Capitulo 4

8.3K 441 28
                                    


Tendría que haber huido como un conejillo asustado cuando Paula la libero en el cuarto de baño aquella madrugada, pensó mientras estiraba su cuerpo extremadamente cansado y ligeramente adolorido.

¡Él era, oficialmente, una bestia salvaje!

Normalmente tenía resistencia para seguirle el ritmo, pero después del larguísimo e interminable viaje en coche y las horas anteriores con aquel maldito mareo infernal, no estaba para que Alexander la agotara hasta tal punto. Parpadeando, observo el techo de aquel cuarto en el que se quedarían por otros dos días y suspiro. Una ducha le iría de maravilla a sus pobres músculos, pero siendo sincera, no se atrevía a moverse mucho por culpa de las nauseas matutinas, aunque no estaba muy segura de que hora era...

Girando un poco su cabeza, contemplo en silencio el reloj despertador que había en la mesita de noche de su lado de la cama y apretó los labios.

--Once y dieciocho de la mañana... ¡Dios!

Un muy cálido y enorme hombre se removió a su lado.

--¿Qué murmuras?

Mascullo un adormilado Alexander, apoyando sus antebrazos en la cama, elevo su torso del colchón y la miro con esos brillantes y hermosos ojos turquesas. Arqueando una ceja hacia él, señalo el reloj.

--Mira qué hora es. Tenemos que ayudar a Paula con las compras para el cumpleaños.

--Está bien... puedo ir yo luego.

Murmuro él, dejándose caer de nuevo sobre la cama, hundiendo la cara en la almohada, se acomodo para seguir durmiendo.

--Ni hablar. Arriba. Venga. Mueve ese lindo trasero y ve ayudar a tu madre.

El giro la cabeza para mirarla.

--Itzi, apenas he dormido.

Se quejo, bostezando ruidosamente, froto su rostro contra la almohada y suspiro, intentando relajarse para regresar a un pacifico sueño que ella no le iba a dejar tener. Era su culpa que se hubiesen quedado tanto rato durmiendo, cuando tenían cosas que hacer en la casa de su madre, como acompañarla a hacer la compra para celebrar su cumpleaños. Así que, pese a ser su gran día, no iba a conseguir el tan anhelado sueño.

--¿Y yo sí?

Pregunto ella, empujándolo con una mano para que se levantara. El abrió un ojo, arqueando la ceja de ese mismo ojo, la miro.

--Creo recordar que te lo pasaste muy bien anoche ¿Verdad?

Sonriéndole, pincho una áspera mejilla con el dedo.

--Lo hice, pero eso no es escusa para quedarse en cama.

--Tú lo vas a hacer ¿Por qué yo no puedo?

--Por que tú no tienes nauseas matutinas, ni mareos. Tampoco estas embarazado.

--Escusas, escusas.

Mascullo él, acercándose un poco más a ella, hasta hundir su rostro en su cuello. Pasando un pesado y grueso brazo por su abdomen, la abrazo contra sí y hociqueo contra la parte posterior de su oreja.

--Déjame estar así solo un ratito mas ¿Vale? Diez minutos y me levanto.

Rendida, suspiro y asintió. Girando parcialmente la cabeza, apoyo la mejilla en su pelo y cerró los ojos.

--Está bien.

Si Paula hubiese necesitado ayuda, habría subido a por su perezoso hijo para que echara una mano con lo que fuese. Por otra parte, Héctor y Kevin también tenían que estar allí, así que él no tenía que ser el único en hacer cosas. Después de todo, Alexander era el cumpleañero.

Mi Soldado; Esperando a...Where stories live. Discover now