4. El gato de armadura blanda

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Título: El gato de armadura blanda (Modern Age!AU).

Resumen: Marinette no es sólo la joven hija de uno de los panaderos más famosos del pueblo, ni la criada del príncipe Adrien, sino también heroína. ¿O debería de decirse ladrona?

Ships: Ladynoir (Chat Noir/Ladybug).

Advertencias: Angst (spoilers relacionados con un futuro fic que me gustaría hacer). Este es el peor oneshot que he escrito pero lo he usado para haceros como un preview del fic que pretendo escribir tras La Boulangerie: Afterstory.

Palabras: 2650

Notas:  El constante cambio del uso de vos por el es sólo una burla hacia el respeto de Ladybug por parte de Chat Noir. Así, Chat Noir se refiere a Ladybug con vos sólo para hacer referencia a que trata de ser todo un caballero educado irónicamente (pero, como veréis, no le sale y se acaba rindiendo porque es maleante de sangre).

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La capa roja con puntos negros ondeaba en el viento, desde lo alto de un tejado de paja en el centro del pueblo. Unos ojos azul claro pasaban por encima de toda la humanidad que pasaba por aquellas calles alzando de vez en cuando para ver aquella figura recta y con los brazos cruzados.

Ladybug, conocida como la mayor protección y más siniestro órgano de protección civil, se hallaba en su patrulla del atardecer. Por la mañana, Ladybug no era más que una simple criada que servía al príncipe Adrien y al rey Gabriel en el castillo de los Agreste, Marinette, hija de un panadero del poblado, tenía el privilegio de saber lo básico sobre la lectura y escritura gracias a la familia a la que servía en palacio: el príncipe era agradable y culto, considerado. Era por aquel motivo que el rey creía que su hijo nunca sería un gobernante temido, ni mucho menos ofensivo: todo lo contrario a lo que era él. Lo que no sabía Gabriel, era que su hijo, el mismísimo Príncipe, por la noche no era ni más ni menos que el magnífico y anónimo compañero de Ladybug: Chat Noir. Y, a decir verdad, era bastante más temible de lo que parecía Adrien. Mucho más.

Ladybug notó una presencia justo en su espalda, así que se retiró la capucha de su capa con cuidado y la acomodó en su nuca.

— Espero que no hayas robado nada de comida por el camino, Noir —murmuró, aún con la vista fija en la población y los carros que pasaban por encima de la carretera de gruesas piedras.

— Sólo vi pobres por el camino. Sabéis que sólo robo a quien le sobra —una voz algo más grave y en tono malicioso sonó a sus espaldas. La temperatura de su aliento era notoria incluso a bastante distancia—. Además, decidme algo que no sepan los habitantes sobre mí.

— Que robas porque estás malcriado —tajó sin ningún tipo de tono irónico, esta vez iba en serio.

— Sé que robar no es nuestro trabajo, pero es mi naturaleza. Bien vos sabéis que cuando me pongo la capucha y me bajo las mangas de la camisa no soy más que alguien que pasa por al lado, de hecho, sólo las remango cuando voy a hurtar, así que nunca sabrán que les ha robado Chat Noir de Francia —retiró su capa con el brazo derecho, la manga por sus codos y los puños de sus guantes negros mostrándose, como triunfal—. Sé que os gusta que sea así en el fondo porque siempre acabáis comiendo vos también, aunque sea pan o vino plebeyo. Pensemos que muchas personas no se dan ese lujo y, además, luego se quedan mancos.

— Di lo que quieras, Noir —suspiró, dándose media vuelta y dejando mostrar su rostro. El chico rubio llevaba el costado derecho descubierto y su brazo plegado en forma de jarra, sus uñas rodeando su cinturón, y una expresión pícara—. No hemos venido a robar.

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