano a su cadera. -Les pago para que ayuden a que tenga una vida de adolescente, pero no de esta forma, chicos. No hacen el trabajo tan bien, ¿sabían?
« Les pago... »
« Trabajo. »
Anna ahogó un grito, y sus lágrimas amenazaron con caer de sus ojos. Su padre, quien era la razón por la que seguía viva, había hecho todo esto. Alissya no le habló por casualidad, Nicholas nunca dijo las cosas con sinceridad. Anna tenía un broche en su mano que cayó cuando escuchó la conversación, y este rodó por las escaleras. La vista de las tres personas en esa cocina se volteó donde ella, y la castaña volvió a su habitación, cerrando la puerta con llave.
No había visto la cara de las tres personas que se habían vuelto importantes en la vida, pero sabía que quería evitarlas lo más pronto posible.
Estaba tomando decisiones apresuradas pero, no era lo importante en ese momento. Tomó una mochila, ropa que tenía tirada por el armario, dinero y las llaves del auto. Volvió a abrir la puerta, y su padre estaba parado con Alissya y Nicholas a los costados. Salió corriendo hasta la puerta, pero fue detenida por la rubia.
-Anna, Anna, escúchame, por favor... No es...
-Oh, no me digas las malditas frases de todas las malas películas de la vida, Alissya. -Le dijo, y abrió la puerta, tiró de ella y salió.
- ¡Anna! -Gritó una voz grave, era su padre, reconocería esa voz hasta dormida. No podía escucharlo hablar, en ese momento, odió ese sonido. -Déjame explicarte...
Anna negó con la cabeza, sin ni siquiera dar la media vuelta para hacerlo. No podía ver sus ojos, su padre quien siempre había estado, de una manera, para ella, ahora era un completo desconocido. No lo veía nunca, le retaba, le castigaba, y le hacía sentir de la peor manera.
-No puedes explicar nada, tengo todo claro, Robert. -Le dijo.
Caminó hacia el auto, y abrió la puerta metiéndose dentro. Encendió el carro, y se fijó sobre su hombro en el vidrio trasero para ver si algún auto atravesaba la calle, y cuando no fue así, dio marcha atrás... Y salió por la casa.
- ¡ANNA! -Escuchó el grito de su padre, y lo último que vio, fue su reflejo.

Había pasado tres horas desde que conducía por aquella autopista, no sabía a dónde iba. Estaba totalmente perdida, su cabeza daba vueltas, y tenía lágrimas cayendo por su mejilla. Su maquillaje se corría cuando caía cada una de estas. Vio una estación de servicio, y fue a parar en esta, tenía solo un número al cual llamar pero, no quería hacerlo. Eran la una de la mañana de un sábado por la noche, Michael estaría de fiesta o follando por ahí con Sandy o cualquier otra zorra... Necesitaba saber dónde encontrar un hotel, y quedarse ahí por un tiempo.
Sacó su celular, y buscó en sus contactos el número para llamarlo. Sonó una vez, dos, y cortó. No iba a hacerlo.
A los minutos, alguien le estaba llamando... Era el mismísimo Michael Bieber al teléfono, dejó pasar uno, dos, tres tonos, y decidió contestar. Intentó que su voz sonará lo más normal posible pero, estaba rota, quebrada, hacía solo unas tres horas y media se enteró de que las personas que siempre son importante te fallan, no se podía confiar en la gente porque todo era una gran mierda, su vida era una gran mierda, y siempre sería así. Estaba destinado a ser así, las cosas no cambian, y la suerte de Anna tampoco lo haría.
- ¿Anna? -Preguntó la voz de Michael, parecía dormido.
Ella hizo un ruido a través del teléfono, y lo alejó de su oído. No podía hablar, estaba ahogada entre sus lágrimas, y su nudo de garganta.
-Anna, ¿estás bien?
-No. -Logró susurrar.
-Bien, ¿Dónde estás?
Cuando le había dicho donde se encontraba, cortó el teléfono y se recostó en el asiento en el que se encontraba, hacía frío, y la calefacción no andaba.
Mierda.
Nada le salía bien.
Cogió la cazadora de su mochila, y se colocó, con la manga de esta limpió el ojo derecho, y luego el izquierda. Tenía unas grandes ojeras, y al entender que era lo que estaba pasando en su vida, sintió una gran necesidad en su interior de tomar una navaja y pasársela por sus brazos, viendo la sangre correr hacia todos los lados.
-Mi vida es una mierda.
Tenía unas uñas que eran lo bastante largas y filosas, por lo que empezó a acariciarse la muñeca hasta que esta quedó roja y con algunos rasguños. Odiaba esto. Odiaba su vida. Odiaba ser ella. Odiaba no tener a nadie.

Michael abrió la puerta del auto de Anna como a las tres de la mañana, había tardado dos horas en ir hacia ella, pasando por alto muchos semáforos, quería estar con ella. No sabía que le había pasado, pero no iba a presionarla. Quería que ella tuviera el valor, y la confianza suficiente para contarle que era lo que pasaba. Le tocó el brazo, y la despertó. Cuando ella le vio, salió del mismo, y se acurrucó en su campera. Le vio a los ojos, él también tenía ojeras pero solo por haberse levantado a la madrugada para ir a buscarla. Michael capaz no sabía lo que estaba haciendo por ella, pero Anna sí, sus ojos volvieron a arder, y las lágrimas comenzaron a caer, el chico rodeó sus brazos alrededor de ella, y la castaña dejó su cabeza en su pecho, llorando como si hubiera perdido todo, aunque, realmente había perdido todo.


Let me die (Michael Clifford) Where stories live. Discover now