La mano de Evan parecía no querer soltar la mía.
Usualmente no me quejaba, pero ahora parecía ser algo un poco más neurótico que un simple tacto. Lo miré curiosa.
—¿Estás nervioso?
Me miró como si hubiera perdido la cabeza.
—¿Por qué estaría nervioso? Estoy normal.
—Estás tomando mi mano con fuerza.
—Siempre la tomo igual.
—Me estás cortando la circulación.
Me soltó al instante. Flexioné los dedos. Realmente me había estado agarrando fuerte. Le sonreí con humor. Él hizo una mueca y volteó para mirar por la ventanilla. Estaba nervioso. Me hizo reír en voz baja.
—Mami, ¿de qué te ríes?
Miré a Gemma, quien estaba sentada frente a nosotros con un libro de imágenes y oraciones. Hacía poco había aprendido a leer, gracias a Lucinda, y ahora no paraba de pedir libros que contuvieran texto. La verdad, no quería abrumarla con libros. Me encantaba que supiera leer, pero me aterraba porque aún era pequeña. No quería que avanzara más rápido de lo que debía.
La realidad era que no quería porque me costaba verla crecer.
Eso creía.
—Tu papá está nervioso.
Gemma lanzó una risita y lo miró. Él ignoró nuestras miradas.
—Papi, ¿te pone nervioso conocer al amigo de mamá?
—Hmmp.
Largué una risa, porque no me esperaba que respondiera con una onomatopeya como un niño. Acaricié su mano y dejé un beso en su mejilla. Podía entender cómo se sentía. Estábamos a un par de horas de conocer a Sean y su familia. Sean, mi ex-novio.
En un principio habíamos decidido dejar a Gemma y a Sophia en Goldenwood, ya que era un viaje largo y yo seguía embarazada. No quería tener las manos tan ocupadas. Sin embargo, decidimos traer a Gemma, ya que Sean tenía un hijo solo tres años mayor y, conociéndola, estaría más ocupada haciéndose amiga de él que dándonos trabajo a nosotros.
Aunque raramente nos daba trabajo.
Sophia, a pesar de sus lágrimas y exabruptos, quedó en Goldenwood, con Jacqueline y Joseph. Mi idea había sido dejarla con Lucinda y Richard, pero últimamente Jackie parecía ser la clave para que Sophia estuviera calmada. Cuando me propuso cuidar de mi hija durante estos días, no me pude negar. Aunque no podía negar que igual estaba inquieta, nunca había estado separada de ella tanto días.
Y ella nunca había estado tanto tiempo sin mí, tampoco.
Suspiré y me eché contra el respaldo. Estábamos a punto de aterrizar en Nueva York. No solo vería a Sean, sino que también volvería a pisar mi ciudad natal. Había pasado un rato...
—Tú también estás nerviosa —susurró Evan en mi oreja.
Lo miré de reojo.
—Y tú qué sabes.
Me dio una sonrisita y miró hacia abajo. Lo seguí con la mirada, curiosa. Ah. Ahora era mi mano la que estaba apretando la suya. Maldición. Chasqueé la lengua y lo solté. Él rio en voz baja y volvió a tomarla, entrelazando nuestros dedos.
—No seas necia. Es normal, hace años que no vienes aquí. Puedo comprender si te sientes más emocionada y feliz que nerviosa de poder estar aquí.
ESTÁS LEYENDO
Entre tú y yo
Short StoryPorque su historia es muy linda como para tener un final. Sigue a Brenda y a Evan a través de los años. *Es necesario leer "Mitades perfectas" para entender estos cuentos cortos.