Capítulo 1

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Empecé a estudiar psicología en la universidad. Sin embargo, después de dos años me di cuenta de que lo que en verdad quiero es ser novelista. Quiero escribir historias que enamoran. Pero mi profesor de Escritura creativa dice que no he tenido una sola idea lo suficientemente buena que merezca ser escrita en novela... así que debo esperar.

Esperar a ser lo suficientemente buena como tantas mujeres que ya hicieron historia. Paciencia, Carolina, me digo. Paciencia. 

Mientras tanto tuve un golpe de suerte. Mi tía sabe cuánto disfruto la literatura, por eso se apiadó de mí y me dio trabajo en "Café y letras", que, como su peculiar nombre lo señala, es un café y una librería. 

A partir de hoy seré la encargada de administrar las redes sociales, responder solicitudes, preguntas o recibir sugerencias y quejas vía correo electrónico. Conclusión: Soy la Community manager.

Me gusta Café y letras. Es un refugio situado en una esquina tranquila de la ciudad.

—Caro, bienvenida —me saluda Rita, una mujer que ha trabajado la mitad de su vida aquí como encargada de cocina en la cafetería.

—Ahora me tendrás aquí todos los días —digo, nerviosa.

¡Es mi primer día de trabajo! 

¿Y si lo hecho todo a perder? ¿Y si me las arreglo para incendiar todo? No lo veo posible. Aunque...  lo sería si alguien que fuma pasa a mi lado y lo golpeo sin querer. Entonces su cigarro cae al piso y ¡PAM! De acuerdo, creo que debo calmarme. Es solo que anoche, soñando despierta, imaginé que hoy todo saldrá perfecto. 

—Ya era necesario que Michelle tuviera mejor compañía que un grupo de viejas cascarrabias —dice Rita, estrechando mi mano.

También saludo a Michelle, que era la única mujer joven aquí.

—También estoy en la librería —dice, feliz de verme—. Voy de aquí para allá atendiendo pedidos. Me verás prácticamente todo el día.

—Perfecto. Podemos almorzar juntas —propongo.

—¡Genial! —festeja—. ¿Tienes Twitter? Sígueme en Twitter.

Otra adicta a las redes sociales al igual que mi mejor amiga Vanesa.

Todas son amables, y tía Inés también ya me explicó que muchos clientes son frecuentes, por lo que debo aprenderme sus nombres y sus gustos en comida y literatura. Espero que no sea difícil. Ella también me da un pequeño recorrido por el lugar:

—Al llegar lo primero que ves es la cafetería —dice, acompañándome de las estanterías a mi lugar de trabajo—, pero algunos clientes escudriñan la librería antes de buscar alguna mesa.

—Grandioso —digo. Aunque preferiría no estar bebiendo o comiendo algo mientras leo un libro que describa tripas o heces, como los que prefiere leer mi hermano. 

—Se quedan a leer porque el lugar les resulta acogedor.

—Dímelo a mí —digo—. Me encanta venir. Entre libros no me siento sola. 

Tía Inés se muestra complacida y coloca una mano sobre mi hombro:
—Pero a partir de hoy quiero que mires este lugar con otros ojos. Quiero que te sientas parte de él ¿De acuerdo?

No tiene que pedírmelo dos veces.

Asiento.  —Pero que no te extrañe que sólo me pagues la mitad del salario o menos. Ya vi por lo menos veinte libros que quiero llevarme a casa.

Carolina entre líneas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora