2. Lima

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Título: Lima.

Resumen: Su sangre nunca se había visto tan parecida al color de su alma.

Ships: ¿Ninguna?

Advertencias: Angst (rejection). TW: blood & injuries.

Palabras: 914

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Chat Noir, voy a desactivar Cataclysm.

La voz de Plagg sonaba en su interior, haciendo un eco que resonaba en todo su interior. Su cuerpo tembló por el frío del invierno y las gotas de lluvia cayendo encima de su traje, corriendo como en una carrera desde su cabello hasta sus botas. El ruido que ésta hacía dejó de molestarle hace rato, sólo escuchaba los latidos de su corazón y el susurro del «lo siento, Chat, pero no te quiero tanto como tú a mí».

— ¿Por qué? —alzó la mirada hacia arriba, cerrando los ojos y dejando que el agua dulce acariciase sus párpados, apretando su vista.

— Lo sabes perfectamente —la voz volvió a susurrar en su interior—, sabes que tengo la obligación de bloquearlo cuando detecto sentimientos negativos para conservar tu vida y la de toda París.

El chico rubio apretó sus puños y dejó un hilo de sangre caer. Habían derrotado al akuma más fuerte hasta ahora, Ladybug parecía distraída por algo, tuvo que salvarle el pellejo varias veces. Acabó destrozado, con miles de heridas, y justo cuando creía que era el momento perfecto para confesarse...

Chat Noir no lo entendía. No entendía cómo una persona que te protegiese tanto no te generase sentimientos. No te generase una alteración en el recorrido de tu sangre. Pero Ladybug era independiente, era fuerte e inteligente. Tal vez una protección como él no era lo que más necesitaba, sino amor, ese amor que se negó a aceptar sólo porque llevaba aquella maldita máscara, aquel maldito traje.

— No importa, Plagg, no pensaba usarlo. Me destransformaré en cuanto llegue a casa, sólo voy a usar el traje para ir hacia allí —murmuró, notando sus labios agrietados y doloridos, sangrantes por los cortes.

— Aún así... estás sangrando por las manos, podría tener efectos en el Cataclysm. Más te vale no usarlo, Adrien.

El chico rubio alzó sus manos, ambas de ellas, abriéndolas. Parpadeó varias veces y las apretó lo suficiente como para que una buena cantidad saliese.

— Plagg —arqueó las cejas—, soy yo, ¿o mi sangre es negra?

— No lo has visto todo, Adrien —adquirió tono altanero—. Déjala caer delante de un foco de luz.

Chat Noir se sentó en una salida de chimenea, cerca de la farola que iluminaba la salida a la azotea en la que se encontraba. La sangre comenzó a fluir por todo el suelo, y él sólo se comenzó a sentir mareado, cada vez más. Sus mejillas dolían por los cardenales, y un tacto húmedo podía sentir en su cuello, la sangre contra el material de las solapas de su traje, rozando y haciéndole tragar saliva por su propia seguridad. No iba a poder llegar a casa en aquellas condiciones: estaba débil, mareado, y completamente roto desde el corazón.

La luz iluminaba el dibujo sangriento del suelo. Chat Noir hizo un círculo, y comenzó a dibujarle puntitos, dándose cuenta de que, a la luz, cobraba un reflejo verde lima. Era precioso, se preguntó si era alguna técnica para que no pudiesen averiguar su identidad por análisis de sangre.

Pronto, tuvo una mariquita dibujada en el suelo con su sangre. Respiró abriendo bastante la boca, tosiendo algo en el intento y posando sus delgados dedos sobre la imagen.

— Si... si simplemente supieras... que la persona que amas es la persona que odias —lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, cayendo y recorriendo su máscara, mezclándose con la lluvia—... Los humanos... los humanos realmente somos idiotas.

Lo sois —afirmó Plagg desde el anillo donde se encontraba atrapado—. Tienes la prueba en ti mismo: te estás dejando desangrar aquí.

— Dime qué iba a ser de mí de todas formas, Plagg. Llegar así a casa y que Nathalie se lo diga a mi padre, que mi padre me aisle más si se puede, y darle más preocupaciones —su pecho subía y bajaba con dificultad, intentando respirar—. Ladybug me dijo que me fuese a casa rápido, pero ella... ella simplemente no sabe qué tipo de casa es la mía. No es una casa. Es una mansión. Es el imperio de la gente seria y sin sentimientos, sin escrúpulos con un niño de quince años que se está hundiendo en un amor incondicional y equivocado, ciego, y completamente mudo. No le he podido decir nada nunca, y cuando lo he hecho, simplemente he sentido como si su mirada significase «no quiero volver a verte jamás». Plagg...

— No puedes respirar bien. Lo sé, Adrien —se escuchó un largo y profundo suspiro cuando vio que el gato deslizaba su mano por todo el dibujo—. Tal vez sí que deberíamos de arriesgarnos el ir a casa. Al menos allí no sufrirás tanto por el frío y en el baño de tu cuarto podrás quitarte la mayoría de las heridas, al menos las de la cara.

Chat Noir se levantó, posando un pie en el dibujo de la mariquita y mirándolo con ojos brillantes. Alzó la mirada hacia donde estaba la Torre Eiffel, y, delante, la mansión Agreste. Suspiró y apretó el puño, dejando gotear más sangre.

— Volvemos a casa, Plagg —murmuró—, donde todo se compra con dinero y el tiempo se detiene. Donde nadie sabe quién soy, ni quién es mi padre, y aún así, nos sirven. Sirven a personas que no conocen, y... y ahora mismo me estoy dando cuenta de cómo se siente.


FIN







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