18-. Historia.

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Aguardé durante quince minutos, las puertas de la biblioteca cerradas, pero mi rostro asomando cada pocos segundos, expectante ante la llegada de Woo Hyun.
Tras responder la llamada telefónica me había dicho que ese tema no era algo para tratarse por teléfono, pero que no quería verme. Y menos siendo tan tarde. Me hirieron sus palabras, pero no le dejé escabullirse. Si ocurría algo con él y con esos puñeteros lirios blancos tenía todo el derecho del mundo a saberlo, después de todo casi moría por ello la otra noche. Al final Woo Hyun no tuvo más remedio que acceder. Y le pedí que nos viésemos en la biblioteca.
Me mordi el labio inferior al ver aparecer las luces de su Audi en medio de la noche. Debían ser más de las diez. Pensé que debía llamar a la abuela y avisarle que llegaría tarde, pero opté por no hacerlo, demasiado ansioso. En parte por saber que demonios estaba pasando; y en parte porque lo vería de nuevo. Después de tantos días, con o sin apuesta, con karaoke o sin él, le echaba profundamente de menos, a pesar de lo estúpido que era encariñarse con alguien que apenas y conocías.
Le vi bajar de su auto y sentí como cada parte de mi ser se estremecía, como la presión en mis manos se alteraba, volviéndolas torpes, sentí como los latidos de mi corazón se disparaban, sentí como la sangre casi parecía hervir en mis venas.
Nuestros ojos se encontraron cuando llegó hasta la puerta, la cual yo tenía medio abierta. Lo vi fruncir el ceño ante esto.
—Te dije que mantuvieras cerrado hasta que yo llegara.
Me regañó de mala forma, negando con la cabeza.
—Si hacía eso, ¿cómo iba a saber si llegabas?
Repliqué, intentando hacerme el ofendido, aunque no podía. ¿Cómo si mis ojos no eran capaces de despegarse de su bello rostro, de su porte tan masculino y sensual? ¿Cómo si cada sensación vívida a su lado, por muy mínima que hubiese sido parecía haber vuelto a mí?
—Es peligroso estar así.
Murmuró y entró, empujando la puerta con suavidad. Retrocedí un paso, con mi rostro caliente. Dios. ¿Podría algún día...?
Woo Hyun cerró la pesada puerta de madera detrás de él. Recordaba que Sung Jong había dicho una vez que era un poco tétrica, pero a mi me gustaba demasiado, me hacia pensar en castillos o antiguas fortalezas.
—¿Estas solo?
Se lo había dicho por teléfono minutos atrás, pero aún así asenti.
—Es muy peligroso andar en las calles a esta hora —me regañó —¿has olvidado que...?
—¿Casi me matan la otra vez?—. Terminé por él—. No. No lo he olvidado, ¿como podría? Pero Dong Woo me ha pedido que cierre por él y no he podido negarme. Después de todo le permitió a Sung Yeol ausentarse por hoy pese a sólo llevar una semana laborando, ¿cuantos jefes hacen algo así?
Woo Hyun soltó un suspiro, como si acaso se lo estuviese pensando.
—¿Trajiste tu auto? No lo vi afuera.
—No. Yeol y Jong se lo llevaron.
Arqueó una ceja y tuve que contarle sobre su viaje a Japón, aún si eso era de lo que menos deseaba hablar. Quería saber sobre los lirios, sobre su apuesta y sobre todo, quería saber sobre nosotros. ¿De verdad en algún momento hubo una posibilidad de que un "nosotros" existiera?
—¿Así que estas tú solo con tu abuela?—. La idea no parecía gustarle—. ¿Y como pensabas volver a casa?
De nuevo ese tono mandón, parecía que a Nam Woo Hyun se le olvidaba quien era el mayor ahí. No necesitaba que me cuidase y aún menos que me diera sermones como si acaso yo fuese un niño pequeño o un adolescente descarriado.
—Ese es mi asunto —gruñi, cruzándome de brazos, pero asegurándome de permanecer lo más alejado posible de él—. Tú estas aquí para responder algunas preguntas, no para cuestionar mi vida personal.
—Sung Kyu...
—Me mentiste —le interrumpi, sintiendo como toda la rabia y la frustración luchaban por salir, pero esa vez no las dejaría —me aseguraste que la apuesta era verdad, pero no me dijiste que hablabas del karaoke...
—¿Quien te dijo eso?
—Sang Dae.
Woo Hyun se llevó una mano a la cabeza, frustrado.
—No debió. Él no debió...
—¿Es cierto? Ese día con Ki Bum, ¿hablaban del karaoke?
Woo Hyun me dio la espalda, su andar un poco inseguro. De alguna forma daba la pinta de ser algún personaje literario. El héroe que se ve en una incrucijada, como si toda su vida dependiera de lo que fuera a decir los próximos segundos. Y así era, aunque en ese momento yo no podía imaginar aún la gravedad de los hechos. Lo poco que tenía aquello de juego. Y que esa apuesta era la menor de las preocupaciones que podía tener.
—Si —murmuró al final, los hombros caídos y una expresión desesperada en el rostro mientras se volvía a mirarme —era mentira.
Lo había imaginado y, sin embargo, escucharle confesarlo me hizo tener que recargar medio cuerpo en una de las mesas de consulta, sintiéndome mareado. Porque Woo Hyun jamás había jugado conmigo. Woo Hyun jamás...
—Pero de todas formas es como si lo hubiera sido —se apresuró a aclarar—. Sin apuesta o sin ella, debes alejarte de mi.
—¿Que dices?
—Sung Kyu —había dureza en su mirada—. Recibiste los lirios, ¿no es así? Le dijiste a Key que sabías sobre ellos.
—Si, pero...
—Yo también los recibí —tomó aire con fuerza—. Hace dos años.
Woo Hyun se acercó a mi a paso lento, quise retroceder, pero la mesa me lo impidió y antes de pedirle que parase, que no asimilaba las cosas del todo, su dedo índice si deslizó con suavidad por mi cuello, rozándolo con ternura, justo en el sitio donde días atrás aún eran posible observarse las marcas.
—Nam...
—Te extrañé.
Murmuró, pero pese a que acercó su rostro al mío no me besó. En lugar de eso buscó mi mano, entrelazándola con la suya, permaneciendo en silencio, con sus hermosos ojos fijos en mi. Esos ojos que me miraban con intensidad, como intentado transmitirme de de esa forma todo lo que no era capaz con palabras.
Pero eso no era suficiente.
—¿Quién envía los lirios?
Pregunté entonces. Lo sentí tensarse, pero no se apartó de mi, en lugar de ello rodeó mi cintura con sus brazos y recargó su mejilla en mi hombro. Aspiré su aroma en silencio, sintiendo un poco de tranquilidad pese a todo.
—No lo sé —murmuró -jamás lo atraparon. Hace dos años él...—. Se interrumpió y sus manos me apretaron con más fuerza—. Al principio creí que era una broma, después algún admirador secreto, pero no era así. Él... empezó a enviar notas amenazadoras, diciendo que me alejara de Myung Soo.
—¿Myung Soo?—. Me extrañé—. Pero fue él quien me dijo esa mentira de la apuesta.
—Lo hizo para protegerme. Y para protegerlos a ustedes.
—No entiendo.
—Lo harás una vez escuches toda la historia —separó su cuerpo del mío para mirarme a los ojos —si es que quieres escucharla.
—Si quiero.
Woo Hyun sonrió débilmente y rozó mis labios con los suyos, pero no lo hizo en una muestra de lujuria ni deseo, sino más como una forma de buscar consuelo. Y ese era un consuelo que él necesitaba, sobre todo después de escuchar su historia. La historia de Nam Woo Hyun y el asesino de los lirios blancos.
—Myung Soo y yo hemos sido amigos desde siempre. Nuestros padres se conocen desde niños, así que era normal que crecieramos juntos —explicó —pasábamos tanto tiempo uno al lado del otro que hubo gente que comenzó a cuestionar nuestra relación —sentí su mano acariciar mi cabello —pero L es sólo un amigo para mi. Por eso cuando los lirios y las notas llegaron no entendía que tenía él que ver en todo eso. Hasta que fue atacado —quise interrumpirle, pero me había quedado sin palabras—. Myung Soo tiene una cicatriz en el pecho, una que va desde el pezón izquierdo hasta el ombligo. El hombre que enviaba los lirios lo atacó una noche con una navaja, pero Myung Soo escapó, aunque no logró ver su rostro.
—Como a mi.
Dije al fin, sintiendo su cuerpo temblar junto al mío.
—Si, Sung Kyu, como a ti—. Woo Hyun suspiro antes de continuar—. Después de eso fue imposible seguir fingiendo que nada pasaba y acudí a la policía. Nos asignaron a Myung Soo y a mi protección; y durante un tiempo todo mejoró. Los lirios dejaron de llegar y creí que quién quiera que fuese nos dejaría en paz a ambos —Woo Hyun soltó una risita cargada de sarcasmo—. Mi ingenuidad no parecía conocer limites. Mamá... ella...
Se interrumpió y pude ver sus mejillas empapadas debido a sus lágrimas. Lágrimas de dolor, de furia, de frustración, de culpa.
Me sentí terrible por obligarle a hablar de ello, de algo que era evidente que aún le dolía.
—Sé lo que pasó —susurré, besándolo rápidamente en la comisura de los labios—. Leí un articulo en el diario. El accidente, los lirios, el detective que te creyó culpable...
—Ho Won —asintió —él fue el único que al final me creyó. Fue el único que tomó el caso de los lirios en serio —frunci el ceño, eso no era lo que decía el diario —pero al final el... el tipo ese desapareció. Justo después de la muerte de mamá. Casi como si nunca hubiera existido —Woo Hyun se limpió el rostro —pero yo no pude soportarlo, porque si había existido. Así que huí de aquí. Me fui a otro sitio a empezar de nuevo y a intentar olvidar. Nunca debí volver. Nunca debí ponerte en peligro de esta forma, porque él sigue aquí.
—Woo Hyun, yo...
—Esa fue la razón por la que Myung Soo te mintió —interrumpió, sus brazos sujetándome aún —la razón por la que te invitó a salir en primera instancia, porque temía que tú fueses el tipo de los lirios, pero cambió de opinión cuando Sung Jong le habló de esos que habían aparecido en tu habitación después de tu enfermedad. Lamento decir que Myung Soo no me dijo nada hasta después, de haber sabido antes que él había regresado jamás habría alentado ningún tipo de relación entre nosotros —y entonces si, me soltó, apartándome de su lado—. Lo siento mucho, Sung Kyu. Todo esto... no tiene nada que ver contigo.
—Pero...
—No —y su voz ya no temblaba, se había llenado de firmeza—. No podría perdonarme si algo te pasara y algo te pasará si te quedas conmigo.
—Te quiero, Woo Hyun.
Murmuré, pero sin hacer el menor intento por acercarme a él de nuevo, pensando en la gran cantidad de cosas que tenía que procesar. Seguramente me quedaría esa noche despierto hasta tarde pensando en cada una de sus palabras.
Woo Hyun soltó un suave gemido, pero negó con la cabeza.
—Es imposible algo entre nosotros. Entiendeme, por favor.
—Te entiendo, pero eso no cambia mis sentimientos.
Y está vez si me acerqué a él, tomándolo por el cuello del abrigo y juntando nuestros labios en un beso profundo, uno que deseaba quedarme para siempre. Porque era totalmente consciente de la razón en sus palabras. Quien quiera que fuese al que enviaba los lirios y las notas sería capaz de cualquier cosa, sería capaz de dañarme o de dañar a mi familia incluso.
—Sung Kyu.
Lo sentí tratar de apartarme, pero sólo volví a besarlo. Había extrañado tanto la suavidad de sus labios, la dulzura de sus besos, esa sensación de seguridad y confianza que sólo él parecía darme, como si hubiese vuelto al hogar sólo por estar entre sus brazos.
Al final Woo Hyun correspondió mis besos, pero de una forma tan dulce que me hubiese derretido como mantequilla si no lo hubiese hecho realmente para lograr deshacerse de mi agarre.
Me sujetó por las muñecas, su rostro viéndose serio.
—No puedo, Sung Kyu. De verdad lo siento. Estar conmigo te hará daño. Es por eso... es por eso que no debemos vernos nunca más.
Quise replicar, negar esas palabras que me dolían mucho más que las dichas cruelmente con anterioridad, porque estas palabras estaban llenas de dolor, del mismo dolor que yo sentía en mi corazón al darme cuenta que esa era nuestra despedida definitiva.
—Entiendo —y dejé de forcejear, aceptando lo que viniera —pero yo... quería...
Woo Hyun me sonrió con dulzura mientras me soltaba, alejándose de mi al momento.
—Lo sé —soltó otro suspiro —yo también hubiese querido hacer el amor contigo.
Me ruborice y aparté la mirada. Era increíble que lo hubiese entendido. Y era, sin duda, porque él también lo deseaba. Pero eso era lo de menos. Woo Hyun no cambiaría de opinión. Y tenía razón.
—Te llevaré a casa.
Añadió, señalando hacia la salida. Asenti, aunque no quería que eso ocurriera aún. Si me iba a casa ya no le vería más... y yo no... Rayos, no me sentía listo para ello, pese a saber el porque. Y pese a estar de acuerdo. Yo no quería dejar a Woo Hyun. ¿Estaba enamorado? Seguramente. Un estúpido amor a primera vista.
El viaje hasta casa fue en completo silencio. Aún tenía un montón de preguntas que quería hacerle: ¿por qué no iba con la policía? ¿Por qué no usaba su dinero para presionar? ¿Por qué simplemente le dejaba ganar...?
Di un respingo cuando reconocí la fachada de mi hogar, las luces de la sala encendidas. La abuela seguía despierta, esperando por mi.
—Sung Kyu.
—Lo sé.
—Lo lamento —Woo Hyun miró hacia afuera un segundo—. Por todo, las palabras que te dije, esto —y acarició mi cuello de nuevo —y por el daño que, tal vez, te este haciendo ahora mismo.
—Yo también lo lamento.
Nuestros labios se buscaron una vez más, de una forma desesperada y triste. Porque aquel sería nuestro último beso.
Abrí la portezuela y abandoné el vehículo, sintiéndole entonces junto a mi.
—Te acompañaré hasta la entrada.
—Esta bien. Ahora estoy en casa.
Murmuré, pero le dejé seguirme, mientras sacaba las llaves y abría la puerta principal, topandome al momento con el sonido del televisor a todo volumen. La abuela se estaba quedando sorda, pero por cuestiones de vanidad jamás lo admitiría.
—Woo Hyun.
Empecé, pero el simple hecho de ver su hermoso rostro frente a mi, un rostro que ya nunca más volvería a ver, fue suficiente para hacerme tirar de él hacia adentro. Si lo hablábamos... si tratábamos... estaba seguro que hallaríamos la solución.
Pero apenas dimos un par de pasos en el interior, llegando a la altura de la sala cuando mi cuerpo se paralizó, olvidando absolutamente todo. Fueron apenas unos segundos hasta que Woo Hyun tiró de mi, haciéndome ocultar mi rostro en su pecho.
—No mires más.
Pero era tarde. Lo había hecho. Y sabía que aquella imagen me acompañaría por el resto de mi vida.
Aquella habitación familiar donde tantos momentos felices habíamos pasado... la televisión encendida... la abuela... un rastro de sangre que impregnaba los ramilletes de lirios blancos que adornaban la punta del cuchillo de cocina... y los ojos sin vida de la abuela mirando directamente hacia la nada.

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