Perdidos (E.R) Parte 1

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Antes de despertar escuché un ronquido bastante cerca, supuse se trataba de Jack que estaba en la habitación adjunta. Entonces, otro ronquido lo secundo ¡Y muy cerca! Abrí los ojos de una sola encontrando un panorama nada común.
Tumbado en el piso, se encontraba Jack con una manta cubriendo su cuerpo.

— ¿Pero que...? — pregunté en voz baja mientras me incorporaba de la cama. Un ronquido a mis espaldas me hizo dar vuelta. En la otra parte de la habitación, Stephen estaba de la misma forma. Ambos, durmiendo a pierna suelta.

¿Que hacían los dos en el piso de mi habitación? Por un momento me costó hacer memoria hasta que recordé que me quedé dormida en el techo mientras los dos seguían hablando. ¿En qué momento de la noche terminó la conversación? ¿Cuando decidieron bajar y, por ende, bajarme? ¿Por qué se quedaron los dos aquí?

Pude formular más preguntas, sino fuera que cierto individuo tocó bruscamente la puerta principal, tanto que parecía una severa emergencia. Salí de la cama buscando un abrigo largo que cubriera el camisón (tuve cuidado de no pisar a Jack), aún no aclaraba el día aunque poco faltaba para lo mismo, lavé mi cara rápidamente y, mientras bajaba la escalera a toda prisa, iba arreglando con mis manos mi desastroso cabello, que no cooperaba con la labor. Al final, me puse rápidamente el sombrero de paseo que Rose tenía colgado en el perchero. Abrí de una sola deseando que tía Grisgelda no se despertara por semejante ruido.

El hombre era ya algo mayor, de bigote blanco y uniforme de correos (mi cerebro tuvo un recuerdo del pasado, de un par de meses atrás cuando el cartero llegó a casa para darme el mensaje que me haría llegar hasta acá) Parecía tan de malas por despertar un sábado por la mañana que quería arruinar la vida de quién se atravesara en su camino (y por lastima, estaba yo)

— Buenos días — saludé cortésmente deseando saber por qué estuvo a punto de tirar la puerta.
Él movió milimétricamente la cabeza como respuesta y extendió un sobre pequeño amarillo.

— Telegrama — anunció mecánicamente. Asentí e iba a tomarlo cuando lo retiro tan pronto que no me dió tiempo de reaccionar. — Es un telegrama personal — explicó rápido ante mi confusión. Asentí para que continuara — ¿Vive aquí el señor Stephen Jones? — asentí — Debe ser recibido por él.

— Es que... — dudé recordando como estaba — No creo pueda verlo — le excusé.

— Es un telegrama urgente y solo puedo darlo al remitente

— Entiendo, si me da un momento — pedí intentando dar media vuelta y buscarle.

— ¿Vive aquí el señor Stephen Jones Dawson, o no? — preguntó irritado alzando la voz.

— ¡Ya le dije que sí! — respondí al borde de perder los estribos — Necesito un momento para buscarlo — añadí calmando mi tono.

— Si el señor Stephen Dawson no lo recibe, entonces...

Y como si un rayo le partiera, el hombre guardó silencio y luego se puso blanco, después rojo de vergüenza, no se movió un milímetro.

— ¿Entonces...? — la voz de Stephen vino detrás de mi, caminó los pasos que faltaban hacia la puerta y vió fijamente con el ceño fruncido al hombre — Sé que es su trabajo, y comprendo no fue de su agrado despertarse tan temprano. Aún así, le pido de la manera más atenta posible, que cuide sus modales. — habló tranquilo pero firme — Nada gana golpeando la puerta como si le vinieran correteando, además, no me agrada el tono con el que se dirige a la señorita — me señaló con la barbilla — Ahorre tener que presentar una queja a la oficina de correos — le advirtió.

El hombre se fue con la cola entre las patas después de aquello, y de darle el telegrama.

— Buen día señor Dawson, señorita — volteó a verme avergonzado y desapareció. Solté un suspiro.

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⏰ Last updated: 3 days ago ⏰

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Titanic: La vida sigue (secuela Titanic: Si Jack hubiera sobrevivido)Where stories live. Discover now