Demonios que resurgen

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Lo que restaba de camino para llegar al instituto me esforcé en no demostrar mi inquietud, estaba todavía muy confundida por lo que acababa de pasar, todo había sido tan raro, empezando por esa extraña sensación que tuve cuando ese chico me miró a los ojos y estaba claro que Dan lo conocía, pero ni siquiera tenía la fuerza para preguntarle quiénes eran.

De reojo vi a Dan completamente sumergido en sus pensamientos, su expresión no me decía nada, pero estaba casi segura que ver a esos chicos no le había dado gusto.

Vi que estábamos a unos metros de la entrada principal del instituto, pero el aparcamiento estaba del otro lado, así que Dan tendría que rodearlo todo para poder entrar.

Justo en ese momento pensé en que varios alumnos nos verían llegar juntos y esa idea no me gustaba. Dan, junto a su hermano eran el centro de atención de muchos y no era para menos, ser hijo del profesor que está desaparecido y además ser ciertamente atractivo a nadie le pasaría desapercibido.

Me aclaré la garganta para que supiera que estaba por hablar.

—Yo creo que debería bajarme por aquí —dije tomando la bolsa de papel que había dejado caer sobre el tapete.

—¿Por aquí? —preguntó Dan un poco confundido.

Busqué cualquier pretexto para no tener que decirle que me avergonzaba que me vieran con él.

—Sí es que, mis amigos siempre me esperan en la entrada principal, tenemos clase justo en el edificio que está al frente de la entrada.

Eso no era totalmente mentira, nuestras clases regularmente nos tocaban en el edificio A, el instituto tenía tres edificios y el A era el que estaba enseguida de la entrada, siempre que Ernest me traía en auto tenía que caminar desde el aparcamiento hacia la parte de enfrente, gracias a eso me había ganado varios retardos.

—De acuerdo, solo déjame estacionarme más cerca de la entrada —dijo mientras avanzaba unos metros más al frente y aparcaba a un lado de la acera.

Cuando se estacionó comencé a quitarme el cinturón de seguridad y sin apagar el motor del auto Dan hizo lo mismo.

Abrí la puerta antes de que él se ofreciera a hacerlo porque estaba segura de que lo haría.

—Voy a sacar tu mochila —dijo antes de bajarse del auto.

En cuanto estuve fuera y cerré la puerta, me dirigí hacia la parte de la cajuela.

—Aquí tienes —me entregó la mochila y de pronto cuando su mirada se detuvo en la mía su expresión amable regresó.

—Te lo agradezco —dije con una sonrisa— enserio, por todo.

—No ha sido nada —esculcó entre la bolsa delantera de su pantalón de donde obtuvo un pequeño trozo de papel que me extendió— ese es mi número de celular, llámame si necesitas algo, cualquier cosa.

Tomé el trozo de papel viendo los diez dígitos escritos con tinta negra, me pregunté si había apuntado su número con la única intención de dármelo en cualquier oportunidad que se le presentara y sin darme la oportunidad de que me opusiera a mantenernos en contacto por línea, aunque eso no sucedería, le daría mi numero de cualquier forma que me lo pidiera.

—Claro, yo te llamaré —dije guardando el pequeño papelito en el bolsillo del costado de la mochila— bueno, te mandaré mensaje en un rato para que puedas guardar mi número, puedes hablarme cuando quieras.

No volví mi vista hacia él, en cambio observé la bolsa de galleras que colgaba en mi mano, me cercioré de que las galletas estuvieran en buen estado, ordenadas y enteras, pude ver a dos o tres resquebrajadas pero la mayoría estaban en buen estado, así que dispuse a estirar la mano hacia Dan para entregárselas.

GuardiánWhere stories live. Discover now