Ahora: Cincuenta y Cinco.

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Mi simpatía por el Concilio surge de alguna manera luego de que mi pregunta directa es lanzada como plomo en la habitación. Ellos se miran el uno al otro y se callan, claramente en una pérdida.

Con aire fresco en mi pecho y comida en mi estómago, registro que esta situación es desconocida para todos nosotros; McCullough es un hombre de treinta y tres años, Douglas está en los veintitantos, y Lord Tomlinson es solamente un año o dos mayor que Harry. En nuestras vidas —además de la muerte de la Reina Anne— hemos sufrido ninguna dificultad. Solamente hemos conocido paz y prosperidad. Ninguno de ellos sabe qué hacer con lo de la Reina.

A pesar de que la ley del reino les da el poder de gobernar en tiempos de guerra, ellos claramente no quieren ordenar su muerte sin ningún juicio que implique la supervisión de Harry. Y lo entiendo: ejecutar a la Reina, la princesa de España, seguramente intensificará la guerra.

—Enviémosle a decir al Rey —Tomlinson dice. —Él está consciente de que España estaba financiando a los rebeldes, pero él aún no sabe la plena participación de la Reina, ni que encarceló a Cathryn y a la princesa.

Hago una mueca, dudando por este plan. —No sé si es sabio decirle de nuestro encarcelamiento. Me preocupa que él se enfurezca. No quiero comprometer su seguridad. Se distraerá con la preocupación.

Douglas está de acuerdo, asintiendo rápidamente. —Él regresaría enseguida.

Mi corazón se dispara ante el pensamiento; no se me había ocurrido. El que Harry regrese a casa sería ideal. —Bueno entonces cambié de idea. Nosotros debemos decirle.

—Lady Cathryn —McCullough dice, y me asusto ante el nuevo título —la guerra continua. Requerimos al Rey allí afuera, conduciendo el frente.

—¿Más de lo que lo requerimos aquí, determinando cómo manejar la gran traición cometida por la Reina?

Puedo ver a McCullough empezando a perder la paciencia, y no estoy sorprendida. No tengo ninguna palabra aquí, ninguna estación. Desde ya he cometido un gran irrespeto al irrumpir la conversación en absoluto.

—Cathryn —Douglas empieza, engatusando. Vuelvo mi mirada salvaje sobre él y él se encoge de alguna manera. —La responsabilidad recae en nosotros el determinar el mejor camino a seguir. Zayn te verá afuera.

Intento tragar mi rabia de que María no sea lanzada a la mazmorra en este instante: su prisión sigue siendo su opulenta suite de la torre.
Intento tragar mi pánico de que ella escapará de alguna manera.
Intento no sentirme impotente en traer a Harry de vuelta a mí.

En vez, me concentro en el alivio de que estoy libre, y la anticipación de ver a mi familia. Tomo a Anne de los brazos de Zayn, y nos acercamos a la puerta.

Justo en el umbral, soy detenida por las palabras de McCullough: —¿Dónde residirá la princesa?

Volteándome, lo miro, desconcertada. —Conmigo, mi Señor.

—Dado a que muchos de los aldeanos saben de qué ella es la hija de un rey, no estoy convencido de que sea la acción más segura. Preferiríamos que ella viva bajo guardia en el castillo.

Levantando mi barbilla, le digo —Hagamos un trato. Cuando la reina esté ya sea en la mazmorra, o muerta, la princesa y yo nos mudaremos al castillo.

El Concilio no responde, y yo lo tomo como un acuerdo tácito. Le asiento con la cabeza a Zayn, y él nos lleva fuera de la habitación.

~~

Prácticamente corro a través de la aldea, ignorando la manera en que todos parecen salir de sus hogares o lugar de ocupación y me observan, apretando a Anne en mis brazos.

No Fury (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora