Capitulo cuanrenta y ocho

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—Está bien papá. —Dijo Anna por el teléfono con voz cansada— Su madre está por llegar, en serio, ¿Quieres hablar con ella? —Preguntó y esperó la respuesta de su padre— Vale, gracias por confiar en mí. —Sonrió— Vale, yo también, adiós.
Finalizó la llamada, bloqueó el teléfono y lo tiró a la cama de Michael. Su padre la había tenido quince minutos hablando sobre qué debía de cuidarse estando sola en una casa con un chico, hace unas horas atrás un beso casi pasó a ser algo más y ella supo detenerse además de que Michael supo como no obligarla a hacer algo que no quería.
En parte, se sentía preparada pero en otra no. O sea, no quería ser de esas chicas que se acostaban con su primer novio, tal vez se acostaría con Michael pero en unos meses más. Ahora no era el momento.
Anna se sacó el sweater y este hizo que se le levantara la remera, tenía unas marcas. Eran las mismas marcas que tenían sus brazos, y muñecas, contando las piernas. No le gustaba verlas cuando se miraba en el espejo de la puerta antes de entrar a la ducha, era como ver su pasado reflejado porque sabía que siempre estaría ahí. Siempre permanecería pegado a su piel y se lamentó por aquello. Hacia unas semanas o un mes, que había dejado la navaja de lado y había empezado a sonreír... Podía llorar, podía lastimarse pero no de la misma manera que antes. Ahora, algunas veces, se enterraba las uñas en las piernas y en las muñecas pero nunca salía sangre y eso era agradable.
—Bueno, ¿dejó que te quedaras o te llevo a tu casa? —Preguntó Michael con la llave del auto en su dedo.
—Tenías todo preparado para que me fuera de este lugar... Sabía que querías liberarte de mí. —Dijo y tomó su sweater amagando a colocárselo de nuevo cuando Michael la detuvo, una sonrisa estaba en la cara de ella y tiró del mismo dejándolo en la cama donde antes.
—Lo último que quiero, hoy, está noche, es que te vayas de la casa y de mi habitación. —Una sonrisa se expandió por su cara, sus dientes blancos con la luz parecían más perfectos que siempre. Algunas veces cuando sonreía, aparecían unos hoyuelos en sus mejillas, volviéndolo totalmente adorable, y este era el caso.
—No quiero malinterpretarlo.
—Hasta unas dos horas, solo somos tu y yo.
— ¿Estás tratando de llevarme a la cama, Michael? —Ella rió y Michael se encogió de hombros. Estaba avergonzado, él casi nunca estaba avergonzado excepto cuando se contaban cosas embarazosas.
—Solo estoy tratando de ser amoroso como son los novios con sus novias. —Dijo y le dio un beso en la nariz y se lanzó a la cama. Rebotó y después, su cuerpo volvió a caer quedándose quieto.
— ¡Quiero intentarlo! —Gritó y saltó hacia él cayendo a la cama, golpeó la espalda contra el colchón y repitió lo mismos movimientos que Michael. —Parecía más divertido.
Michael se le quedó mirando por unos minutos fijamente mientras ella tenía los ojos cerrados, y una sonrisa en la cara. Nunca se había parado a fijarse en todos los detalles que poseía, parecía moldeada a mano. Anna giró la cabeza y sus ojos, verdes, resplandecieron contra él. Se miraron hasta que ella apartó la mirada sin poder seguir el contacto visual.
Se quedaron completamente callados, mirando hacia el techo. Las respiraciones no se escuchaban pero si podían ver su pecho subiendo y bajando lentamente. De un momento a otro, habían terminado en silencio y no sabían por qué pero no llegaba a tal punto de ser incómodo.
— ¿Alguna vez pensaste en el futuro? —Preguntó Michael sin despegar la vista del techo.
—Hace poco no podía despegarme del pasado, ¿y quieres que piense en un futuro? —Le contestó ella y se llevó una mano al estómago—Aunque, lo cierto es que pensé a que Universidad iría. Aún no me decido.
—Igualmente, hay tiempo.
—Cuánto más rápido tengas decidido el paso que darás al terminar el Secundario, mejor. No tienes que andar dando vueltas —Dijo y le miró. Se apoyó sobre sus codos, para lo cual tuvo que girar. —Son muchas responsabilidades por vivir, y no quiero vivirlas para ser sincera... Aunque si quiero empezar una vida nueva y creo que lo haré en la Universidad.
Michael se acomodó para estar más cerca de Anna, ella permanecía centímetros más arriba que él y sonreía. Se agachó para besarlo y él aceptó, ella lideraba en ese momento. Sus bocas empezaron a jugar entre sí, las manos de él fueron hacia la cabeza de Anna para empujarla más contra él y ella sostenía una mano en el medio del pecho del chico.
—Deberíamos salir alguna fiesta estos días, ¿No crees? —Preguntó Michael.
—Claro, como tú quieras —Le sonrió y volvió a besarlo.
Sabía que él se sentía un poco encerrado porque ambos eran completamente diferentes. Eran actitudes y personalidades que no congeniaban a la perfección. Él era un chico de fiestas, el chico que le gustaba tomar alcohol y emborracharse. Ella era la chica que se quedaba en su casa mirando películas, leyendo algún libro o tan solo recordando cosas del pasado.
No se podía decir que eran el uno para el otro porque claramente no lo eran, eran personas con gustos diferentes, formas de ver distintas, puntos de vista que no se unían, era como el agua y el aceite, están pegados pero no se mezclan, una línea invisible los separa.
Alguien tocó la puerta e inmediatamente, Michael se separó de Anna. Sabía que no era su madre porque ella tenía una llave, y sabía que no podía ser nadie del correo o algo por el estilo porque eran casi medianoche y no solían pasar a esa hora. Anna se sentó en la cama y Michael fue a ver quién estaba en la puerta.
Anna desde la habitación escuchó una voz conocida, era demasiado conocida, la escuchaba en sus peores pesadillas. Negó con la cabeza y salió de la habitación para descubrir si era cierto que ella estaba parada en la puerta y si, acertó en su teoría.
Sandy desvió su mirada hacia donde Anna y soltó un bufido de completa indignación, miró a Michael y la señaló. Bajó las escaleras rápidamente hasta llegar al lado de su novio. No le tomó la mano, ni siquiera le tocó, sólo se quedó pegada a él como un imán.
— ¿Me cambiaste por esta? —Le dijo Sandy a Michael— ¡Estás loco! ¡Está chica es una completa suicida! ¿Entiendes? —Sandy empezó a gritar. Anna sentía una opresión en medio del pecho.
« Suicida »
—Sandy, vete... —Michael no pudo terminar la oración porque la rubia estaba gritándole cosas a él como a ella.
— ¡No puedo creerlo! Es verdad lo que decían entonces, te volviste un completo imbécil... Ella es otro polvo, cuando obtengas lo que quieras de ella, la dejarás tirada ¿no? —Le preguntó. Sandy sabía perfectamente que no le afectaba el hecho de que estuvieran juntos, tan solo quería hacerlos sufrir a los dos. Estaba enojada y pensó que tal vez, Michael podía ayudarla. Al descubrir que Anna estaba con él se desquitaría con ella como siempre. —Y tú —Le señaló—, seguro te crees la gran cosa por estar con él ¿cierto? Te aviso algo, era otra más, eres una estúpida más... Encima que cuando te suicides, él no irá al funeral.
— ¡Sandy! —Gritó el chico. La vena del cuello se le marcaba levemente.
« Cuando te suicides, él no irá al funeral. »
Anna sentía que estaba a punto de caerse de rodillas ahí mismo, en ese mismo espacio para largarse a llorar. La herida se abría en su pecho. Las palabras ardían en sus oídos, estas retumbaban en su cabeza quebrándola poco a poco, parecía que su mente se oxidaba como el hierro y solo esas palabras se quedaban grabadas para hacerla sufrir.
—Esta estúpida con la que sales no vale nada, es un papel en blanco, no tiene valor. —Miró a Anna mientras decía aquellas palabras, parecía como si realmente deseaba decirlas. Para ella era satisfactorio pero para Anna era como fuego, un fuego que recorría su cuerpo entero destrozándolo, quemándolo y nada, absolutamente nada podía salvarlo. —Ojala puedas entender, el gran error que estas cometiendo Michael...
Sin decir nada más, se dio media vuelta y salió marchando de la casa. Él cerró la puerta y Anna se quedó completamente inmóvil mirando hacia la misma, sin pestañear, solo se escuchaba como respiraba y también se podía observar como sus ojos brillaban.
« Esta estúpida con la que sales no vale nada, es un papel en blanco, no tiene valor »
« No vale nada »


Let me die (Michael Clifford) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora