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ADVERTENCIA: En Wattpad sólo encontrarás esta historia hasta el capítulo 10. Si quieres leerla completa, puedes adquirirla en Amazon Kindle, Booknet y Buenovela.


Emilia entró a trabajar en la CBLR Holding Company una semana después. El sueldo era estupendo, su lugar de trabajo bastante iluminado, amplio y funcional, y le presentaron otros arquitectos de su mismo nivel. Algunos le sonrieron, otros siguieron en lo suyo.

El recorrido esta vez fue menos despacioso y más lleno de datos. Firmó una serie de papeles que la incluían de inmediato en la nómina y pasó a ser parte del personal.

Actualmente, se dio cuenta, la constructora tenía entre manos muchos proyectos, y a ella la incluyeron inmediatamente en uno de ellos. Era pequeño, y tal vez poco ambicioso, pero al darse cuenta de que haría parte del personal que llevaría al mundo real algo que todavía estaba en planos, no pudo evitar su entusiasmo.

-Woah!!! –exclamó Telma cuando Emilia le contó con todo detalle lo que estaba haciendo y dónde-. Maldita! Ganas lo mismo que yo y acabas de graduarte! –Emilia se echó a reír.

-Tengo mejor suerte, tal vez.

-Sí, no cabe duda. Pero qué bien, Emi! –Emilia sacó de su bolso la invitación a la galería de arte y se lo extendió a Telma.

-Aquí dice que es para dos personas. Podrías acompañarme?

-Patético. Irás con tu mejor amiga a un evento donde deberías ir del brazo de un hombre.

-Y tú eres especialista en arruinarme el buen humor –le reclamó mirándola con rencor-. ¿Vas a venir conmigo o tendré que ir sola?

-¿Eres capaz de ir sola?

-Entonces qué. ¿Tendré que privarme de salir y vivir la vida sólo porque no tengo un hombre a mi lado para que me haga compañía? Estoy por pensar que los hombres para ti sólo son un accesorio.

-En muchos casos lo son –Emilia le echó malos ojos, pero Telma no pudo resistirse mucho rato-. Está bien. Iré contigo. También estoy soltera, qué le vamos a hacer.

-Pero tú porque eres difícil, mujer. No hay hombre que te dé la talla –Telma sonrió de medio lado.

-Cómo se va vestido a una cosa de estas? –se preguntó Telma, y sacó su teléfono.

-Ya que personas como los de la CBLR están invitados, yo diría que... formal.

-Mmm, sí, es lo más probable.


Adrián Fernández entró a la galería de arte y miró todo en derredor. Había muchas personas deambulando por allí mirando los cuadros, y buscó entre ellos a alguien con quien tal vez pudiera charlar. Había venido solo, como siempre; al ser uno de los arquitectos estrella de la empresa donde trabajaba, realmente eran pocas las personas con las que podía hablar sin sentirse raro.

Al fin lo vio. Rubén no prestaba demasiada atención a los cuadros, sólo hablaba con el que a todas luces era el artista que en esta ocasión exponía, y, se dio cuenta, echaba vistazos disimulados al reloj.

-Tú aquí, eh? –lo saludó, y Rubén fue muy tacaño con su sonrisa.

-Hola –le dijo. A continuación, le presentó al pintor, un larguirucho de cabellos y barba rizada y rojiza. Llevaba lentes redondos espejados y una boina de cuadros. Raro.

-Un placer –lo saludó Adrián, y en un aparte le dijo a Rubén: -Puedes venir conmigo un momento? –Rubén miró al pintor, y luego de disculparse, se alejó con Adrián-. Ahora, agradéceme, ya que te libré de tener que entretener a ese hombre-. Se ufanó Adrián con una sonrisa. Rubén hizo una mueca.

Rosas para Emilia ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora