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(Mery)

Daniel nisiquiera sabe que la Sra. Pardo murió. Cuando lo vi esta mañana en el pasillo, iba a decírselo. Pero entonces le pillé con Claudia.

Antes de que nuestra relación empezara, lo podría aceptar. Pero yo he estado creyendo que le gustaba lo suficiente para no necesitar a nadie más. Creí que lo que teníamos era real. Puaj. No quiero pensar en Claudia García y su perfecto cabello rubio y sus perfectos y desvergonzados pechos o en la forma tan perfecta con la que camina. Pero no puedo evitarlo. Porque yo no soy perfecta.

Estar sentada en la camilla de la enfermera lo demuestra. Desde que Daniel se quedó paralizado aquí, sorprendido por las cicatrices en mi pierna, he estado deseando poder irme.

— ¿Puedo volver a clase?

La enfermera del instituto se inclina sobre mi pierna con guantes de látex, examinándola. Levanta la vista.

— ¿Te duele?

¿Se refiere a mi corazón? — No. Estoy bien—le digo—. De verdad.

— Tienes un poco de sangre aquí. Me preocupa que puedan haber daños internos.

— Es solo una pequeña raspada—digo mientras la mujer pone un líquido casi transparente en un trozo de algodón y lo frota sobre la sangre de mi rodilla—. Se ha armado un problemón por nada.

Sé por qué Daniel vino corriendo hacia mí y actuó como si estuviera completamente preocupado. Es porque se siente culpable de que yo escuchara los detalles sobre su relación con Claudia. Alberto solo dijo la verdad, yo fui la responsable de meterlo en la cárcel. Daniel y yo no debimos nunca volver a hablar. Deberíamos haber seguido ignorándonos mutuamente en casa de la Sra. Pardo.

Porque si no hubiéramos hablado, no estaría tan unida a él.

Si no hubiéramos hablado, no lo habría besado y querido más. No habría dejado que me manipulara.

A la enfermera no se le ve contenta cuando me baja de la camilla y cuidadosamente baja mi pantalón. Sin embargo no voy a sentarme y estar de mal humor todo el día. Voy a levantarme y mantener la cabeza alta, ante Daniel, Alberto, Claudia...y cualquier otro que decida ponerse en mi camino.

Cuando estoy vestida, doy un suspiro de alivio. Mis cicatrices están cubiertas. Entonces, ¿por qué me siento tan expuesta? Porque Daniel ha visto las cicatrices de las heridas que él formó en mi cuerpo.

Las cicatrices que me hacen pensar en él y el accidente todos los días de mi vida.

Por desgracia al salir paso por la oficina del director. Daniel está sentado frente a la mesa de secretaría, con la cabeza hundida en las manos.

Como si supiera que lo estoy mirando, levanta la cabeza. Sus ojos me penetran como si estuvieran buscando calor o conexión. ¿Cree que soy una tonta que quiere ser humillada? Aparto la mirada, espero a que la enfermera me dé el justificante y salgo del despacho tan rápido como puedo.

Como si el día no pudiera empeorar más, Claudia y una rubia tonta vienen por el pasillo. Todavía no me han visto. Me meto en el baño de las chicas...ya he tenido suficiente por un día.

Me miro en el espejo del baño. Ojos de color avellana, cabello que no ha decidido si quiere ser claro u oscuro, y una nariz que es demasiado grande para mi cara. En la cima de todos esos defectos, mi tan conocida cojera.

¿Cómo pude pensar que podía competir con la perfecta Claudia García?

La puerta del baño se abre. Me escondo en una de las puertas y escucho a Claudia decir:

Dejando Paraiso ||Completada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora