Capítulo 10. Tu amiga la loca

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Convencerlo le costó a Carol un favor pendiente. Todavía no sabía cuál, pero le prometió al porteño que le haría un favor a cambio de que no avisara a su amiga de que estaban de camino. Quería pillar a Marta infraganti con su ligue. Según ella, le serviría de escarmiento para no callarse la próxima vez que conociera a alguien.

Durante el trayecto recordó que su hermano la había llamado varias veces. Sabía que todavía tardarían un rato en llegar, así que decidió devolverle la llamada. Gael estaba concentrado en la carretera.

―Hola cabezón ―Gael la miró extrañado y Carol disimuló.

―¡Por fin! ¿Dónde te habías metido?

―Qué dramático eres. Ya no soy una niña, ¿recuerdas?

―Para mí sí. ¿Por qué no me respondías?

―No sé. Estaba sin cobertura.

―¿Sin cobertura? ¿En la ciudad? Ponme otra excusa, anda.

―No estoy en la ciudad, listillo.

―A esta hora deberías estar saliendo del trabajo, y que yo sepa trabajas en la ciudad.

Todavía no le había contado a nadie que la habían despedido, y ese no era el momento. Estaba pasando un día estupendo como para amargarlo recordándolo. Decidió obviarlo.

―Me han dado libre y he salido ―Gael la miró de reojo, captó la mentira.

―¿Adónde?

―¿Estás muy preguntón, no?

―Joder, Carol, llevo dos días llamándote y no me contestas. Me preocupo ―su tono de voz era preocupado de verdad.

―Me vine a la playa ―le sonrió a Gael―, para desconectar.

―¿Bruno te llevó a la playa? Joder, sí que ha cambiado. Dale saludos. Hace mucho que no sé de él, a ver cuándo nos vamos de cañas.

Carolina bajó la mirada. Gael observó su reacción por el rabillo del ojo. La sonrisa de Javi se intuía a través del hilo telefónico; Bruno y él se llevaban muy bien. Ambos eran futboleros y del mismo equipo de fútbol, el Real Madrid. Cuando estaban cerca, quedaban y se iban a ver los partidos juntos. «Entre cuñados nos entendemos», solían decir. Marta se llevaba igual de mal con los dos, y para colmo ella era culé. Para llevarles la contraria a los dos hombres, Carolina siempre se ponía del lado de su amiga y le mostraba apoyo al Barça, aunque su interés por el fútbol era realmente nulo. Pero las discusiones eran divertidas, al menos para ella, para su hermano y Marta no tanto; siempre terminaban gritándose, y Carol muerta de risa con sus insultos.

Si anteriormente había obviado el dato de que estaba sin trabajo, su ruptura con Bruno no iba a ser menos. No tenía ganas de escuchar sus preguntas ahora, y menos de oír cómo su hermano iba a defender al imbécil de su ex.

―No, no me trajo ―respondió drástica, y Gael la miró.

―¿Entonces? ¿Te has ido sola? Eso es peligroso.

―Eres un paranoico. No he ido sola ―sus ojos viajaron al encuentro de los de Gael, que le devolvió una sonrisa―. Basta, Javi. ¿A qué viene el interrogatorio?

―Ya te lo dije. Llevo varios días sin saber de ti. ¿No puede un hombre preocuparse por su hermana pequeña?

―Es que hoy estás superando tus propios límites.

―Me preocupé en serio. La próxima vez devuélveme las llamadas, por favor. No quiero tener que volver a llamar a la loca de tu amiga otra vez.

Carolina no pudo evitar reírse y captó la atención de Gael, que al verla reír sonrió con ella. Recordó el mensaje que había recibido esa mañana.

Nunca es suficienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora