Epílogo.

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Invierno.
El invierno había llegado una vez más. Sólo que de una forma menos oscura y menos fría que el anterior.
—Woo Hyun —la voz de Sung Kyu me hizo detener mi andar, su mano entrelazada con la mía —está nevando.
Y rió como un niño mientras se zafaba y se paraba en medio de la calle, con ambos brazos levantados. Sonreí al verle. Se veía tan dulce, tan frágil... El miedo a perderle era algo que no lograba superar del todo.
Dos años atrás, en esa misma época invernal un psicópata llamado Sang Dae lo había secuestrado. El sujeto en cuestión había resultado ser mi medio hermano. Un medio hermano resentido y vengativo.
Estaba de más añadir que Sung Kyu la había pasado realmente mal... Y el año siguiente no había ido precisamente mejor.
Aquel día habíamos ido nosotros solos a la visita mensual de los señores Kim y de la abuela. Sung Yeol se encontraba fuera de Corea. Había ganado una beca para una escuela en Nueva York. El chico quería especializarse en derecho criminal. Aunque si me preguntaban a mi diría que era solo un pretexto para pasar tiempo con Hoya, quién curiosamente también estaba en esa ciudad, por "cuestiones de trabajo".
En cuanto a Sung Jong, el menor había ido a pasar sus vacaciones con Myung Soo y su familia a China.
Me detuve entonces a observar a mi novio jugar con la nieve mientras recordaba lo ocurrido esos últimos meses.
No sólo el asunto del secuestro, del asunto de la muerte de Sang Dae y de su salud, sino de lo otro... la violación. Sung Kyu quería olvidarla. Y yo también. Yo le amaba como fuera. Ambos lo superaríamos. Lo haríamos. Pero sin duda era más fácil decirlo que hacerlo.
El año anterior la sola idea de dejar a Sung Kyu solo en casa era totalmente inconcebible. El año anterior había sido peor que el Año del Loco, como lo llamaba Sung Jong. Porque pese a que Sang Dae ya no estaba, el trauma de Sung Kyu si. Sus recuerdos que tanto daño le hacían.
Porque Sung Kyu no era capaz de olvidar. Ni la muerte de su abuela, ni el ataque a sus hermanos, ni el secuestro y menos aún la violación.
Le sugerí buscar ayuda, pero me aseguró que estaría bien.
Fue Sung Jong quién me dijo que era mentira. Qué Sung Kyu no estaba nada bien. Qué no dormía bien, levantándose a media noche a mirar la televisión, mayormente comerciales de ventas. Y que las noches en que si dormía despertaba llorando y gritando, pidiéndole que parase. Nadie sabía a ciencia cierta de que iban sus sueños. Y Sung Kyu se negaba a hablar de ello.
Pero había veces en las que si hablaba, cuando Yeol corría a consolarle lo encontraba balbuceando qué él lo había matado. Qué no había dudado ni un segundo en disparar. Qué era un asesino.
A esas alturas era imposible saber que era lo que más atormentaba a Sung Kyu.
Sobre Sang Dae, la versión oficial había sido que había muerto debido a la caída, provocada por el mismo sin duda. Pero yo había hablado con Hoya. Sang Dae había muerto debido a las heridas de bala. Sung Kyu le había matado, aunque me esforcé en hacerle creer lo contrario. Sólo Hoya, el médico que había hecho la autopsia y yo sabíamos la verdad. Una verdad que pudo sostenerse gracias a la presión y el dinero de los Nam. Lo había dicho, por Sung Kyu y su paz mental haría cualquier cosa.
Sólo cuando dormía abrazado a mi las pesadillas se marchaban. Sin embargo fueron pocas las ocasiones en que me permitió hacerlo. Decía que estaba bien. Qué sus hermanos mentían.
Pero conforme iban pasando los meses Sung Kyu se iba alejando cada día más de mi. Me evitaba e ideaba excusas ridículas para no verme. A veces se quedaba hasta tarde en su trabajo sólo para no salir conmigo.
—Woo Hyun —susurró mi adorable novio, volviéndome momentáneamente al presente—. ¿Te había dicho que amo la nieve?
—Si, cariño. Lo habías hecho.
Sus ojos se iluminaron y sus mejillas se sonrojaron. Se le veía hermoso. Inocente y puro.
Me crucé de brazos, mirándole.
Fue por esa época que Sung Jong me pidió que ayudará a su hermano, que estaba cada día peor. Y no tardé nada en descubrirlo.
Sung Kyu no me quería cerca de él. Sung Kyu no quería que lo tocase. Sung Kyu no me deseaba.
Pudimos haber terminado, pero no lo dejé hacerlo. Me aferré a que no me importaba. Yo lo amaba y la falta de intimidad entre ambos era lo de menos.
Así que seguimos juntos.
Y llegó el invierno. Hacía un año. El peor invierno de todos.
Sung Kyu pidió una semana de descanso en su trabajo. Y Jong me aseguró que se veía mejor. Había vuelto a cocinar y reía tontamente de los malos chistes de Yeol. Estaba saliendo de su depresión.
Pero era sólo una fachada. Sung Kyu no estaba saliendo de ninguna depresión, porque Sung Kyu había tomado una decisión.
No fueron ni Yeol ni Jong quienes se dieron cuenta, sino Myung Soo. Me llamó un día. Sung Jong le había dicho que el mayor se había quedado solo en casa aquel día, casi obligando a Yeol a salir con Hoya. Y mi amigo lo vio sospechoso. Sung Kyu jamás habría hecho tal cosa.
Así que decidí darme una vuelta por la casa de los Kim.
No había nadie. Llamé durante diez minutos antes de perder la paciencia y forzar la entrada. No imaginaba lo que me esperaba.
En el cuarto de baño.
El sonido del agua y silencio al otro lado. Cuando le llamé él no... no respondió. Así que derribe la puerta y lo vi. Vi el resultado de tantos meses de dolor en silencio, vi el resultado de lo que Sang Dae le había hecho.
Sung Kyu se había cortado las venas.
Era un recuerdo doloroso y ni siquiera sabía como me las había ingeniado para reanimarlo, deteniendo la hemorragia mientras llamaba a una ambulancia.
Y lloré. Porque Sung Kyu estaba mal. Muy mal.
—Déjame ir, Woo Hyun.
Había pedido en voz baja, con los labios resecos y el dolor impreso en su mirada.
—No.
Me había negado a ello, tomándolo entre mis brazos, empapándome al momento.
—Tú... Yo sobro aquí —su voz era un susurro ronco —nadie me necesita. Mi vida es... ni Yeol ni Jong... No quiero seguir.
—Yo te necesito, maldita sea.
Y la sonrisa que me había dedicado me había helado el cuerpo.
—Tú necesitas un novio que te amé por igual. Un novio que pueda... Yo no puedo, Woo Hyun. No soy un novio para ti. Sólo soy... sólo soy...
Pero no le había dejado seguir, callandolo con un beso.
—No me importa. ¿Qué nunca podré volver a tocarte? ¿Y qué? Te amo y no me importa.
—Te importará algún día.
Y lloraba al igual que yo.
—No te dejaré —había escuchado la ambulancia —y tú tampoco me dejarás. No puedo vivir sin ti.
—Woo...
—Te amo y me amas. Saldremos de esto juntos.
Y así había sido.
Ese fue el peor invierno de todos.
Sung Kyu accedió a tomar terapia. Iba dos veces por semana. Aunque trató de dejarlo muchas veces.
Y la espera por resultados parecía eterna...
—Woo Hyun, ¿de verdad tenemos que ir donde Key?
Me devolvió una vez más al presente la voz de Sung Kyu.
—Me temo que si.
Ki Bum y Jong Hyun habían preparado una cena especial esa noche. Ese par de idiotas al fin salían.
—Pero seguro que cocinara muchos vegetales —murmuró —y tú odias los vegetales.
—Supongo que puedo dejarlos a un lado, ¿no?
—Ya sabes que no.
Y su suave risa me llenó los oídos placenteramente. Lo rodee de la cintura, atrayéndolo hacia mi.
Nuestra relación era totalmente platónica. A veces podía besarlo y abrazarlo, pero eso era todo. Una vez las cosas habían avanzado bastante hasta que él me pidió parar, suplicándome que le dejase, que no le hiciera daño. Y verle así... me partía el corazón y llenaba mi mente de rabia, porque ni siquiera tenía el consuelo de destruir con mis propias manos al culpable de su tragedia. Sang Dae había destruido completamente a Sung Kyu.
—¿Que propones entonces?
—Mm, dejame pensar —Sung Kyu se mordió el labio inferior—. ¿Pollo picante y una película?
—Me agrada la idea.
—Pero yo no cocinaré.
Replicó, separándose de mi para echar a andar hacia su nuevo auto. Me había costado bastante que lo aceptara, pero al final lo había hecho.
—Sung Kyu.
—No. Dije que no.
—Pero fue tu idea.
Y le hice el puchero, el cual él ignoró limpiamente, abriendo la puerta del auto. Lo seguí, pero antes de subir me tomó de la muñeca, sonriendo aún. Y me besó. Fue tímido y dulce. Pero en esos días él rara vez hacia aquello.
—Tan dulce.
Murmuré.
—Cállate.
Pero seguía sonriendo.
Pensaba en donde podría conseguir un buen pollo picante mientras Sung Kyu manejaba hasta su casa, sus ojos mirándome de vez en cuando.
—Tal vez deberíamos pasar del pollo —dijo una vez llegamos—. ¿Qué tal se te dan las galletas?
—Fatal.
Bromeé mientras entrábamos a la casa. Silenciosa y solitaria sin los menores.
—Que novio tan inútil tengo.
Se quejó, yendo a la cocina. Le seguí, divertido de aquel extraño juego. ¿Qué querría Sung Kyu que hiciera? Intuía que al final terminaríamos comiendo kimchi y fideos instantáneos.
—¿Y el pan? ¿Sabes hornear pan?
—Negativo, Kyu.
Hizo un puchero él está vez y de pronto se giró, quedando muy cerca de mi.
—¿Qué?
—Woo Hyun —se acercó un poco —tal vez...
Levanté una ceja y mi novio rió antes de rodear mi cuello con sus brazos.
—Tal vez deberíamos saltarnos la cena.
Mi corazón comenzó a latir con fuerza ante sus palabras y ante lo que estas podían significar. Ya hacía unos meses que Sung Kyu no soñaba, pero aún estaba muy lejos de su recuperación absoluta.
—¿No quieres?
Murmuró ante mi silencio y mi vacilación.
—¿Estás seguro?
Sung Kyu se lo pensó un momento.
—No. No estoy seguro, pero quiero intentarlo.
—Te amo.
Le recordé y correspondi su gesto, buscando sus labios con suavidad. Le deseaba tanto, pero me aseguraría de tomarme las cosas con calma.
Pronto nos vimos sobre su cama, él debajo de mi cuerpo. Su piel casi ardiendo bajo mi tacto. Parecía haberme echado de menos.
—Si quieres que pare me dices.
Murmuré. Sung Kyu asintió y dejó ir sus manos en el interior de mi camisa, rozando mi abdomen. Tenía los dedos un poco fríos.
No tuve prisa. Y él tampoco. Nos limitamos a amarnos con ternura, con suaves caricias, con dulces besos. Dejando a mi lengua y a mis labios explorar esa suave piel que tanto anhelaba tocar otra vez.
Mis dedos no tardaron en hallarse dentro de él, preparándole. Creí que al sentir la intromisión me pediría que parase, pero se limito a cerrar los ojos con fuerza. Suspirando.
—¿Quieres que siga?
Quise saber cuando su orificio estuvo listo y mi erección se hallaba enfilada en ella.
—Si —sus ojos seguían cerrados y sus labios temblaban —te amo, Woo Hyun.
—Y yo a ti, amor.
Y lo penetré. Empecé lento. Ninguno de los dos tenía prisa.
Sung Kyu movió sus caderas, siguiendo el ritmo de mis estocadas.
Me perdí en aquel paraíso durante algunos minutos hasta que lo escuché sollozar. Sus mejillas húmedas. Lloraba de nuevo. ¿Cuantas veces no había llorado ya ese último año? Tal vez un poco menos que el anterior o que el Año del Loco, pero...
Intenté apartarme entonces, aterrado ante la idea de haberle hecho daño, pero las piernas de Sung Kyu se enredaron con fuerza en mi cintura y sus brazos me jalaron del cuello.
—No te vayas.
Pidió entre su llanto.
—No lo haré.
Lo besé.
—Pensé que nunca podría...
Y también reía ante el hecho. No pude evitar que mis risas y mis lágrimas llegasen también. Debíamos parecer un par de locos. ¿Quién lloraba y reía mientras hacía el amor con la persona que amaba?
—No llores, Nam —dijo —te ves tonto.
—Lo sé.
Me reí antes de continuar con lo nuestro. Acelerando mis movimientos cuando le escuché gritar mi nombre, sus uñas aferrándose a mi espalda. Su hermoso cuerpo arqueándose debido al placer. Y mi propio orgasmo llenándolo por completo.
—Quedé pegajoso.
Se quejó en voz baja, pero sin la menor intención de separarse.
—Te daré una ducha.
—Mañana —y se acurrucó aún más a mi lado —ahora tengo frío.
—Entonces duerme. Estaré aquí.
—Lo sé. Gracias por eso. Gracias por estar siempre a mi lado.
Volví el rostro para responder, pero se había quedado dormido. Su suave respiración era lo único que había. Sus brazos aferrándose a mi. Y una sonrisa tranquila pintando su bello rostro.
—Te amo.
Murmuré y me preparé para imitarle.
Todo estaba bien ahora.
Ese invierno sería mejor que los anteriores.

FIN.
México, D. F.
Miércoles 6 de Enero de 2016.

Invierno Where stories live. Discover now