Capítulo 2: Tazas de té colgantes (e)

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Espero que os guste.

¿Preparad@s para un nuevo personaje?

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Capítulo 2: Tazas de té colgantes

Sin saber muy bien cómo reaccionar ante tal descubrimiento, Ananías salió de la sala secreta y se sentó en el sillón junto a la chimenea. El libro descansaba en su regazo abierto de par en par. Pensativa, y un tanto confusa, Ananías decidió volver a leer de nuevo las letras cursivas. Quería asegurarse de que no se le había escapado ningún detalle importante con la traducción. Después de diez minutos, de silenciosa lectura, y con la mirada fija en el papel, cerró el libro de golpe y se levantó.

— No hay tiempo que perder. —murmuró dejando el libro en una mesa- He de avisar a Clara. —dijo pensando en voz alta. Cerrando los ojos, y frotándose la frente, trató de recordar aquel olvidado hechizo que necesitaba— Maldita sea. —maldijo llena de frustración— ¿Cómo narices era...? —preguntó a la nada mientras se daba suaves golpes en la frente— ¡Ya lo tengo! —exclamó dando una palmada. Cogiendo el libro de la mesa, se situó en el centro de la habitación de paredes blancas. Seguidamente alzó su mano derecha, mientras que la izquierda se aferraba a la piedra naranja que decoraba su collar, y con la mirada fija en la nada, empezó a murmurar:

'Transpórtame viento,

como transportas al tiempo.

Sin miedo, sin temor,

veloz como el trueno

que la tormenta provocó.'

De repente, apareció de la nada, un viento huracanado. A su alrededor todas las velas se apagaron de golpe, y cientos de papeles comenzaron a volar de un lado al otro. La cornalina brilló con intensidad entre sus dedos.

Con el pelo despeinado por el aire, y con una media sonrisa decorando su rostro, Ananías echó la cabeza hacia atrás. Hacía mucho tiempo que no hacía un conjuro tan complejo. Cada parte de su cuerpo vibraba al canalizar tanto mana. Poco a poco, todo a su alrededor empezó a volverse, más y más borroso, hasta que llegó un momento, en el que le fue imposible ver algo. Con lentitud fue bajando su brazo, logrando que el vendaval que había provocado instantes antes, se volviera una suave brisa.

 Con lentitud fue bajando su brazo, logrando que el vendaval que había provocado instantes antes, se volviera una suave brisa

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Colocándose el cabello, y arreglándose el vestido, miró hacia su derecha. Donde antes había una chimenea, ahora había una ventana abierta. A través de ella se podía ver un hermoso jardín, y más a allá, un espeso bosque. Con una sonrisa llena de orgullo, miró la casa de su amiga Clarissa. Hacía tiempo que no pasaba a visitarla. Sus ojos celestes analizaron los cambios en el lugar. Ya no estaba colgado en la pared aquel, a su parecer, horroroso cuadro y tampoco pudo ver por ningún lado la planta que solía descansar junto a la entrada de la casa. Lo que sí seguía igual eran las miles de tazas que decoraban las paredes del lugar.

La chica de la Media Luna (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora