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 Toda su vida había soñado con ser una princesa.

Nació sabiendo que su sangre era importante, que algún día ella tomaría el lugar de su abuelo. De la mano de algún hombre con sangre similar, claro. Aunque Goldenwood tenía reglas modernas, aún conservaban aquellas pequeñas tradiciones que lo habían hecho prosperar.

Entonces hizo un viaje a Nueva York y se enamoró de cada parte de la ciudad americana, en donde conoció a Lynn en el club del cual su tía Axelle era miembro, y se hicieron grandes amigas en poco tiempo.

Por eso decidió quedarse en América. Las pocas amigas que alguna vez había tenido en Goldenwood nunca habían sido de su agrado, no completamente, y Seleste tenía una gran tendencia a sacarse de quicio y fallar en su máscara falsa de simpatía cuando eso sucedía.

Así que cuando su madre le informó que el futuro rey de Goldenwood iría a Nueva York a pasar el verano, en su casa de Los Hamptoms, Seleste se puso como loca. Era la oportunidad perfecta para conocerlo de manera apropiada, quizás hasta hacerle ver que casarse con ella tendría un gran beneficio.

Alaric Bourque era demasiado bueno, sin embargo; en absoluto el tipo de hombre con el que Seleste salía. Era tranquilo, sereno, callado. Y adoraba el acento americano de Lynn. Por supuesto.

Seis años viviendo en América habían hecho que el acento inglés-francés de Seleste se diluyera a un raro y feo acento americano. La gente siempre se daba cuenta de que ella no era de allí apenas la escuchaban hablar.

A su amiga Lynn, hermosa y llena de gracia, a pesar de no ser de la nobleza, le bastaron tres meses para enamorarse del príncipe. Tres meses para que enamorarlo a él, también. A Seleste, en cambio... hacía años que estaba en la búsqueda de ese futuro que tanto deseaba y aún no conseguía.

Así que cuando Alaric Bourque las invitó a Goldenwood no dudaron en decir que sí. Ella extrañaba a su familia, después de todo, y no se perdería la oportunidad de ver a su amiga viviendo la vida que ella siempre había deseado. Al menos una de ellas saldría ganando, y a Seleste le ponía feliz que fuera Lynn.

Un año después, cuando Alaric le propuso casamiento a su amiga, la invitaron a vivir al castillo. Adelle, su madre, no estaba tan feliz. Su abuelo y padre, sin embargo...

Estaban extasiados. Y le dijeron a modo de indirecta, no tan indirecta, que el hijo mayor de los Leveque vivía a allí. Marco Leveque. El hijo del hermano mayor de la reina Lucinda. Destinado a ser conde.

Lo que fue una sorpresa cuando se le acercó fue que sus padres también le habían hablado sobre ella. Y tampoco habían sido discretos. Así tomaron provecho de la situación y tuvieron sexo, sabiendo que quizá nunca se gustarían tanto como para terminar haciendo lo que sus familias esperaban.

Seleste no había esperado enamorarse de él. Andaban juntos cuando no estaban desnudos en su cama o en la suya, él tomaba su mano o le ofrecía su brazo. Y cuando la reina Lucinda le preguntó a su sobrino en la cena, frente a ella, qué eran ellos dos, él respondió que estaban juntos.

Así que eran novios. Y aunque a Seleste le encantaba lo salvaje y libre que Marco era, no podía evitar sentirse como una marioneta en el juego de las familias. Y él no le daba la atención que ella merecía. Porque aunque ella supiera que quería más de lo que alguna vez tendría, tenía la certeza de que los hombres no debían hacer como si sus novias no estuvieran en la misma habitación. Cuando claramente lo estaban.

Años después, se encontraban desnudos y despertando en los brazos el uno del otro el día después de su boda. Porque al final él también se había enamorado de ella, y Seleste había aprendido que Marco no era tan diferente. A él también le importaba lo que la gente dijera. A ella ya mucho no le importaba cómo era cuando había más gente alrededor.

Porque cuando estaban juntos y solos, en la intimidad... Nunca había conocido a un hombre tan dulce y dedicado como Marco. Y gracias a él tenía a su pequeña Neva, quien era tan parecida a ella que a veces era como ponerse a ver viejas fotografías.

Así que Seleste pasó su luna de miel, o viaje de miel, como su prima lo había llamado, gracias a que su hija iría con ellos; agradeciendo a cada persona y hecho que el destino puso en su camino para llegar a este momento.

Pero especialmente a Brenda. Porque toda su vida Seleste había querido ser una princesa, y gracias a ella se sintió como una el día de su boda. Ahora podía ser quien ella quisiera. Y sería lo que ella quisiera; sería amiga, sería prima, sería cuñada, nuera, sobrina, hija, nieta. Pero por sobre todas las cosas sería esposa. Amante. Compañera de vida.

Sería madre.

Sería simplemente Seleste.

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Creo que era hora de que conociéramos a Seleste un poco más :)


Entre tú y yoWhere stories live. Discover now