CAPÍTULO ONCE

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PROMESAS

-¿La amas? –Ella ya no veía al tataranieto de Thomas, ella realmente veía al hombre que amo y al cual protegió con su ser completamente. La agonía en su rostro le apuñalo el corazón, recordó todas esas ocasiones en donde ella recibió los golpes por él, solo por él- Este día tenía que llegar.

Era su maldición, era su realidad.

Lucille repetiría una y otra vez aquel inmenso dolor que sintió al verse sola, al saberse engañada. Traicionada por quien realmente amo y la angustia de saber que ella misma lo mato. No, ella no. Edith se lo arrebato.

-¿De qué estamos hablando? Yo creo que... Yo... -La miro con aquellos ojos azules tan parecido a los de su tatarabuelo, esos ojos llenos de dolor, de lagrimas nueva, de arrepentimiento- ...Lo siento –Dijo Laing algo exasperado por la situación, temía por ella, temía por él. Temía por Isis a la cual comenzaba a ver con otros ojos.

-Tu... Traidor -Le dijo dispuesta a matarlo de nuevo, salto a donde él estaba dispuesta a hacerlo pero otra presencia se hizo visible frente al doctor.

Era la hora.

El mismísimo Thomas Sharpe regreso a su lado para enfrentar a la que en vida le arrebato la felicidad. La que lo aparto de su esposa a quien amaba y de su hijo, al cual amo en silencio, en la lejanía de verlo progresar sin poderse mostrar, en aquel entonces no era el momento y él lo sabía, se quedo en silencio, rondando de cerca todos los malos deseos de su hermana hasta que tiempo después su nieta regreso a la mansión.

No sabía porque Lucille se empeñaba en ayudarla pero cuando nació su bisnieto imagino que ella estaba redimiendo sus acciones.

Que equivocado estuvo.

Ella siempre lo quiso así, de ese hombre nació su tataranieto, un niño con un parecido inmenso al suyo. La reencarnación podía ser posible, solo si un ser vivo le entregaba sus futuros descendiente y un objeto valioso por el difunto era sacrificado. Pero algo no marcho bien, el que debió nacer niña fue niño, realmente aquella mujer, su nieta se lo entrego a él. Laing era su reencarnación prometida, con él podría volver a la vida. Pero no, él no deseaba eso, solo quería descansar con su amada.

Isabeth Sharpe fue inteligente al entregárselo a él pero no por eso astuta, Lucille la mato al verse engañada pero no pudo asesinar de nuevo al niño. No, ese sería su nuevo amor, aquel que perdió por culpa de Edith. Los planes de ella cambiaron radicalmente con el nacimiento de ese pequeño.

"Irónico"
Pensó Thomas, él jamás podría estar junto a ella, simplemente su alma estaba muy sucia para hacerlo. Sonrió ante el hecho de que tal vez una fuerza superior les entrego esa posibilidad. No a ellos, si no a sus tataranietos quienes ahora compartían un vinculo más fuerte que toda maldición, sin saber cómo Isis nació portando el mismo ADN que su tatarabuela, un milagro quizás, o tal vez una consecuencia de los actos oscuros de su nieta. Sea como sea, ambos tataranietos eran la copia exacta de ellos cuando aun vivían. Edith y Thomas, por siempre en la eternidad.

Exacto, Isis era la única que podría salvar a Laing, así como Edith lo había salvado a él de aquella oscuridad. Solo ella podría romper esa maldición a la que fue expuesta. Las advertencias fueron hechas, ambos tenían las claves necesarias para defender lo que poco a poco crecía dentro de ellos.

-¡Lucille basta! –Aquel ser pálido y muerto parecía decidido a enfrentar aquellos demonios de su pasado.

-¿La amas? Dime, ¿La amas? –Aquello era personal, Lucille no confiaría nunca en él porque simplemente veía en su mirada la mirada de quien amo una vez.

Esa era la verdad detrás de todos esos años bajo su cuidado.

Los fantasmas de Allerdale Hall simplemente intentaban alertarlo de aquel peligro al cual él mismo acepto pertenecer. Esa era la realidad, nunca fueron violentos con él, simplemente no querían que viviera lo mismo que ellos. A pesar de ser familiar de aquellos que los asesinaron no deseaban que sufriera, comprendió entonces que morir no era desaparecer del todo, aun en aquella dimensión podrían arrepentirse, podían perdonar, podían amar y también podían odiar.

-Lucille yo te amo... A ti –La voz temblorosa de Laing escapo de sus labios en un susurro lleno de angustia, era mentira, él no la amaba, todo aquello fue solo lo que ella quiso que él sintiera y ahora que había descubierto el verdadero amor no sabía cómo corresponderlo.

Aceptar que todo aquello que vivió con ella era solo parte de una obsesión y no de amor era doloroso. Pero también aceptaba su culpa, él había perdido aquel amor prometido hacia ella, comenzaba a sentir algo por alguien más, se había entregado a alguien más. Él también tenía su porción de culpa, no solo fue Lucille.

Prefería creer que todo era su culpa.

-No te metas en esto Laing ¿Te has dado cuenta de la verdad? –Sir Sharpe le hablaba al joven sin perder de vista a Lucille- Debes huir, renunciar al vínculo que te une a ella.

-No la traicionare como tu –Le decía decidido. Sentía que su alma se podriría en los infiernos si la llegaba a dejar sola, la vio sufrir tanto tiempo que prefería mil veces sufrir por amor, que verla a ella revivir de nuevo el mismo dolor.

-¿La amas más que a mí? –Volvió a preguntar el fantasma putrefacto de Lucille- Lo prometiste. Lo prometimos.

-Yo no amo a nadie más. Solo te he amado a ti Lucille. Por favor escúchame. Detén todo esto y hablemos –Las paredes comenzaban a teñirse de gris y el aire parecía ser más denso que antes, incluso para su sorpresa aquella energía maligna comenzaba a romper cosas a su alrededor, e incluso a derretirlas.

Hacía calor, un calor que le recordaba el infierno que seguramente vivieron ambos seres, aquellos fantasmas se miraban sin darle tregua a Laing de hablar, él decía cosas que ni siquiera eran oídas.

Lucille había desatado su furia sobre aquella residencia y como el demonio que era no se detendría hasta ver consumido todo aquello, y por supuesto dentro de ellos estaba Laing.

-Lucille por favor –Las lagrimas de Laing eran de dolor. La había traicionado, y aquello era la consecuencia.

-Sabia que ella te robaría mi amor –Laing abrió sus ojos y observo como Lucille aparecía frente de él, acariciando su rostro con amor, un amor que le dolió.

El frío que emanaba de su pálido tacto era suficiente para sentir que todo estaba perdido, cerro sus ojos ignorando los gritos desesperados de Sir Thomas y entonces todo a su alrededor perdió brillo, el sentido de su vida se había esfumado.

Él había repetido la historia, él la había lastimado nuevamente. Sir Thomas siempre tuvo la razón.

Oh Lucille... Negro sobre negro y más negro fue lo último que observo.

-No la dejare tenerte, tomare mi anillo, robare su cuerpo y regresare por ti –Le susurro Lucille a medida que consumía su vida. Al menos eso sintió.

¡Laing despierta!

*

Los fantasmas existen. Es todo lo que sé.

Se desvanecen, junto con el pasado, como la niebla en plena luz del día...

Hay cosas que nos ligan a un lugar del mismo modo en que nos destruyen.

A su paso, dejan enseñanzas simbólicas.
Certezas simbólicas.

Algunas permanecen atadas a un terrero o a una fecha concreta.

Hay otras que se aferran a un sentimiento.

A un impulso, Pérdida, Venganza o...
Amor...

...Un crimen horrible...

Esos, esos nunca se van.

Y todo inicio después de mi cumpleaños número veinticuatro. Las pesadillas y cada uno de nuestros encuentros. La muerte nos seguía a pasos lentos.

Ya la muerte no se aproximaba.

La muerte había llegado. 


Sueño Escarlata [FanFic Crimson Peak]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora