Cuarenta Y Seis

72.9K 7.7K 449
                                    

Canción en multimedia n.n

La tela que cubría mis ojos era tan suave como un peluche de lana, y aunque también era un poco gruesa, de tanto en tanto intetaba forzar la vista para ver que había del otro lado.

—¡Analía, no hagas trampa! —me reñiste con un deje de diversión en tu voz.

—Oye no hago trampa —refuté.

—Alto —ordenaste después de unos cuantos pasos más.

Mis pies se pararon en seco. Gracias a un hueco de luz, el cual se abría paso debajo del pañuelo, podía contemplar el verde cesped.

—¿Llegamos?

No hubo respuesta, solo sentí tu cuerpo un poco más cerca del mío y tu respiración en mi cuello. Cuando me di cuenta de lo que sucedía, tu boca ya aprisionaba la mía y una sonrisa se escapaba de tu rostro.

—No... ¡Diablos! eres tan hermosa que no puedo aguntarme a llegar para besarte.

Me acerqué más a ti, y mis labios entusiasmados se encontraban una vez mas con los tuyos en un delicado beso.

Tus dedos viajaban por mi rostro, se deslizaban como un pincel hasta mis rulos, los envolvían y luego bajabas nuevamente a mis caderas para rodearlas, me apretabas mas contra ti.

Cada célula de mi cuerpo parecía encenderse cuando tus dedos pasaban por allí, cada una renacía y enviaba señales de vida a todo mi cuerpo para iluminarme, eran como ondas de luz encargadas de encandilar la oscuridad que se producía al cerrar los ojos.

Podía sentir que veía mas allá de lo real, podía ver mi interior, tú lograbas que me conectara con mi alma, tú me hacías amar, amarte y lo haría por siempre Damian.

Cuando apartaste tu boca, sentí como todo volvía a la realidad, de pronto, me faltó el aire solo por unos segundos, como si hubiera estado respirando solo gracias a ti. Abrí los ojos, pero fue inútil, el pañuelo me privaba de la luz.

—Apuremos el paso, o no voy a poder evitar besarte nuevamente, ya falta poco —hablaste jadeando y yo asentí con un movimiento de cabeza.

Lamento no ser como ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora