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(Mery)

— ¡María!—la voz de la Sra. Pardo retumba por la casa.

Daniel se aparta y me da una mirada impotente.

— Supongo que esa es la señal para que vuelva a trabajar—y sale de la cocina.

Me quedo ahí, sujetando la mitad de un limón. Estoy sin habla...hecha polvo. Daniel se me ha insinuado.

No es cualquier chico. Es DANIEL OVIEDO, el chico con el que he soñado por lo que parece ser toda la vida. El chico al que solía mirar por la ventana solamente para esperar el día en el que esté en una misma habitación con él.

Es el chico que me atropelló con su coche y me dejó tirada.

Pero mirando dentro de sus ojos, tenía claro que no es el Daniel Oviedo que conocía. El viejo Daniel tan solo se preocupaba por sí mismo. Nunca pensé que él llegara a preocuparse por lo que le rodea. ¿Mi corazón había empezado a perdonarlo?

La noche anterior me fui porque nuestro beso fue perfecto. Como siempre había soñado que sería nuestro primer beso. Asustada de que nunca quisiera volver a besarme, o que se riese, o...que pasase algo que pudiera cambiar esa perfección, me fui.

Cuando el autobús frena en la esquina de nuestras casas, le pregunto a Daniel si quiere venir a la mía.

¿Está tu madre en casa?—pregunta.

— Hasta de aquí una hora no volverá.

Él se encoge de hombros y dice:

— Bien.

Lo guio hasta mi casa y luego hacia mi habitación.

— Mi madre enloquecería si supiese que has estado aquí, en mi habitación...solos.

— Sí, la mía también—dice— ¿Quieres que me vaya?

Sonrío.

— No. Solo nosotros podemos decidir, ninguno de nuestros padres debe decidir por nosotros.

Estudia la decoración amarilla y rosada de mi cuarto, caminando. Coge un par de guantes de boxeo rojos que cuelgan en mi cama.

— ¿Tuyos?

— Me los dieron cuando estaba en el hospital. Ya sabes, para recordarme que siguiera luchando.

Él sonríe tristemente hacia los guantes de boxeo.

— Estoy cansado de luchar. Estoy cansado de revivir el accidente—dice casi para sí mismo, como si fuera un pensamiento privado que está compartiendo conmigo.

Cojo los guantes de sus manos.

— Yo también—y por primera vez desde esa desafortunada noche, quise decir eso. Cuando sus ojos taladraron los míos, pregunto—, ¿por qué estás aquí? Sé sincero.

Él sacude la cabeza.

— No lo sé—pasa la mano por su cabeza frustrado—. Dios, sé que tendría que estar lo más lejos que pueda de tí...y esta parte me está volviendo loco...cuando estoy cerca de tí puedo sentir cosas otra vez. Me quedé despierto toda la noche pensando en abrazarte hasta que todo el dolor se fuera lejos. Necesito que estés bien para estar yo bien. Pensaba que era Claudia quien me haría olvidar. Pero eres tú. Tú. ¿No es una mierda, Mery? Porque tal vez si me dices que es una mierda lo creeré.

— No es de ser loco, ni mucho menos—mascullo, en ese momento se acerca y lo abrazo tan fuerte como puedo.

Él pone sus brazos alrededor mío y me sostiene apretada.

— ¿Alguna vez podrás perdonarme?—pregunta, con la voz temblorosa.

Una lagrima cae por mi mejilla. Siento su humedad caliente sobre mi piel. No sé el momento exacto en el que sucedió, pero algo ha cambiado. Yo he cambiado. Y creo que es porque al final olvidé el pasado. Estoy lista para vivir mi vida otra vez.

— Ya te he perdonado, Dani—le digo.

Permanecemos de ese modo un largo tiempo. No sé cuánto tiempo ha pasado. Es como si estuviera quitándole su dolor y él el mío. Antes, estaba confundida...lo que sentía por él, lo que sentía sobre el accidente...Pero cuando está conmigo, dejo salir los sentimientos que he guardado durante este año pasado.

Cuando se aparta, lo oigo sorberse la nariz, y veo cómo limpia las lágrimas que caen de sus ojos.

— Se me ha metido algo en el ojo.

— Sienta bien llorar, Dani. No se lo diré a nadie—miro hacia mi armario, donde está escondida mi raqueta—. Yo lloro un montón.

— ¿Si? Bueno puedo cambiar eso.

Ya lo ha cambiado.

— Mi madre va a llegar a casa en cualquier momento—digo cuando miro fijamente hipnotizada esos oscuros ojos marrones.

— Mejor me voy—asiento.

— Si.

Él se acerca, tanto que puedo sentir su corazón latiendo contra el mío.

Aguanto la respiración cuando estira su mano y la pone sobre mi mejilla. Ligeramente roza mis labios con el pulgar, trazando mi labio inferior y superior cuando lo mueve sobre ellos.

— Tienes unos labios muy suaves.

— Siendo honesta no es que tenga mucha experiencia besando—digo tímidamente, luego bajo la vista y rompo nuestro contacto. No puedo mirarlo mientras digo esto—. Quiero decir, no soy como Claudia en ese aspecto. Probablemente estés acostumbrado a chicas que saben lo que están haciendo, y yo soy nueva en esto y de verdad, de verdad me avergüenza si lo estoy haciendo mal o...pf, estoy haciendo el ridiculo ahora mismo.

— No iba a besarte.

— ¿No ibas?—levanto la vista. Porsupuesto que no iba a hacerlo estupida. ¿Por qué tendría una relación conmigo cuando podría estar con alguien que de verdad supiera lo que estaba haciendo?, alguien que no fuese responsable de enviarlo a prision, me dice mi cerebro.

— No. La próxima vez que te bese me voy a tomar mi tiempo, y tu madre puede llegar en breves.

Reviso el reloj que hay sobre mi mesita de noche y asiento.

Él muerde su labio inferior, pensando.

— Claro que no, la próxima vez que te bese durará un largo, largo tiempo. Y cuando lo hayamos hecho entenderás que para que algo te encante no cuenta la experiencia.

Mientras yo seguía pasmada, Dani salía por la puerta.

Dejando Paraiso ||Completada.Where stories live. Discover now