Capítulo 1

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— Señorita se sale de mi clase —acusó el profesor de Matemáticas.

— Pero profe, si no estaba haciendo nada malo— responde Mía.

— Ya le dije, se callaba o se salía y usted prefirió seguir hablando, se sale ya de mi clase —dice en definitiva él.

Mía sin otro reproche sale del salón de clases y se quedó parada afuera. Era segunda vez que la sacaban en la semana y por estar hablando en clases. En la mañana Alicia no había podido contarle a Mía, así que en clase de Matemática estaban hablando hasta que el profesor las descubrió.

La media hora paso algo rápida y aburrida, algunos profesores que pasaban cerca de Mía solo la miraban como algo raro. Ella esperó a que saliera Alicia para irse a la cafetería de la escuela. En la mesa donde se sentaban ya estaba Gabriela y Harry.

— ¿Otra vez? —preguntó Gabriela refiriéndose a Mía.

— Otra vez —confirmando.

— ¿Cuándo aprenderás a cerrar la boca en clases? —pregunta está burlándose

— Cuando tu aprendas a cerrar la boca si no te están pidiendo alguna opinión —dice Mía sentándose.

— Ya tranquilas, mejor cuénteme. ¿Qué van hacer esta tarde? —pregunta el rulos.

— Ya saben, lo de siempre —contesta Alicia.

— Yo igual —dice Mía.

— Mía ¿No te da miedo ir a ese cementerio? —dice Harry acomodándose en la banca.

— No, creo que la costumbre de ir ya no me da miedo —contesta con simpleza.

— 'Eres extraña' —dijo él.

— Pues esta extraña puede matarte cuando quiera —sonríe para él.

— Calma bebé, así te amo —responde él y eso causaba mucho en ella, ella amaba que él le digiera ese tipo de cosas.

— A ver tortolos salgamos hoy —propone Gabriela.

— Por mi está bien —levanta la mano Alicia.

— Igual —responde Harry y Mía.

— Entonces me acompañarán a ponerme un tatuaje en la espalda —les informa a los tres.

— Yo también quiero ir —dice Alex llegando a la mesa.

— Alex —reclama Mía.

— Somos amigos Mía, relaja la vena —dice sentándose.

— Está bien, iremos los 5 —dice Alicia.

— Harry ¿No le pedirás permiso a tu dueña? —bromea Gabriela.

— Hoy no —dice tranquilo.

— Que estúpido eres a veces —le lanza una mirada burlona.

Al terminar de hablar, cada uno se va a su salón de clases. El día por fin termina y los 5 se dirigen al centro comercial que está cerca de donde vive Mía.

— Bien, ustedes me esperan aquí —avisa Gabriela cuando ya están adentro del recinto.

— Si —dicen los cuatro.

Mía empieza a percibir olor a sangre, ella desde pequeña le ha gustado drenarse la sangre del labio inferior por dentro, es uno de sus más grandes secretos. Hubo un tiempo en que necesitaba un poco del sabor de su sangre para sentirse bien hasta tuvo que recurrir a un psicólogo quien la ayudo por un tiempo pero no había logrado nada. Al avanzar el tiempo ella tenía ataques con respecto a este problema y su tía no sabía qué hacer, hasta que Mía empezó a ir al cementerio.

El CementerioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora