Capitulo 1

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--¡Justo ahora!

Mascullo, luchando con las llaves en café, el bolso y la gente que la empujaba en la transitada calle, dirección a su apartamento, mientras seguía escuchando como su teléfono móvil sonaba con fuerza, igual a un bebe pidiendo ser alimentado. Solo que a ella la estaba llamando.

Parando a un lado de la calle, lo más lejos que pudo de todos los transeúntes que la confundían con bolos, aferro su vaso caliente de café y hundió su mano libre en el interior de su bolso, buscando el móvil con desesperación. Rebusco entre la cartera, llaves, el neceser de maquillaje. El pañuelo que se había quitado del cuello y había guardado en su interior, un estuche de bolígrafos y una agenda. El maldito estaba al fon y seguía sonando sin descanso.

Pescando el aparato con dos dedos, tiro de él y lo librero triunfalmente. Abriendo la tapa de la cubierta que lo protegía, sintió como todo su cuerpo estallaba en piel de gallina, cuando vio el nombre en la brillante pantalla.

Deslizando su dedo sobre la pantalla táctil, descolgó la llamada de Alexander y se lo coloco en la oreja.

--¡Hola, nena! ¿Cómo estás?

¡Esa voz! Dios como la echaba de menos, escucharla cada día durante todo el día. Pero ¿Qué podía hacer? Su chico llevaba cuatro meses y dos semanas fuera de casa en una misión, en a saber donde, ya que ella no tenía esa información, y solo podía escucharlo o verlo, cuando el hombre llamaba. Lo cual procuraba hacerlo diariamente, pese a que él decía que las mejores noticias eran cuando no había, es decir, cuando no tenía llamadas. Sin embargo, ella le pidió que pese a que eso era lo que hacían muchos de sus compañeros con su familia, ella quería comunicarse con él y oírle. Del mismo modo en el que él la llamaba cuando tenía la necesidad de evadirse de todo lo que ocurría a su alrededor en la base militar a la que es destinado, ella necesitaba oírle, para calmar su corazón.

Pensar en la distancia que había entre ellos la entristecía, pero con el paso de los años, se había hecho un poco más ligera de llevar, aunque seguía odiándola a muerte. Cuatro años de noviazgo ¿Qué tenían que decir todos esos que decían que no iban a durar ni un mes? Aja. Ahí estaban, comprometidos, viviendo juntos y aun novios. NOVIOS. Si, y a quien le pique, que se arrasque, señores.

Entre ellos su padre, que aun estaba ofuscado por no haber sido el centro de atención, durante su pedida de mano.

--Hola, cariño. Bien. ¿Y tú como estas?

Rio ella suavemente, cuando giro su cuerpo para que un oficinista con prisas no la arrollara. Girándose para darle una mala mirada a la espalda que desaparecía de su vista entre el gentío, suspiro y regreso a su camino. Por suerte le quedaban apenas unos pocos minutos para poder internarse en la calle que llevaba hacia la suya, y que era mucho menos transitada, y por lo tanto más tranquila.

--Bien. No hemos hecho gran cosa. Ni siquiera he salido de la base.

--Oh. Eso es raro.

Dijo con sorpresa. Aunque escasas, esas veces en las que su chico no salía a ningún lado, eran los mejores, dado que así no arriesgaba su vida. Aunque en esos momentos, Alexander se aburría como una ostra. Era un hombre de acción. Le gustaba moverse de un lado a otro, y pese a que también apreciaba la tranquilidad, Alex disfrutaba con el ajetreo. Era de ese tipo de hombres, que el gimnasio no era suficiente para calmar su espíritu.

--Lo sé. Pero bueno, me ejercitado un poco y he estado con los chicos. Ha estado bien. Aburrido.

--¿En qué quedamos, cariño? ¿Ha estado bien o ha sido aburrido?

Mi Soldado; Esperando a...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora