Capítulo II: Los detalles que nunca notas.

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Volteo a mi derecha y veo a una señora mayor ajustándose la dentadura postiza con una mano y sosteniendo una dona de chocolate con la otra.
Bien, ahora tengo asco y antojo de una dona de chocolate. ¡Bonita combinación!
Me recorro un asiento a la derecha, al mismo tiempo que el Metro da un frenón y voy a parar encima de un sujeto con cara de pocos amigos.

—Perdona — le digo en voz baja.

En cuanto me es física y gravitacionalmente posible, recompongo mi postura y doy vuelta a la hoja que terminé de leer tres veces seguidas.
La puerta se abre en Ermita y la gente se arremolina en las entradas de los vagones.
Yo no despego la vista de mi libro, Una Serie de Catastróficas Desdichas - La Habitación de los Reptiles. Que releo por tercera vez.

"Las malas circunstancias estropean cosas
que de otra forma serían agradables. Así
sucedió con los huérfanos Baudelaire y la
película Zombis en la nieve."

Interrumpo mi lectura, porque entonces la veo por el rabillo del ojo y deseo tener un ojo tatuado en el tobillo justo como el Conde Olaf, con la esperanza de haberla visto mejor. Con la esperanza de no tener que voltear como lo hago justo ahora, para ver lo más que me es posible de ella.

Es una chica de cabello negro largo, entre 20 y 24 años. Es delgada, completamente blanca, con un suéter negro, una bufanda de color morado y está ahora a por lo menos 15 metros de distancia.
Se queda parada, agarrada al tubo transversal y me gustaría levantarme y ofrecerle mi asiento, pero caigo en cuenta de dos cosas:

1.- Hay asientos libres.
2.- Me vería como un completo tonto si me parara y le ofreciera mi lugar estando tan lejos.

Solo me queda rezar porque se baje en Chabacano y pueda seguirla sin verme creepy, para así pedirle su... ¿Número? ¿Facebook?
En esta era digital, ¿qué se debe pedir? Aunque claro, primero debo fingir que estoy perdido o que quiero saber la hora.

Por un momento me dan ganas de regresarme a Tasqueña para contarle a Marcelo acerca de esta chica.
Marcelo es mi ex profesor de ajedrez, con el que ahora me suelo reunir para jugar y contarle mis problemas. Es algo así como el Obi-Wan Kenobi de mi vida.

Pero entonces me doy cuenta de lo que debería haberme dado cuenta desde el principio, la chica está llorando y evita las miradas de todos.

Es curioso, la vida está hecha de diez mil billones de detalles y nunca te das cuenta de los que deberías de darte cuenta.

Lo primero que debí haber notado en esa chica es que va llorando y evita las miradas de todos, quizá acaba de romper con su novio.
La señora de la dentadura postiza no le ha dado una sola mordida a la dona, quizá se le atoró una de las pastillas que trae en la otra mano en la dentadura, e intentaba desatorarla con la mano. La misma que usaba para "ajustarse" la dentadura.
El señor con cara de pocos amigos, viste un traje, trae un portafolio, un folder lleno de papeles y una bolsa transparente con una placa y adornos de escritorio. Quizá lo despidieron.
Es curioso cómo la gente suele ser egoísta y ve solo lo que quiere ver. Yo debí haber notado un montón de cosas antes de hablar y lo intento, de verdad, pero a veces lo paso por alto.

Mientras llegamos a Metro viaducto, la chica teclea furiosamente en su celular. Definitivamente se pelea con alguien, o quizá se pelea con su poca capacidad de teclear correctamente. Supongo que nunca lo sabré.
Cierro el libro, tantos detalles no me dejan concentrarme en la lectura. Lo guardo en mi mochila y juego con las mangas de mi sudadera negra.
El vagón se mueve de nuevo y antes de que pueda notar cualquier otra cosa en ella, llegamos a Chabacano.
La gente, que no es demasiada, sale corriendo hacia las puertas. Con un vistazo puedo notar que ella también lo hace.
Me levanto y camino hacia ella.
Voy siguiéndola con la mirada, esquivo a una, dos, tres personas. De repente el campo queda un poco más libre y noto que sube a las escaleras eléctricas. Un señor se me acerca y pienso: No, señor. Ya sé que es de una comunidad de quién sabe dónde, pero no traigo una moneda para ayudarlo.
Lo ignoro y sigo de largo.
Un paso, otro más. Casi estoy en las escaleras.
Puedo ver el futuro, subo corriendo las escaleras y al bajar, camino un par de pasos más, la alcanzo y le toco un hombro. Ella se da vuelta, sonrío nerviosamente y le pregunto... en realidad aún no sé qué voy a decir y no importa mucho, porque justo antes de subir las escaleras, el presente me golpea. Literalmente.
La canción de Devotchka que acompañaba la escena en mi cabeza se apaga.
Caigo de espaldas.
Lo primero que veo al incorporarme un poco son estrellas, lo segundo, es que traigo las agujetas desamarradas. Volteo hacia arriba, buscándola al final de la escalera, pero ya no está. Ni siquiera veo la punta de su largo cabello desaparecer.
¿Cuánto tiempo requirió mi tropiezo?
¿Me tropecé? Sentí que algo me golpeó.
Veo hacia el frente y me topo con una chica de cabello... ¿Naranja? ¿Rojo? No, no es pelirroja. No sé de qué color decir que es su cabello. Tampoco es rubio.
Es difícil decidir qué color es el que estoy viendo, pero de algo no hay duda, está en el top tres de los cabellos más bonitos que jamás haya visto en mi vida.
Y es que un cabello que te pone a pensar qué es lo que estás viendo, pero al mismo tiempo te hace sentir que estás en el lugar correcto, es digno de un lugar en tu top tres.
Naranjizo. Decido que la combinación de naranja y rojizo es lo más adecuada para describir ese cabello largo, rizado y completamente despeinado.
Debería haber salido corriendo para intentar alcanzar a la chica de cabello oscuro, pero seguramente es muy tarde. No vi hacia dónde fue y llegaría completamente agitado si tuviera la suerte de encontrarla.
Me reincorporo y apoyo una rodilla en el suelo para ayudar a la chica de cabello naranjizo a recoger las cosas de su mochila.

—Lo siento. No me fijé por dónde iba. — dice sin mirarme y metiendo todo al azar en su mochila de colores.

—No te apures. En realidad creo que yo tampoco veía por dónde iba. — la veo y desvío la mirada rápidamente. Me ato las agujetas cuando terminamos de meter todo a su mochila, después ambos nos ponemos de pie.

—Muchas gracias. — dice sonriéndome y luego ve a las vías detrás de mi — llevaba algo de prisa, pero por no fijarme perdí el Metro.

Me río un poco y decido lanzarme. Qué más da, la chica tiene uno de los cabellos mas hermosos que haya visto. Quiero peinarla y jalarle el cabello, así que le pregunto.

—En realidad, que bueno que chocaste conmigo. Estaba un poco perdido. Si necesito ir hacia Chilpancingo, ¿qué dirección debo tomar? — termino y finjo ver hacia todos lados. Como si buscara el lugar al que debo ir.

—Es bastante sencillo, sube las escaleras y gira a la derecha, a partir de ahí busca los letreros que digan Tacubaya. Debes ir en dirección Tacubaya. — se termina de acomodar la mochila y se la cuelga de un solo hombro, eso me estresa un poco, pero intento ignorarlo. Fijo mi atención en sus grandes lentes de pasta negra, que en realidad son muy similares a los míos.

—Ah, perfecto. Muchas gracias. Oye, ¿y para ponernos de acuerdo de lo del accidente llamo a tu seguro? Creo que va a tomar un par de tazas de café reparar los daños. — sonrío y me toco un hombro fingiendo dolor e intentando disimular los nervios. Intentando parecer casual. Ojalá las clases de actuación den frutos en este momento, aunque no es lo mismo, no estoy actuando. No estoy siguiendo un guión.
Ella parpadea un par de veces antes de hacer algo. Duda y yo me siento como un tonto.

—Eh... claro, supongo que es lo menos que puedo hacer. — noto que no le encanta la idea y me da su teléfono en un papel, sonrió a pesar de que estoy casi completamente seguro que está anotando un número equivocado. Porque además, ¿quién da su teléfono en un papel actualmente? Eso me hace pensar aún más que es falso, pero es lista, de esa forma no puedo llamarle inmediatamente para ver si timbra su teléfono.
Termina de escribir y me tiende la mano.

—Vale. — recibo el papel y sonrío nerviosamente. Creo que estoy rojo, pero no tengo forma de comprobarlo.
Escucho el Metro llegar detrás de mi. Ella lo ve por encima de mi hombro.

—Bueno. Me voy. Mucho gusto. — dice y sale corriendo para meterse en uno de los vagones. Se cierra la puerta tras ella y a través del cristal veo que intenta decirme algo, pero no logro escucharlo y no soy capaz de leerle los labios. Creo que nota que no le entiendo y hace un gesto con los labios, los tuerce como diciendo "pfff, ni modo."

Me doy la vuelta y subo a las escaleras eléctricas, mientras me llevan al piso de arriba veo el papel y pienso de nuevo que es un número falso. Solo va a haber una forma de averiguarlo.

La vida está hecha de diez mil billones de detalles y nunca te das cuenta de los que deberías de darte cuenta.
Estoy seguro que no me di cuenta de un detalle que debería haber notado de la chica de cabello naranjizo.

De Zorros y HuronesTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon