4. "Mikhail"

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—No tenía idea de que les gustaba atacar a humanos indefensos —la voz ronca y profunda del chico que se interpuesto entre las sombras y yo, me pone la carne de gallina. Todo su cuerpo irradia tensión y salvajismo; sin embargo, su tono es despreocupado y perezoso.

La respuesta de las sombras viene a manera de siseo. El sonido estático que provocan, retumba en mis oídos y taladra en lo más profundo de mi cabeza. Es como si viniera desde el núcleo de mi cerebro y se expandiera por cada una de mis neuronas.


El tipo de los ojos grises me mira por encima del hombro. La frialdad usual en su mirada ha sido reemplazada por algo diferente. Algo más... aterrador.

Su atención se dirige a la sombra que tiene frente a él y deja escapar un suspiro cargado de fingido pesar.

— ¿De verdad vamos a hacer esto? —El silencio es la única respuesta que recibe y chasquea la lengua—. Bien. Sólo quiero que conste que yo traté de llevar la fiesta en paz.

Un escalofrío recorre mi cuerpo al escuchar la amenaza que tiñe su voz, pero no me paralizo. Me obligo a arrastrarme lo más lejos que puedo de toda esta locura.


De pronto, el dolor estalla en todos lados y ahogo un grito mientras soy embestida con fuerza. Un gruñido retumba en algún lugar cerca de mí, pero la presión en mi costado cede mientras ruedo por el pasto, antes de estrellarme contra la cerca de madera que rodea el jardín. Mi nuca duele al instante y mi visión se nubla por completo.

Un alarido retumba dentro de mi cráneo, pero sé que no me pertenece. No soy yo quien grita. Es una de las sombras.


Me toma unos instantes incorporarme. Mis brazos tiemblan y mi respiración es entrecortada; mi corazón golpea contra mis costillas con tanta intensidad, que duele; mi costado izquierdo arde y mi cabeza parece estar a punto de estallar.

Se siente como si todo pasara a través de un filtro, ya que los sonidos son lejanos y distantes. Me siento mareada y las náuseas han llenado mi boca con salivación.

La parte activa de mi cerebro me grita que debo moverme; sin embargo, mis extremidades no responden.


Poco a poco tomo consciencia de lo que pasa a mí alrededor, y el aturdimiento se diluye conforme pasan los segundos. Entonces, levanto la cabeza y miro en dirección a donde creo que están las sombras y el chico, pero todo ha cambiado de perspectiva.

Él está frente a mí de nuevo. Las figuras se han multiplicado y la neblina previa a la solidificación, invade todo el jardín delantero de la casa de Phil Evans. El tipo de los ojos grises se encuentra aquí, en medio del caos, y luce impasible a simple vista; sin embargo, su pecho sube y baja con su respiración agitada y dificultosa.

El miedo me ha paralizado por completo. No puedo moverme. No puedo apartar la vista. No puedo evitar querer gritar de la angustia y la preocupación.

Mi protector me mira una vez más y aprieta la mandíbula. La vacilación invade su rostro durante un segundo. Pareciera como si tratara de decidir qué hacer. Como si tuviese una decisión importante que hacer y no le hubiesen dado el tiempo suficiente para buscar la mejor opción.

Un par de segundos pasan antes de que tome una inspiración profunda y masculle algo que no soy capaz de entender. Vuelca su atención hacia nuestros atacantes, y entonces, ocurre...

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