T r e s

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Editado <3

Alek.

Lo primero que pasó por mi mente al abrir los ojos fue que la maldita luz de esa ventana me daba en la cara, luego, al parecer recobre un poco la razón y miré a mi alrededor dándome cuenta de que estaba en un lugar desconocido.

—¡Alek, Dios! ¡Qué bueno que despertaste porque tenemos que irnos ahora si es que queremos llegar a la ceremonia de selección!— justo ahí me di cuenta de que Draco estaba a mi lado, hablando muy rápido.

—Está bien, supongo.— dije poniéndome de pie. Sin embargo casi caí al suelo inmediatamente.

—¿Alek estás bien? ¡Ese estúpido cara rajada!— corrió hacia mí y me ayudó a levantarme, acepte su ayuda y me levante apoyándome en el.

—Espera, antes que nada, ¡ese apodo es genial! y segundo; ya podemos irnos. Solo fue que me levante demasiado rápido, me pasa todo el tiempo.

—Bueno, pero que te pase todo el tiempo no significa que sea normal.— dijo con una pequeña sonrisa.— ¡Es cierto, tenemos que correr o no nos elegirán casa!

—Bueno, pero no grites.

Empezamos a caminar hacia el gran comedor, yo guiada por Draco que aún no me dejaba caminar sola, pues no me sabía el camino. Nos paramos frente a una gran puerta que estaba abierta de par en par, y trague fuerte antes de comenzar a caminar con Draco delante de mi.

—¿Crees que hayan dicho ya nuestros nombres?— le susurré a Draco mirando como una rubia adorable y con aretes chistosos quedaba en Ravenclaw. 

—¿Cómo esperas que lo sepa? ¡Estaba muy ocupado esperando que no hayas muer...!— puse mis manos en su boca tratando de callarlo, ya estaba empezando a llamar la atención de todos en el comedor.

—Siento como si le hubieran lanzado una maldición imperdonable a mi cerebro, así que te agradecería que hicieras un poquitín de silencio, Draco.— murmuré mientras le miraba a los ojos, aún con las manos en sus labios.

Él entrecerró los ojos juguetón y lamió toda mi mano.

—¡Eres un asqueroso, Draco Malfoy!

Oímos un carraspeo y ambos nos volteamos lentamente hacia donde provenía el sonido, encontrándonos con la señora McGonagall mirándonos con una cara interrogativa.

—Última vez que lo llamo, señor Malfoy.— Draco sonrió orgulloso de tener atención y se sentó en el taburete caminando con elegancia, tanta como la que yo sabía que nunca tendría.

Me quedé helada mirándolo mientras me mordía el labio, deseando que quedaramos en la misma casa y que, si no era mucho pedir, que de bonus fuera en Gryffindor y no en otro lado. Pero el sombrero nada más tocar su cabeza gritó;

—¡Slytherin!— haciendo parar mi corazón y que algo pequeño dentro de mi quisiera quedar en Slytherin. Deseché rápidamente la idea, ya que justo hoy había conocido a Draco y, además, no había manera de que yo quedara en Slytherin.

Llamaron a unas cuantas personas más, hasta que solo quedábamos tres y fue allí cuando me llamaron a mi. Caminé lentamente hacia el taburete, deseando ser de esas pocas personas especiales que hacen al sombrero pensar profundamente cuál es su casa, sin embargo, lo único que salió de su boca fue;

—¿Otro Weasley?Vaya, que raro... ¡Slytherin!

Me quedé sentada y congelada, aferrando mis manos al taburete y mirando directamente a Gryffindor, donde estaban mis hermanos mirándome con un obvio ceño fruncido. Todos esperaban que me fuera cuando la profesora carraspeó, Draco se levantó para tomar mi mano y arrastrarme hacia nuestra mesa... en Slytherin.

La Weasley FantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora