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 El cumpleaños número cuatro de Gemma llegó demasiado rápido. No entendía cómo el tiempo había transcurrido así, como arena escurriéndose entre mis dedos. Un día ella era del tamaño de una nuez dentro de mí, al otro me llegaba por la cadera, con resortes en el pelo que ahora le rozaban los hombros y esos ojos verdes tan iguales a los de su padre. Tan hermosa.

Y con Sophia no era nada diferente. Dentro de unos meses tendría dos años de edad. Eso quería decir dos años desde que hicimos nuestras pases, oficialmente, con el Bosque Dorado. A veces no lo podía creer, cómo todo había pasado tan rápido. Ahora la más pequeña hablaba, a veces en su propio idioma, y ya no quería que la amamantara.

En su momento me había roto el corazón. Ahora ya no tanto.

Hoy era un día importante, no solo por el cumpleaños de Gemma (y el mío, el cual todos ignorábamos... celebraríamos después), sino porque tenía una noticia para Evan. Se lo había adelantado por mensaje y había sido una mala idea. Él quería que se lo dijera ayer en la noche cuando llegó a casa, pero yo quería esperar.

Nuestra familia estaba en el jardín trasero. Lucinda había ofrecido su casa, como siempre, y me negué. Quiero decir, era el cumpleaños de nuestra hija, era lo correcto festejarlo en nuestro hogar. Era un día soleado, indicando que la primavera estaba a solo unos pasos.

La piscina estaba cubierta para que los niños se cayeran. Había pensando en vestir a Gemma con un lindo vestido abrigado, pero terminé poniéndole pantalones... Y estuve en lo cierto. En este momento se encontraba corriendo con Joël y Neva por el patio.

Sophia y Lance ya caminaban, por lo que intentaban correr a los más grandes. Al principio se frustraron, luego se dieron cuenta de que era mejor jugar entre ellos, así que estaban sentados en la mesa pequeña que les había arreglado con Seleste. Mathias estaba dormido en el regazo de Lynn.

—¿Qué hay de ti, Brenda?

Giré sorprendida. Todas me estaban mirando expectantes.

—¿Qué?

Mamá rio.

—Estaba hipnotizada mirando a Gemma. Te entiendo, bebé, no puedes creer que tu bebé esté tan grande.

Sonreí y me volteé a mirarlas. A ambas, a mis bebés.

—Sí —reí en voz baja y volví a verlas—. ¿Cuál era la pregunta?

Lucinda se aclaró la garganta.

—¿Tú y Evan piensan tener más hijos?

Enarqué una ceja.

—¿Cómo es que llegamos a hablar de este tema?

Lynn levantó la mano.

—Eso sería mi culpa. Confesé que me gustaría seguir probando hasta tener una niña. Quiero decir, amo a mis chicos —sonrió con adoración hacia Mathias en sus brazos—. Pero quiero una niña también.

Lucinda, a su lado, acarició la cabeza castaña de su nieto.

—Ya te he dicho, Lynn —musitó su suegra—. Estás casada con un rey Bourque. Tu siguiente hijo será una niña.

Candace negó con la cabeza.

—¿Cómo puede estar tan segura?

La aludida levantó la mirada. Sus ojos, que antes se mostraban siempre hostiles, ahora estaban llenos de confianza y calidez.

—Bueno, yo estoy casado con uno. Pregúntale a Richard, él tiene un hermano y una hermana, en el mismo orden que nuestros hijos y los de Lynn. El padre de Richard tenía un hermano y una hermana menor, y también lo hacía su abuelo y bisabuelo. Es Goldenwood, las tradiciones son importantes.

Entre tú y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora