[🔞] Aclaraciones y visitas inesperadas

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MABEL

—¿Me escuchaste, Mabel? —negué mientras me disponía a sacar comida de la nevera, poniéndola sobre una bandeja.

—Mientras sigas repitiendo que no debí traer a ese chico a la cabaña no escucharé nada de lo que digas.

Cerré la nevera y me di media vuelta, sonriéndole a mi tío quien se encontraba sentado en el comedor. Seguí mi camino rumbo a la habitación donde dejé al "invitado" inesperado de anoche, escuchando el crujir del suelo aumentando mis nervios y mis latidos retumbando en mis oídos.

—Estoy pensando en tu seguridad, calabaza, ni siquiera sabemos si es un criminal o algo parecido —alzó la voz para que pudiera oírlo ya que, debido a la distancia, era un poco difícil.

—Tú eres prácticamente uno y vivimos en paz —solté unas cuentas risas y con cuidado tomé el pomo de la puerta, tratando de girarlo sin tirar nada.

—Yo soy tu familia, sabes a qué me refiero.

Dudé un momento pero aun así entré, encontrándome con el chico sentado en el sofá, mirando algún punto del suelo con la mirada perdida. Carraspeé y, luego de cerrar, me dirigí hacia él.

—¡Hola, soy Mabel! —me miró, sus ojos seguían igual de vacíos—, puede que estés un poco confundido pero seré breve, te encontré inconsciente en el bosque así que te traje a casa, no somos canibales o algo, por si te lo preguntas —reí y dejé la bandeja a su izquierda, sentándome a su derecha.

Nos quedamos en silencio por varios minutos en que ni siquiera tocó la comida, debido a la tranquilidad del momento pude inspeccionar un poco la habitación: había cosas tiradas que antes estaban en su lugar, cortinas rotas y luego vueltas a poner como si intentaran arreglarlas. Al parecer el chico había sido atacado por lobos o solo por por un terrible pánico.

—Soy Wirt —musitó, llamando mi atención. Giré la cabeza hacia él y lo vi pestañear varias veces, me miraba con inmenso cansancio—, tú eres Mabel, ¿cierto?

—Sip, Mabel Pines, 22 años, cumplo 23 en 9 meses —me incliné ligeramente hacia enfrente, apoyando mis manos en la orilla del polvoriento sofá—, ¿y tú?

—Soy Wirt. —volvió la vista al piso sin decir nada más.

—E-Eso ya lo dijiste —mi expresión se volvió incómoda y mi sonrisa un poco tensa. ¿Acaso no planeaba darme más información sobre él? Hasta yo comenzaba a desconfiar un poco y a dudar de mi radar 75% funcional de gente peligrosa–. ¿Qué edad tienes?

—Tengo... —se quedó callado por un momento, como si intentara recordarlo, para después volver a mirarme— En realidad no lo sé, ¿cuántos crees que tengo?

—Tomando en cuenta que nunca antes te había visto por aquí más los cuernos, supondré que eres un lindo joven extranjero —mi sonrisa se ensanchó y me incliné levemente hacia él, batiendo mis pestañas ligeramente—, me gustan los extranjeros.

—Sí, a mí también. —se levantó y se alejó, dejándome ahí sentada con mi mediocre intento de coqueteo.

—¿Y... de donde eres? —me arriesgué a preguntar, dándole unos segundos antes de volver a tomar aire para repetirle la pregunta.

—De lejos –me interrumpió, dando lentos y pesados pasos que hacían crujir la madera del suelo—, muy lejos, más allá de donde cualquiera haya podido ir.

Su andar era elegante, suave, como si flotara sobre el suelo pero al mismo tiempo fuera más pesado que un elefante, me miró y sus ojos me provocaron un escalofrío que me puso la piel de gallina y me sacó una sonrisa enorme. A este me lo garcho en una semana. Me relamí los labios y me incliné un poco más, sin apartar la mirada de la suya, sin quitarle el ojo a ese hermoso cuerpo que tenía desfilando frente a mí.

—¿Hay alguna chica esperándote ahí? —pregunté con dulzura, rogando al cielo que su respuesta fuera negativa.

—No, ya no —soltó con simpleza, restándole importancia. Al parecer no era tan importante como para recordarla con cariño—. Beatriz dejo el mundo de los vivos hace mucho tiempo, ¿siquiera estaba viva cuando la conocí? Es un gran, gran misterio.

Se detuvo, había llegado a una pared luego de recorrer toda la habitación. Mis ojos bajaron como si siguieran la corriente del río que eran sus curvas, varoniles y perfectas, bajando de su espalda a su trasero y subiendo a su rostro, maldiciendo al ver que me había pillado mirándole.

—¿Hay algo en mí cuerpo que le llame la atención, señorita Pines? —tragué en seco y mordí el interior de mi mejilla, su mirada estaba quemándome viva.

—Pu-Pues, ahora que lo mencionas, no puedo apartar la mirada de tus —curvas— ojos y de tu hermoso —trasero— cabello, son realmente lindos.

—Eres... —sus lentos y seductores pasos ahora eran dirigidos hacia mí, acelerando mi corazón y coloreando mis mejillas de rojo carmesí— una persona curiosa, Mabel.

Se inclinó hacia mí, sujetándome de la barbilla con firmeza pero sin lastimarme. Sentía que su tacto me derretía lentamente. Cientos de escalofríos recorrían mi piel, aumentando cada vez que se acercaba, cada vez que su respiración chocaba con la mía, mezclándose hasta que pude sentir sus labios sobre los míos, al menos por unos segundos.

—Somos completos desconocidos y me metes a tu casa —susurró, separándose—, me traes el desayuno vistiendo el escote más bonito que he visto, me miras con tal intensidad que no puedo evitar sentir que tus ojos me queman, para luego simplemente ofrecerte a mí con una sola palabra. Lindo, crees que soy lindo.

—Ajá, ajá, sí —balbuceé, embobada por el permanente sabor de sus labios.

—No sabes nada de mí.

—Mejor así, ¿no lo crees?

Y no tuve que decir nada más, inmediatamente me sujetó de los muslos y me acorraló contra el respaldo del sofá, devorando mis labios y restregando su cuerpo contra el mío, en una sucia danza pasional llamada engaño, una dulce distracción de mi aburrida vida diaria, dejando a la dulce, pura y virginal Mabel Pines en Piedmont para soltarme a una noche llena de locuras en los brazos de mi nuevo Romeo. Porque Rapunzel también necesita un príncipe cuando el suyo no está cerca.

Locura Pura (Bad End Friends)  Where stories live. Discover now