Capítulo 16

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—¡Señor!, hemos venido por usted majestad—exclamaron los soldados, inclinándose ante aquel hombre cubierto de pelos, Bevan no era capaz de asimilar que ese animal de hace unos minutos sea un rey, imposible. No quería pensar en eso, ahora lo más importante es que podrá abandonar el bosque.

Los soldados se acercaron al “rey” y lo ayudaron a caminar, llevaba tanto tiempo en este lugar que olvidó como hacerlo, todos estaban felices de haberlo encontrado e ignoraban por completo la presencia de Bevan, los soldados simplemente no lo veían ni escuchaban sus palabras. Bevan se había convertido en un ser invisible, el rey cubierto de pelos y de tierra volteó a mirarlo, pero ya no estaba, el joven ya no estaba parado ahí o quizás no existió jamás, era producto de su imaginación y locura.

—¡Sáquenme de aquí por favor! —sus gritos le raspaban la garganta, nadie lo oyó.

—¿Por qué me odia tanto? ¿Por qué es usted tan cruel? —la rabia ardía en todo su ser, sus ojos eran dos llamas diminutas y golpeaba sus manos contra el suelo, Argus hacia todo esto para presionarlo y obligarlo a rendirse para así volverse un soldado miserable por el resto de su vida, Bevan no cedería jamás, resistirá los dardos de Argus y vencerá. No conseguía levantarse del suelo y todo el cuerpo le dolía, han sido los días más duros de toda su vida, cerró los ojos y se imaginó en otro lugar, engañándose podría sobrevivir mucho más, rodeado de gente y paisajes bonitos acompañado de una bella mujer con el rostro de Arlet, la única mujer que no consigue olvidar, presente en sus pensamientos para darle una sonrisa, aunque sea por un segundo.

Arlet también pensaba en alguien, llevaba varios minutos mirándose al espejo sin pronunciar ni una sola palabra, su doncella no dejaba de preguntarle donde ha estado esta mañana temprano, tenía un gran interés en saberlo, el joven apuesto del rio no estaba allí como en los últimos días, tal vez ya se haya marchado a su pueblo lejano, ya ha pasado tiempo de la coronación y su estadía en el pueblo era breve, es posible que nunca lo vuelva a ver.

Sabia rondaba alrededor de Bevan mientras dormía, llenaba su mente de sueños extraños y pesadillas que lo agitaban, lo atormentaba día y noche trayendo sus mas oscuros pensamientos a memoria, recuerdos dolorosos y culpabilidad, ella quería que el se rindiera y la buscara suplicándole paz a su alma, estaba tan cerca de lograrlo, Bevan era un niño débil jugando a ser fuerte mientras se hundía en la oscuridad. Las olas del mar iban y venían con turbulencia, contemplaba el horizonte inmóvil sin pestañear, Sabia ya no estaba, había abandonado el bosque para volver a su palacio, dejar el mundo real para aparecer en un bosque mágico era más fácil que ir a otro continente. Salir de un bosque mágico era más difícil que escapar de una prisión de máxima seguridad. Es mas sencillo matar a un gigante real, que acabar con el gigante jugando con nuestras mentes.
La joven reina tomó un caballo cualquiera del establo y se marchó hacia el bosque en busca de una posada donde pudiese encontrar a Dugan o tener alguna información de él, llegó a la posada más cercana, pero nadie había oído hablar de él, bajaban la cabeza con temor al oír su nombre y les parecía extraño que la reina pregunte por él, ese intruso no era bienvenido en ningún asentamiento de Kaná.

—¿De casualidad has visto pasar por aquí al príncipe Dugan? —preguntó Arlet a una anciana que iba pasando por ahí, no dejaba pasar a nadie sin preguntar lo mismo.

—¿Príncipe?, la verdad es que no he oído de ningún príncipe mi señora, pero si un tal Dugan es conocido en la ciudad, el viejo del espejo te podría ayudar a encontrarlo—la mujer apuntó con los dedos hacia una pequeña casa detrás de ella, Arlet dio las gracias y la anciana se inclinó ante ella sonriendo. 

El viejo del espejo era muy famoso en el pueblo, era lo mas parecido a un adivino, su instrumento principal era un antiguo espejo de orígenes desconocidos, él afirma haberlo encontrado en un misterioso bosque hace cincuenta años. Asombrado por la visita de la reina, el hombre la invita a pasar sin poder articular ninguna palabra.

—Buenos días, vengo porque me han dicho que usted podría ayudarme a encontrar a alguien—habló tomando asiento en un pequeño tronco, el hombre no puede esconder su sorpresa.

—Mi señora, estoy sin poder creerlo, ¿Qué hace usted aquí? —ignora la pregunta de Arlet observándola maravillado.

—Es algo urgente, quiero encontrar al príncipe Dugan, ¿lo conoce? Quiero saber si ya se ha marchado a su tierra—pregunta con cierta preocupación, no puede evitar dejar de observar su espejo, es lo único que hay en la casa, además su cama y dos troncos de madera.

—¿Dugan, el rey Dugan?, no entiendo, ¿tiene un heredero? —preguntó acercándose a la reina.

—Si, su único hijo, ese el rey Dugan Máximo y a quien busco es a su hijo, asistió a la ceremonia de mi coronación.

—Imposible, ¿está segura?, el único Dugan es este—dijo señalando su espejo mágico que formaba una figura masculina.

—¡Es él!, él es el príncipe—se acercó al espejo emocionada.

—Él es Dugan Máximo, rey de Heter, no tiene herederos, ni esposa.

Arlet no terminaba de comprender, ¿Por qué el supuesto príncipe le mentiría?

La Leyenda Del Trono BlancoWhere stories live. Discover now