Capitulo 8

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Era la segunda noche que salía a cazar. La primera había hecho un reconocimiento por la zona y matado a un par de conejos, pero hoy necesitaba algo más. Necesitaba liberarme de toda la preocupación que estaba recorriendo mi cabeza. Así que dejé que mi perro me guiara por le rastro de un viejo alce que pastaba tranquilo a la luz de la luna. Saqué una flecha en sumo silencio y controlé la respiración, me puse de pie detrás de un árbol y tensé el arco para girarme y dispararlo. La flecha voló cortando el aire, pero el animal corrió asustado haciendo que mi proyectil se clavara en un roble.

Miré extrañada como mi presa huía despavorida. Algo le había alertado de que estaba cerca, miré en al otro lado del claro donde un hombre golpeaba un tronco frustrado. Ese tipo había hecho ruido y me había hecho errar el tiro... Iba a matarlo. Atravesé el claro como un huracán y desclavé mi flecha indignada, lo guardé en el carcaj y esperé Bronte.

- Maldita sea- dijo el hombre mientras se tropezaba contra una rama y caía al suelo.

- Quieres dejar de hacer ruido- le advertí en un susurro gritado.

Me di la vuelta para verle la cara. Reconocí su rostro del inframundo, su barba no había crecido, aunque ahora levantaba los brazos asustado. No deje que la sorpresa de verlo de nuevo se me notara, lo recorrí con la vista y vi como de su pierna salía sangre.

- Artemisa- saludó cortado mientras respiraba con suavidad.

- Tu otra vez. ¿Te lo has hecho ahora?- pregunté señalando su herida. El negó con la cabeza.

- Me transporté en un mal lugar y me clave una piedra en la pierna.

Se incorporó despacio y usó su espada como bastón para levantarse. Me puse de cuclillas y miré las huellas del alce, Bronte entendió mi mirada y comenzó a seguir el rastro, aquella noche no pensaba fallar en mi tarea. Observé a Orión un segundo antes de darme la vuelta y comenzar a marcharme.

- Siento haberte arruinado el tiro- dijo con una sonrisa torcida.

- Siento no recordar nada de ti Orión- respondí dejándolo atrás. Estaría bien, era inmortal, solo le tomaría unos momentos curarse del todo.

Seguí al perro entre las ramas y arbustos hasta que lo encontré olfateando al rededor de un sauce. Habíamos perdido el rastro. Estuve tentada de gritar, pero ver la mirada triste de Bronte por haber perdido a su pesa me dio demasiada pena. Le acaricié el lomo al animal y me senté a su lado con una sonrisa. Al menos había vuelto a ver a ese extraño chico.

- ¿Lo conocías tu Bronte?- le pregunté en un susurro, pero el animal estaba distraído mirando una luciérnaga.

Cuando el sol estaba saliendo entre las montañas decidimos volver al campamento. Me gustaría decir que me dormí nada más tocar mi cama, pero al parecer los dioses no tenemos por qué dormir tan seguido como los humanos.

- Artemisa- gritó Dasha irrumpiendo en mi cuarto. La miré sorprendida- hay novedades en la revuelta contra Zeus.

Poseidón había arrasado con un tsunami la costa de la isla japonesa. Y a Demeter no se le había ocurrido otra cosa que diezmar los cultivos del sur de América. Se había propuesto molestar a los dioses que los apoyaban, destruyendo los lugares donde sus seguidores solían vivir. Nadie sabía donde se refugiaba Demeter, mis cazadoras llevaban un mes buscando por las zonas Europeas, pero no había ni rastro.

Miré mi cama esforzándome por no derrumbarme sobre ella. Suspiré, chasqué los dedos para rehacerme la trenza bien y me ajusté la capa antes de salir de la tienda. Durante las últimas noches, antes de que saliera de caza, había estado leyendo todos los pergaminos de mi tienda, memorizando estrategias y formas de ataque. Ahora sin duda agradecía las noches en vela.

Dioses del olimpoWhere stories live. Discover now