CAPÍTULO DOS

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EL ÁNGEL SANADOR


Al despertarse al otro día noto con tristeza como su reflejo se veía opacado por el terror y la depresión. Nunca había soñado algo semejante y menos que se sintiera tan real.

La perseguían en un lugar nublado por la neblina y la nieve, y aquel sonido espantoso seguía reproduciéndose una y otra vez en sus oídos. Era una maquina que extraía de las entrañas de aquel sitio arcilla roja y bullosa, barro carmesí que brillaba como la sangre. Y eso no era lo atemorizante, era aquel ser de piel pálida que corría a su encuentro con un cuchillo enorme de carnicero.

Donde se supone que estaba y quién era el demonio que la perseguía era el dilema que enfrentaba esa mañana.

Tomo su desayuno como costumbre aunque más distraía y pérdida que en otros días y después se dirigió a la pequeña clínica donde habían respondido su solicitud.

Cuando llego las esperanzas fueron alejándose de su mente abriéndole paso a la preocupación. Habían como veinte personas más postulándose para aquel prestigioso puesto y ella no era la más experimentada en aquella sala, lo sabía por las arrugas o canas que muchos mostraban. Debió descansar más, si a su poca experiencia se le atribuía el hecho de que estaba temblando de nervios, miedo y sueño, aquel no sería un espléndido día como deseó.

Podría ser un pequeño lugar en lo más alejado de la ciudad pero era reconocido por ser el mejor en la ciudad en su especialidad: La pediatría.

Al menos su dueño lo era, un brillante y maravilloso doctor británico al cuál apodaban "El Ángel Sanador". Isis pensaba que era un seudónimo algo exagerado pero cuando fue su turno de entrar a la entrevista quedo congelada por lo que fueron treinta segundos en la puerta. Aquel hombre poseía el rostro más delicado y hermoso que había visto en su vida. 

*Es tan hermoso... De seguro es gay, eso explicaría su especialidad y elegancia.*

La expresión de hielo que se fornaba en el rostro de aquel hombre le hizo recordar a lo que había ido a aquel sitio, animándose a si misma a continuar, cerrando la puerta .

*Podría ser peor Isis.*

-Puede tomar asiento por favor -Su voz era digna de su físico, era el hombre perfecto, pero en su mente aún bullía la idea de que era homosexual.

*No puede ser tan perfecto, ningún hombre lo es.*

Y es que seguía observándola sentado en su escritorio tras aquellos anteojos de montura oscura, era alto según podía ver, delgado pero con buena musculatura, de rostro inmaculado, un acento marcado y sensual que era pronunciado con la voz más grave y varonil que pudo haber deseado escuchar, de cabello rubio casi rojizo y ojos azules verdosos tirando a grises, sus labios eran finos al igual que su delicada nariz, poseedor de un tono nívea, tan pálido como la nieve de su sueño... Y allí estaba de nuevo pensando en aquel extraño y nada convencional sueño.

-Señorita sé que debe estar nerviosa pero le prometo que esta entrevista en más sencilla de lo que cree -En ese instante se percató de que seguía mirándole de forma embelesada y aquello la hizo sonrojar como nunca.

*¿Qué pensará este hombre de mi actitud?* Pensó mientras tomaba asiento y apretaba su bolso entre sus manos.

-Lo siento mucho -Aquella frase salió por sí sola, él sonrió de una manera tierna e incluso sincera.

No sabía cómo tomar aquella reacción.

-¿Es tu primera entrevista? -Le hubiera gustado mentir pero lo cierto es que no tenía experiencia fuera de sus pasantías. Asintió con su rostro y él tomo de una gaveta a su izquierda un lapicero plateado y un.... ¿Chocolate?, si eso era lo que había extraído del interior de su escritorio y justamente en ese instante se lo estaba ofreciendo. Sintió vergüenza por lo que lo miro con algo de confusión. Ella supo que se divertía con su incomodidad gracias al gesto casi gracioso que hizo su cara, observó como se retiraba sus lentes y ablandaba su semblante, hablando con más calma- Es para los nervios. Te ayudará un poco con ellos. Para que te sientas más cómoda, te contaré mi primera experiencia laboral, si no te molesta escucharla.

Aquél doctor además de milagroso y bondadoso era amable, gentil y compresivo. Su volumen al hablar era bajo y suave, cosa que transmitía confianza y seguridad. Asintió con sutileza deseosa de conocer aquella historia y él cariñosamente le ofreció un detalle de su vida a modo de consejo.

-Asistí a mi primera entrevista con un traje humilde y poco elegante. Aquello hizo que los demás aspirantes me observarán con desprecio... -Él recordaba como si hubiese sido ayer aquel incomodo momento donde se juro a si mismo ser mejor que los demás.

Su padre Vladimir Laing Sharpe le había transmitido todo su apoyo y le había inculcado los más grandes valores. La sinceridad, la humildad y la honestidad serían ejemplos que día a día él le transmitió. Su abuela, Isabeth Sharpe Cushing había recurrido a Inglaterra para dejar su pasado en Estados Unidos. Algo al cuál se negaba a pertenecer y del cual muy poco sabía. Como nieta legítima de Sir Thomas Sharpe, y único pariente de los Sharpe en reclamar dichas propiedades obtuvo el acceso a la residencia Allerdale Hall, la cual se hundía en su propia miseria y tierra podrida.

Rojo, un rojo puro como las rosas que crecían lejos de esas tierras desiertas y carentes de vida. 

Ella supo sacarle provecho y fue entonces como la minería de aquella zona renació de sus entrañas muertas. Tenía suerte de haber conseguido algunos papeles que la hacían dueña de todo aquello que estaba en, sobre y debajo de la propiedad. Lo que los Sharpe desearon por años ella lo hizo realidad. Reconstruyó cada espacio de aquélla mansión y aún así no pudo evitar despertar la maldición que conllevaba ser dueño de aquellas paredes.

Seguía siendo el lugar donde años atrás personas inocentes murieron por una cruel obsesión y así como surgió en la industria ganando el éxito y la gloria, recayó en salud. Hasta que murió sin conocer a su próximo descendiente, volviendo a la pobreza a su familia, la miseria de la cual sus antepasados intentaron huir.

Sueño Escarlata [FanFic Crimson Peak]Onde histórias criam vida. Descubra agora