Capítulo XVI: De amigos, orgullo y excusas.

1.4K 116 12
                                    

Nono se guarda el teléfono en el pantalón.

—¿Cómo ves a este pedazo de basura? Dice que no puede venir porque se le atravesó una chica en su cama. — finge estar indignado, pero no es algo que no haya pasado antes. No es algo que nos tome por sorpresa.

—¿Esmith? — pregunto y giramos en una calle a la derecha. Estamos a unos veinte minutos de casa de Juan.

—Sí. Habíamos quedado en reunirnos, ¿no? — vuelve a sacar el celular y teclea de nuevo. Intento espiar, pero no lo consigo. Lo guarda.

—Como siempre. Aunque si la chica se te hubiera atravesado a ti, habrías hecho lo mismo y nadie se hubiera quejado. — alego.

—¡Claro que sí! Esmith se habría quejado una semana, por lo menos. — y si lo pienso bien, suena a algo que él haría.
Habría vuelto aquello algo incómodo, como hace Esmith siempre.

—De acuerdo, quizá tienes razón, pero ese no es el punto. Hay que perdonarlo esta vez, al menos tiene una buena excusa. — Yo falté una vez por quedarme viendo Game of Thrones, la chica de Esmith era mejor excusa.

—Tiene una excusa. No sabemos si la excusa está buena o no. — añade con una sonrisa. —y la verdad es que, conociéndolo... —

Con Esmith nunca se sabe. Bien podría estar con una modelo Noruega como con una vagabunda que conoció en algún lugar de mala muerte.

—Sí, supongo. — suena mi celular y veo un mensaje de Ara.

Ara: ¿Qué libro sigue después de "El aserradero lúgubre"?
Tú: Una academia muy austera.
Ara: Mucha gracias.

Guardo mi celular y sigo caminando junto a Nono.
Apenas hemos avanzado media cuadra cuando suena de nuevo.

Ara: ¿Tú en cuál vas?
Tú: La pendiente resbaladiza.

Vuelvo a guardar el celular y noto que Nono también escribe en el suyo. Me ve de reojo.

—¿Todo bien? — me pregunta y me doy cuenta de que Nono y Ara se han puesto de acuerdo para algo. Si estoy en lo correcto, mi celular está a punto de sonar...

Ara: ¿Qué haces?

Ni siquiera le respondo. Sigo caminando con el celular en la mano y los ojos de Nono sobre mi.

—Todo bien. — contesto y suena de nuevo.

Ara: ¿Todo bien?
Tú: Todo bien.

—¿Con quién hablas? — pregunta Nono, pero no deja de presionar las teclas virtuales de su celular.

—Con mi mamá. ¿Con quién hablas tú? —
Lo veo y nuestras miradas comparten lo que su boca está a punto de decir.

—Con Ara. — dice él y luego ambos nos quedamos en silencio.

Ara: Sé que estás con Nono. ¿Podrían hablar?

Para este punto ya ni siquiera abro el mensaje. Solo lo veo en la pantalla.

—¿Sigue siendo tu madre? Porque si es así, jamás he tenido tantas ganas de besar a tu madre como ahora. — habla más bajo de lo normal y se encoge ligeramente de hombros.

Quiero golpearlo en la nariz, pero no lo voy a hacer. Marcelo sigue teniendo razón.
No hacen nada malo, incluso piden algo de mi que no necesitan.
No puedo evitar sentir una especie de... ¿traición? O quizá es pura envidia, pero lo siento en el centro del estómago y si no lidio con eso, va a anidar ahí por siempre.

—Sabes que no es mi madre. — respondo a regañadientes, no consigo evitar verme molesto.

—¿Entonces qué piensas? — dice y deja sus ojos clavados en mi. Escucho sonar su celular, pero no lo revisa.

—No sé. — murmuro.

—¿Qué más necesitas, Elmo? — insiste, ahora con un dejo de reclamo.

—No sé. — repito.

—Ella decía que no era necesario que hablara contigo. Yo la convencí de hacerlo porque eres mi amigo y te quiero. — hace una pausa y se queda viéndome. — Elmo, ella tiene razón. No necesitamos tu aprobación porque ni ella, ni yo, somos de tu propiedad. Sin embargo, la quiero. —

Y sé que ambos están en lo correcto, pero como ser humano que soy, algo dentro de mí se obstina y se niega a doblegarse.
Es algo chiquito y muy poderoso llamado orgullo. Es tan poderoso que ha empezado guerras y ha terminado relaciones familiares de por vida.

Lo siento trepar por mi garganta, como si fuera un pequeño hombrecito haciendo rápel dentro de mi.
Intenta formar palabras que harán enojar a Nono y se hace más fuerte conforme avanza. Así que lo detengo.

—Está bien. Tienen razón. — murmuro y la postura de Nono cambia, se relaja. Incluso da brinquitos de la alegría.

—¿De veras? — una sonrisa se asoma en su cara.

—Sí. Gracias por tomarme en cuenta. — le doy una palmada en el hombro.

—Gracias a ti. — me dice y comienza a teclear en su celular.

Estamos muy cerca de casa de Juan y durante el par de calles que nos quedan por recorrer, no hablamos. Nono escribe con una sonrisa en el rostro y yo me siento bien.

Ambos son mis amigos y tome la decisión correcta. ¿Quién soy yo para negarles un fracaso o una victoria amorosa?
Así que espero no tener que ofrecerle mi hombro para llorar a ninguno de los dos en el futuro.

Conforme caminamos siento al hombrecito aún dentro de mi. Ahora en mi estómago. Quizá esté practicando box con uno de mis órganos internos debido al coraje, pero se hace más débil a cada golpe que da. Lo siento morir.

Justo cuando Nono toca la puerta de Juan me llega un mensaje.
No tengo que revisar para saber de quién es.

Ara: Gracias.
Tú: Nada que agradecer.
Ara: Sabía qué harías lo correcto.

Comienzo a escribir una respuesta, pero la borro. No sé qué decir a eso último.

Ara: A veces te tardas, pero siempre haces lo correcto.

No, no siempre hago lo correcto.

Juan abre la puerta, está en pijama.

—Me falta uno. ¿Y el más idiota? — dice y se hace a un lado para dejarnos entrar.

—Con una modelo noruega. — le digo con una sonrisa.

—O con una vagabunda. — agrega Nono.

—¿Otra vez? — añade Juan.

De Zorros y HuronesWhere stories live. Discover now