Cap 31

22 7 0
                                    

Deborah salió del baño sujetando con firmeza la toalla y con la resolución de no seguir llorando. Mientras se duchaba, las lágrimas amargas habían comenzando a deslizarse por sus mejillas sin que ella pudiera hacer nada por evitarlo. Los recuerdos la habían invadido implacables, la memoria de saber que, indirectamente, era la culpable de la muerte de su hermano...

-¡Oh Nate!- exclama Deborah con voz ahogada secándose los ojos a manotazos. Todavía no podía creer que estuviera muerto. Su hermano mellizo, asesinado por un ángel de la muerte. Jamás pensó que sería posible que Nate se dejara vencer por sus Llamados. Él siempre había tenido una gran fuerza de voluntad y que hubiera sucumbido a sus Llamados...

Deborah negó con la cabeza furiosa consigo misma. No podía perderse en los recuerdos. Está bien llorar en la ducha y en sueños, ella no era de piedra y necesitaba desahogarse, pero la vida sigue y debía intentar regresar a la poca paz en la que había vivido los últimos años...

Entonces ella levanta la vista y suelta un grito de terror y sorpresa. Apretó con fuerza la toalla evitando que se resbalara por su cuerpo dejándola desnuda ante el intruso y miró al doctor Robert Rhionnon con desagrado.

-¿Qué haces aquí? ¿No sabes que existe un timbre para que yo sepa que alguien va a entrar en mi casa?- le espeta Deborah al doctor con irritación.

-Debbie, no es momento...- comienza a decir él mirándola con desesperación. Deborah levantó la mano para hacerlo callar.

-Primero, has entrado a mi casa sin permiso...

-Pero...

-Y segundo, no voy a hablar con un compañero de trabajo estando desnuda- afirma Deborah con firmeza. Robert Rhionnon negó con la cabeza derrotado y se dirigió a la puerta. Salió por ella y Deborah cerró de un portazo. La irritaba el hecho de que ese hombre tan guapo la desarmara de aquella manera y que, además, hubiera entrado en su casa sin avisar.

Deborah decidió que podía echarle la bronca después, una vez que estuviera vestida; por lo que comenzó a revolver en su armario hasta que encontró unos cómodos vaqueros. Se calzó unas botas planas y una camiseta, se secó el pelo precariamente con una toalla y salió de la habitación sintiéndose más segura de sí misma.

-Bien, ahora quiero que me explique por qué vienes a molestarme cuando te dije claramente que ya no quería tener nada que ver con el caso y las investigaciones y demás- espeta Deborah seriamente entrando en la habitación diminuta en donde tenía la lavadora. Ella lanzó la toalla al cesto de la ropa sucia y se dirigió a la cocina a servirse un café.

-¿Quieres un poco?- le pregunta a Robert y él niega con la cabeza, sentado en el sofá frente al televisor.

-Debbie, necesito que me hagas un favor- dice Robert y Deborah lo mira desconcertada.

-Espera un segundo, no quiero verme aún más envuelta en todo esto del maldito caso de las muertes misteriosas, así que si quieres que investigue a un nuevo muerto, vete al diablo- dice Deborah sentándose frente a él en la mesa de centro.

-Quiero que hables con mi hijo y que le digas que su madre fue secuestrada- dice Robert y ella lo mira con el ceño fruncido. ¿De qué demonios estaba hablando? ¿Por qué tenía que contarle ella al crío que su madre estaba en manos de unos psicópatas sobrenaturales que no tenían ninguna oportunidad de vencer? Tampoco tenía ninguna gana de comentarle al chico que era muy posible que su madre ya no estuviera con vida.

-¿Por qué no se lo dices tú?- espeta Deborah irritada.

-Porque...

-No me vengas a decir que no sabes cómo hacerlo- espeta Deborah.

Conspiración (Crónicas del Nigromante 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora