U n o

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*Editado <3*


Al levantarse lo primero que veía en su destartalada mesita de noche era una foto familiar del verano de hace un año. Todos estaban sonriendo, todos estaban abrazados y felices... excepto ella. Estaba toda su familia en la foto, y ella detrás, pareciendo una pequeña mancha naranja de lo pequeña que se veía.

Recordó que cuando tomaron esta foto trató de estar con su familia, teniendo la pequeña esperanza de que, al menos la dejarían estar con ellos para la foto.

Pero entonces su propia madre rodó los ojos, como si ella fuera una molestia. La tomó por los hombros y caminó lentamente con ella hacía atrás.

"—Quédate aquí, no intentes meterte en nuestra foto familiar"

La había excluido como si no fuera una Weasley. Como si no perteneciera a ellos. Y, para ella, lo tenía merecido, por ser Slytherin. Era malvada, por algo estaba donde estaba.

Al principio creyó que era estúpido que su familia la clasificara de malvada solo porque un viejo sombrero lo decretó así, pero luego de tantas veces que le gritaron lo estúpida que era, y la vergüenza que había llevado a la familia, terminó creyéndoles. No tenía a nadie más a quién creer, así que ¿qué importaba?

No era una Weasley, y al final lo comprendió.

Su familia la odiaba a tal punto que tenían una alacena solo para los trastes que ella usaba, y por si intentaba envenenarlos no podía entrar a la cocina y debía comer después de que todos los demás hubieran terminado, su madre no lavaba su uniforme de Slytherin, porque decía que sólo tocarlo quemaría sus manos.

Su hermana menor prefería dormir con Hermione, (que tenía hasta su propia habitación en su casa) antes que dormir con ella, y su familia la ignoraba, como si fuera un fantasma.

Su vida era un ciclo continuo de rechazo, y aunque suene triste, ya estaba acostumbrada. No tenia más amigos que un simple oso de peluche, el único regalo de Navidad que tenía de su familia desde hacía años.

Y ni siquiera se lo habían regalado a ella, se lo dieron a Ron y éste se lo lanzo porque dijo que era muy infantil para él. El oso tiene un nombre algo inusual, compañía. Así se llamaba. Porque eso es lo que era, su única compañía. Muy infantil viniendo de una adolescente de 16 años, sí, pero no para ella. Tenia que dejar una luz prendida también, porque le asustaba que la oscuridad la llevase, más dentro de ella de lo que ya estaba.

Ese día se levanto pesadamente y miro por la pequeña ventana de su pequeñísima habitación, estaba en lo más alto de la casa y las paredes eran altas, tanto que debía ponerse de puntillas para ver y aún así le era difícil. De todos modos lo vio, los Weasley en el gran jardín junto a Hermione y Harry, parecían estar jugando quidditch. Ginny, Hermione, Arthur y Molly los animaban.

Sonrió involuntariamente, porque al menos ellos eran felices así y no quería bajar a estorbar su felicidad con su indeseada presencia, solo bajó las escaleras con cuidado hasta el baño, luego de estar lista, desayunó (aunque ya era la hora de la comida) en silencio, sola.

Tomó su escoba, una nimbus 1710, una de las más viejas. El equipo de quidditch de su casa era de los primeros en tener las escobas recién salían al mercado, o incluso antes. Pero ya no era parte del equipo, era una traidora de la sangre y, además, una chica. Y Slytherin no acepta chicas en su equipo de quidditch. Ya no más.

Bajó las escaleras y suspiró pesadamente mientras apretaba a Compañía sobre su pecho, abrió la puerta y al momento de hacerlo todos voltearon su vista hacia ella. Molly sólo se dió la vuelta y entró a zancadas a la casa, seguida de Arthur, Ginny y Hermione. Esta última le dirigió una sonrisa amable que devolvió. No eran amigas, pero enemigas tampoco.

La Weasley FantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora