21-. Hoya.

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La expresión tensa y asustada en el rostro de Sung Kyu era demasiado evidente, pero aún así fui incapaz de prever lo que iba a pasar. Y cuando el mayor empujó a Sung Jong ya era demasiado tarde para intervenir.
Su hermano menor cayó de sentón sobre la suave alfombra de mi habitación, mirando a Sung Kyu con los ojos rotos y dolidos. Con las mejillas rojizas y el llanto en ellas.
—Lo siento —gimió Sung Kyu, ocultando su rostro entre sus manos —lo siento mucho.
Y lo entendí perfectamente. Él no podía estar con ellos ahora. Su dolor era tan grande que, egoístamente, no quería compartirlo con nadie. Y le entendía, después de todo había hecho algo similar después de la muerte de mamá. Papá y yo... Bueno, más exactamente yo, le había abandonado después del hecho. Verlo dolía mucho. Verlo me hacia recordar a mi madre. Y de la misma forma egoísta le hice a un lado cuando él más me necesitaba, así que, ¿como podía yo reclamarle a Sung Kyu o decirle que hacia mal? Que sus hermanos le necesitaban no importaba como.
Myung Soo reaccionó antes que cualquiera y tomó a Sung Jong de la cintura, levantándolo y estrechándolo entre sus brazos, haciendo lo que su hermano mayor debería, pero Sung Kyu ya no les miraba. No veía el llanto en el rostro de Sung Jong ni su dolor ante su rechazo. Sung Kyu sólo veía su dolor. Dolor que yo había provocado. Dios, si tan sólo nunca me le hubiese acercado... Si tan sólo me hubiese quedado en Australia por siempre... Si pudiese dejar de dañar lo que amaba.
—Vamos, Sung Jong. Te llevaré a mi departamento para que comas algo.
Dijo Myung Soo con firmeza, lanzándole a Sung Kyu una mirada de enojo. Frunci el ceño y rodee al mayor con mis brazos, el cual no tardo nada en corresponder el gesto, ocultando su rostro en mi pecho, no queriendo ver lo que tenía frente a él. Y no iba a culparle. Podía ser que los chicos también sufriesen la perdida de su abuela y que le necesitasen con ellos, pero Sung Kyu la había visto. ¿No se merecía un respiro al menos? Me había dado cuenta desde hacia mucho tiempo que las responsabilidades de ser el mayor y aparentar fortaleza siempre le habían costado, que él era mucho más frágil de lo que aparentaba. Sólo por esa vez, ¿no podían dejarle ser así? ¿No podían dejarle ser el indefenso, la persona a la que había que cuidar y no quién tenía que cuidar? Y yo estaba más que dispuesto a cuidar de él.
Myung Soo tiró de Sung Jong hacia la salida, quién seguía mirando a Sung Kyu como si no le conociera, sin comprender.
—Vamos, Sung Yeol. Ven con nosotros.
Invitó Myung Soo y se perdió de vista, pero Sung Yeol no le siguió. Miraba a Sung Kyu con una expresión seria en el rostro. Pero este no se daba cuenta, temblando entre mis brazos, negándose a ver el dolor ajeno.
—Sung Kyu.
Llamó su hermano al final, tras casi diez minutos de silencio.
—Sung Yeol...
Empecé, pensando en que podría pedirle tiempo en nombre del mayor, pero Sung Yeol negó con la cabeza antes de ponerse de rodillas frente a Sung Kyu, apartándolo un poco de mi.
—Esta bien —murmuró, aún si su hermano mayor seguía sin mirarle—. Lo entiendo y esta bien. Tú... tú no tienes que sonreír todo el tiempo—. Sung Yeol soltó un suspiro—. Estaremos para cuando nos necesites de nuevo —y el chico alto se incorporó, mirándome esta vez—. Woo Hyun, tú... cuida de él, por favor.
—Eso no tienes ni que pedirmelo.
Repliqué, abrazando a Sung Kyu con más fuerza aún.
—Eso espero —el chico lucía igual de triste y derrotado que sus dos hermanos, pero además detecté furia en él—. Estaremos donde Myung Soo por ahora. Dice que la casa... —se detuvo y negó con la cabeza—. Estaremos con él.
Se dio la vuelta para irse, pero había una cosa que tanto Sung Kyu como yo debíamos saber.
—¿Que les ha dicho Myung Soo?
Sung Yeol se detuvo, volviendo el rostro y con una expresión de rabia en él.
—Nos ha dicho todo. El tipo de los lirios, tu madre, todo —Sung Yeol ahogó un sollozo en su antebrazo, como esforzándose en ser fuerte, sobre todo al tener a su hermano mayor negándose a verle—. Yo encontraré a ese bastardo y le haré pagar todo esto.
—Sung Yeol.
Pero no hice el intento por detenerle y Sung Kyu tampoco. Sus manos pellizcaban la piel de mis brazos una vez más y de nueva cuenta le deje. Si eso le ayudaba a relajarse por mi perfecto.
Iba a decirle que ya se habían ido, que ya podía mirar cuando escuchamos la voz de Sung Yeol quejándose en alguna parte del departamento. Llamó a alguien imbécil y después hubo silencio. Me temí que se hubiese topado con Ki Bum y su mascarilla de cada mañana, pero esto quedó de lado cuando la persona que más esperaba ver apareció en el marco de la puerta de mi habitación.
—Espero no llegar en un mal momento.
Comentó Lee Ho Won, el detective que dos años atrás se hiciera cargo de la investigación de la muerte de mi madre y más tarde de mi acosador, aunque para entonces ya era tarde y el tipo había desaparecido.
Sentí las manos de Sung Kyu encajarse en mi cadera al escuchar una voz desconocida para él.
—En lo absoluto —respondí e intenté separar al mayor de mi—. Sung Kyu, tienes que conocer a alguien.
—No quiero.
Murmuró él, sin soltarme. Y tenía que reconocer que su agarre era muy fuerte.
—Así que él es Sung Kyu —intervino Hoya, como si no le importase la actitud del mayor. Noté que no llevaba maletas, pero que usaba el mismo teléfono celular de dos años atrás. Realmente nada en él parecía haber cambiado—. He escuchado un par de cosas sobre él. Buen chico, sin ningún historial criminal. Mm, ¿bibliotecario adjunto? Un trabajo muy raro.
—No es raro.
Replicó Sung Kyu, levantando entonces un poco la cabeza, pero sin detener su agarre en mi, como si temiese que fuese a abandonarle si lo hacia.
—Bueno, tu jefe si lo es.
—¿Ha... ido a mi trabajo?
—Me quedaba de paso.
Pero era mentira. La biblioteca pública donde trabajaba Sung Kyu quedaba justo al otro lado de mi edificio. Hoya debió haber llegado a Corea muy temprano y haber comenzado con la investigación de inmediato. En otras circunstancias me habría ofendido mucho que corriera a investigar a Sung Kyu, pero ahora podía entender mejor. No como en el pasado, cuando en más de una ocasión me mostró sus sospechas hacia Myung Soo.
—¿Dino le ha dicho algo?
—No gran cosa.
Y Hoya se encogió de hombros, mirando de nueva cuenta su teléfono celular. Sung Kyu me soltó un poco, buscando mi rostro con confusión.
—¿Quien es él?
—¿Recuerdas el artículo que leíste en el periódico? —Sung Kyu asintió—. Pues él es Lee Ho Won, el detective a cargo.
—¿El que sospechaba de ti?
Murmuró, pero escuché una fuerte risa por parte de Hoya.
—Para mi todos son culpables hasta que se demuestre lo contrario.
Estas palabras hicieron que al final Sung Kyu me soltará, girando completamente el cuerpo hacia Hoya.
—¿Incluso yo?
—Sung Kyu —y por tono dulzón supe lo que se avecinaba —tú eres el principal sospechoso aquí.
—No. Yo no... Yo no...
Los pequeños ojos de Sung Kyu se agrandaron y su labio inferior comenzó a temblar mientras me miraba en busca de ayuda, de una explicación.
—Hoya...
—No. Escucha con atención, Woo Hyun, para cualquier detective será un razonamiento lógico, no hay nadie en casa, salvo él y la anciana aparece asesinada; y, casualmente, él la encuentra. ¿No lo ves? Es simple lógica policial. Si quieres motivos, los hay a montones: un seguro, una herencia, una venganza...
—¡Eso es mentira!
Gritó Sung Kyu, poniéndose de pie y mirando a Hoya con la misma rabia que minutos atrás su hermano menor mostrara.
—¿Ah si?
—Yo... yo jamás... Yo la amaba...
—He visto criminales con mejores actuaciones.
—Basta ya, Ho Won —gruñi, tomando a Sung Kyu y volviendo a ocultarlo entre mis brazos—. Yo estaba con Sung Kyu cuando encontramos a su abuela.
Hoya se cruzó de brazos, esbozando una sonrisa irónica.
—¿Y quién ha dicho que tú estas libre de culpa? El amante siempre es un buen cómplice, ¿no?
—¿Me estas culpando también?
—Sólo te digo lo que tu policía local dirá—. Hoya se acercó un paso—. Sung Kyu, personalmente no creo que seas responsable, pero ellos lo creerán. Por lo menos al principio. Hasta que descubran que no hay herencia ni seguro, que ustedes están casi en quiebra y que eran una familia muy unida. Parece que la mujer los crió después de la muerte de sus padres.
Sung Kyu volvió a separarse de mi, mirando a Hoya con la boca abierta.
—¿Como sabe que...?
—Voy un paso adelante, Sung Kyu. Se me escapó una vez, pero no lo hará de nuevo. Está vez le atraparé.
Y nos dedicó una sonrisa canina cargada de confianza, una que, tanto Sung Kyu como yo, necesitamos en aquellos momentos.

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