Capítulo 2

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— Estoy acostumbrada al palacio, ya lo sé, de igual forma me encantaría ir a Ugarit— dijo cruzando los brazos mirando a su padre.

— ¡No!, allí no irás todavía, y a ningún lado, corres peligro hasta con cientos de soldados alrededor de ti. Aguarda un poco — exclamó Argus con tono preocupado, solo habían transcurrido unos días desde que Arlet fue proclamada reina.

— No corro ningún peligro si tú vas también— bufó acomodándose un collar que tenía puesto—, estoy ansiosa por la selección de soldados.

— Esa no es tarea tuya hija, deja que yo me encargue solo— suspiró esperando que Arlet lo entendiera.

— Esta bien padre —suspiró resignada —, Será como tú digas padre— habló firme con una pequeña sonrisa, ya siendo la reina jamás pasaría por encima de su padre.

Se dirigió a sus aposentos en compañía de las doncellas y se alegró de ser quien era, fue un pensamiento fugaz y extraño, Arlet empezaba a sentirse más a gusto con ser reina y con tener a Argus como padre, un rey con todas las letras. Pasó el día aprendiendo a sumar y manejar números, el rey se había encargado estupendamente de la educación de la joven, ya que él sin dudas la amaba profundamente como hija y deseaba lo mejor de lo mejor para ella.
Argus se llenó de miedo y de preocupación, nunca quiso volver a Ugarit, pero tarde o temprano le tocaría pasar por aquella ciudad, tenía un mal presentimiento, cada veinte años eran mil soldados jóvenes los que se incorporaban al palacio, mil muchachos de toda Kaná obligados a dejar su antigua vida para siempre y esta vez sintió la aproximación de una gran guerra, había oído los rumores por muchos lugares hace ya bastante tiempo, Argus ya sabía el motivo de la lucha y eso lo atormentaba. Arlet estaba en la mira de los enemigos, ella era el lado débil del rey más temido. Los principales caballeros y los de más confianza del rey eran los que se encargarían del corto viaje para traer a los jóvenes que seguramente ya estarán listos y esperando la llegada de los hombres de Argus.

En medio de todos esos muchachos de todos los pueblos estaba Bevan, quien estaba en contra de su destino, planeaba como huir del asentamiento para no ser llevado por los caballeros, esperó impaciente a que se hiciera de noche para poder cruzar el pequeño río que dividía Award con Ugarit, su deseo era abandonar Kaná completamente, pero primero empezaría por huir de Ugarit, le tomaría toda la noche estar lejos y la penosa canoa de madera que lo llevaría a remos se tambaleaba como si quisiese volcarse bruscamente en cualquier momento. Era un muchacho muy alto y delgado, como esas palmeras que se mueven con el viento en una tormenta, llegan hasta el suelo, pero nunca caen por completo; de un susto vuelven a su estado alto, así era Bevan, poseía tantas cualidades y talentos que era una lástima que ni él se daba cuenta de eso, era difícil hacerlo, era como decir que había un árbol con frutos en medio de la nieve, o en medio de un desierto.

Llevaba horas remando sin descanso, el hambre y la sed lo detuvo para ahogarse en un suspiro de esperanza que lo revitalizaba. Se había rendido cuando vio que el sol empezaba a asomarse, era como una bola gigante que buscaba atraparlo, que lo perseguía en medio de la nada, justo allí era donde ahora se encontraba, solo y sin más fuerzas para huir de algo que él no quería. Permaneció inmóvil largos minutos en la canoa, se obligaba a pensar en algo bueno o en algo que lo hacía feliz para así poder encontrar fuerzas, “Solo un poco más”, murmuro para sí mismo, teniendo la mirada perdida en el agua, un pez de gran tamaño a los ojos de Bevan se hacía visible muy cerca de la canoa empujando la misma hacia una dirección, Bevan muerto de miedo tomo los remos y remó en dirección contraria lo más rápido que podía, el pez tenía unos dos metros de largo y era de un color plateado oscuro, como si tuviese puesto armaduras de plata, este pez era mucho más astuto seguía poniendo fuerza empujando la canoa mientras el muchacho remaba con todas sus fuerzas retrocediendo. Se detuvo resignado y observó los movimientos del extraño pez, había jurado nunca haber visto una especie parecida, pensaba que eran alucinaciones suyas a causa del hambre.

El pez empujaba la canoa tranquilamente por el rio, en ningún momento se detuvo, lo llevaba hacia aparentemente otra ciudad al otro lado del rio, Bevan estaba perdido, ya no sabía hacia donde iban, creía que era en Award pero ahora había dejado de creerlo, le habían dicho que esta cuidad quedaba al otro lado del rio, pero muchos pensamientos atropellaban su cabeza y el pobre chico ya no sabía dónde estaba ni hacia donde lo llevaba este pez, que, para él, seguía siendo una alucinación. Bevan no resistió una hora más y se rindió ante el cansancio y el sueño, quedo plácidamente dormido mientras la canoa seguía en movimiento a su destino.


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La Leyenda Del Trono BlancoWhere stories live. Discover now