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El reloj marca las 8:37 p.m y Liam Payne sale corriendo de la oficina sin importar que se dañe su nuevo traje, va atrasado para la cita con su terapeuta debido a la extensión de duración de la junta con los accionistas.
Liam no pudo percatarse de la velocidad en la que subió a su viejo auto y condujo hasta el consultorio, pero finalmente llega a su destino sano y salvo. Para él es importante asistir a cada una de sus citas, empezaba a progresar y no quiere tener un retroceso, no quiere que su depresión le lleve al borde de la muerte como pasó dos años atrás.

—Señor Payne, ¿Qué tal está el día de hoy? —Le saluda su psicóloga Liza Carpio una vez que el castaño pisa el azulejo de la oficina, Liam sólo sonríe y encoge los hombros, toma asiento en el cómodo sofá ante una señal de mano por parte de la mujer mayor presente y suelta un suspiro casi eterno.

—No ha ido mal, en realidad, me siento bien, salvo por algunas cosas, o una en especial que me inquieta en ratos... —Susurra lo último, su acción provoca que Liza detenga su propia mano de escribir en la libreta, alza la mirada al joven y acomoda sus gafas mientras le mira con curiosidad, en parte, se mantiene callada, dándole la oportunidad de que Liam tenga la iniciativa y se abra.

—Sí, Liam, te escucho —Son las palabras de autorización del castaño para romperse en llanto.

—Me siento un idiota, Liza, estoy tan solo, tengo 27 años y no tengo a nadie, probablemente no lo tendré y está bien porque alguien tendrá que cuidar a mis padres cuando envejezcan, mis hermanas se mantienen ocupadas con sus familias y luego estoy yo —Liza le mira con una pizca de lástima y le pasa un pañuelo, el cual Liam acepta y lo utiliza para sorber sus mocos brevemente, luego continúa— Mi casa es tan silenciosa, si no pongo música, enciendo la t.v o invito a mis amigos me llega a ensordecer el no tener sonido, necesito algo que me saque de la monotonía, ya no quiero sentirme solo, todas mis citas van mal, mis amistades tienen pareja e hijos que cuidar y con los quienes pasar un rato agradable, ni siquiera tengo una buena relación con mis vecinos, intenté entrar a un equipo de béisbol pero todos aquellos hombres que no entiendo como lo supieron, empezaron a llamarme marica, que Dios me odiaba y que iría al infierno, me recordaron tanto a mis tiempos de secundaria donde Robin Stifler me dijo que me quedaría solo toda mi vida, yo no sé, Liza, soy tan estúpido por ser tan débil, porque me afecta todo como si fuese un niño.

Liam cubre su rostro dejando salir su dolor en forma de lágrimas, Liza se acerca y lo abraza por un lado sobando su espalda, le conoce desde hace 3 años y lo considera casi su hermano, puesto que ella es hija única y en el castaño ha podido encontrar un bonito lazo fraternal, más allá de que sea su paciente.

—Está bien, Liam, puedes llorar —Murmura la rubia cerrando los ojos, abraza con fuerza a Liam hasta que su llanto cesa.

—Hasta lloro como un niño pequeño —Esta vez Payne ríe, toma distancia y rompe aquel abrazo que sólo incremente su vergüenza, Liza siempre ve sus peores situaciones.

—Llorar no es de niños, es de valientes —Le regala una sonrisa y un pañuelo más para que limpiara su rostro— Escucha bien lo que harás, ¿De acuerdo?

El castaño asiente reincorporándose en el sofá y escucha con atención, Liza suspira y termina de hacer su nota en un pedazo de papel.

—Irás a esta dirección, de hecho no está muy lejos de tu casa así que podrías ir a pie preferentemente, necesito que lo vuelvas a intentar, camina por las tardes al menos media hora, no como ejercicio —Su propio comentario la hace reír, incluso a Liam, últimamente este recibe el apodo "Gordito" e intentan hacerle creer que lo está pero no funciona. Dejan de reír y la terapeuta prosigue retomando la seriedad— Te ayudará a despejar tu mente, esto nos ha funcionado pero si lo dejas de hacer entonces es cuando inician los retrocesos, no te encierres en casa, ¿Lo prometes? —La pregunta sabe a reto, Liam asiente callado y toma el papel que Carpio le tiende, observa la dirección y le es sumamente desconocida, sólo espera que no se trate de comprar más anti depresivos, son sus mayores enemigos y son tan tentadores al momento en que llega a quererse suicidar.

—¿Debo ir ahora? —Y no es como si tuviese planes pero Liam quiere llegar a casa y descansar, tuvo un ajetreado día en la oficina, necesita una rica comida, darse una ducha y dormir.

—Si lo quieres sí, sino mañana a la hora que puedas, dices que está a mi nombre y listo.

Liza termina con sus indicaciones y se pone de pie, se dirige a la puerta y Liam le sigue.

—Te enviaré un mensaje de confirmación de que lo haya hecho —Son las palabras de despedida y Liza asiente mostrando una sonrisa, deposita su confianza en que aquella idea que su mente le brindó será una enorme ayuda para la depresión de Liam.

—Que tengas una buena tarde y noche —Agita su mano, con una pequeña sonrisa de Liam le basta y cierra la puerta.

Liam vuelve a ver el papel con intriga, decide ignorarlo por el momento y lo guarda en su bolsillo. Esta vez pasa de la secretaria puesto que su mensualidad la pagó el martes pasado, se limita a sólo hacer un ademán de despedida, el cual es correspondido de la misma manera.

El timbre del teléfono de Payne interrumpe su trayecto a casa, siendo su mejor amigo el que llamaba no puede evitarlo y responde, por seguridad disminuye la velocidad y está más al pendiente de los retrovisores.

—Andy, ¿Qué pasa? —El sonido de fondo es una fuerte música electro, Liam piensa de inmediato en que Andrew está por embriagarse.

—Deberías venir a hacerme compañía, estoy en el club Flamingo, sólo un rato por favor —Le propone del otro lado de la línea. Liam lo reflexiona, sabe que Andy quiere que vaya para que lo lleve a casa sano y salvo luego de terminar su ronda de cervezas, de verdad quiere ayudarlo pero está demasiado cansado.

—Hoy no, Andy, estoy cansado y mañana trabajo, pero el sábado estoy disponible —Aparca su auto, y apaga el motor, finalmente está en casa. Escucha a Sammuels suspirar y le remuerde un poco la conciencia.

—Está bien, no te preocupes, será mejor que descanses, Li —Puesto que en su tono de voz no se encuentra signos de enojo o tristeza, Liam termina la llamada sin sentirse mal por su amigo.

—Tu bote de basura está en mi lado, Payne —El viejo Anders, su vecino, le reclama apuntando al pedazo de plástico negro el cual hiede, pues está repleto.

—Lo siento, Señor Anders —Liam se disculpa y aguantando la respiración para no inhalar el feo olor que la basura desprende, mueve el depósito lejos de la casa del viejo gruñón de su vecino.

Liam entra a su casa quitándose el saco y suspira aliviado sacándose los zapatos.

—Hogar dulce hogar —Dice dejándose caer el sofá y cierra sus ojos sonriendo. No lo planea pero ahí se queda dormido.

Andy sale del baño después de que su mejor amigo colgó, camina entre la multitud y se sienta en su silla junto a Louis y dos nuevos conocidos quienes son amigos del nombrado.

—¿Vendrá tu amigo? —Pregunta el castaño ojiazul antes de dar un sorbo a su cerveza. Andy niega y enciende un cigarrillo.

—No, lo siento, Zayn —Dice dirigiéndose al pelinegro que yace en su lugar con un rostro que no muestra nada más que aburrimiento y fastidio. A Zayn no le gusta el lugar ni el ambiente, al menos de la compañía no se queja pero no es suficiente para pasar un buen rato, además está gastando parte de su bajo sueldo en vano, Louis le había prometido que uno de sus amigos le presentaría a alguien, pero ese alguien no va a llegar. No pasa más de una hora cuando se retira totalmente irritado y pone rumbo a su pequeño departamento.

La noche en la que Liam y Zayn casi se conocen termina.

Love dog → ZiamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora