Tercera Llamada

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Con la elegancia, extravagancia y arrogancia de un cuervo, bajó del taxi, acomodó su corbata e hizo sonar la suela de sus finos zapatos de acabado charol sobre el pavimento, le dedicó una sonrisa a el conductor, de esas que desaparecen sus labios y un pequeño hoyuelo se formaba al costado de su sonrisa. Tomó su celular y en cuanto el taxi se marchó comenzó a marcar un número tan familiar en su mente y dedos que con velocidad ya lo tenía sobre su oreja.

—¿Hola? —Su voz, su dulce e ilusionada voz le parecía lo más tierno.

—Hey Pino, siempre he tenido curiosidad de tu dirección. —Con un tono natural y despreocupado, cuestionó en busca de información más certera.

—¿Mi dirección? ¿Por qué?

—Es que aquí en Rusia son muy chistosos los nombres de las calles... Sólo quería ver si en todos lados del mundo sucede esta misma estupidez o es obra de Rusia.

—Oh ya veo... Aquí es igual, de hecho mi calle tiene un nombre bastante extraño —Prosiguió Dipper, dando el nombre de su calle, o bien la que quedaba cerca de su hogar mientras que el rubio, con atención, apuntaba dicho nombre sobre un cuadernillo de tamaño pequeño.

—¿Hola?

—¿Qué?

—Se está... Cort... —Fingió para segundos después colgar con la finalidad de que su actuación hubiese sido lo más creíble posible.

Su vista se situó en el siguiente taxi que llegó tras el suyo de donde un par de hombres más bajó con maletas en mano y expresiones duras, todos vestían color negro, como si se tratara de un funeral.

—Oh Gravity Falls, es lindo pero no tanto como Moscú —Dijo el rubio mientras se quitaba su sombrero de copa, ese que le daba un aspecto a gánster que sin duda alguna le quedaba a la perfección.

—Señor Bill, esperamos sus órdenes con paciencia ¿Qué haremos? —Habló uno de sus acompañantes, un hombre alto de voz rasposa debido a el exceso de ingerir tabaco en sus pulmones.

—Oh vaya, vaya, vaya. Nos quedaremos unos días aquí, agarraremos una que otra mercancía americana, saben, no hay de estas en Rusia —Dijo con tono burlón, mofándose de su plan. —Veremos cuántas vendemos, con cuales nos quedamos y cuáles son mejor en venta de órganos, en cuanto a mí —Haciendo una pausa, aclaró su voz. —Vine por mi propia mercancía.

El plan era sencillo, después de dos meses de investigación a esa persona en concreto, se podía decir que ya estaba todo hecho, Dipper era un adolescente bastante enamoradizo y torpe, la presa perfecta para un tipo como él, sin duda alguna. Ya tenía pensada incluso la tortura, la extorsión, el secuestro. Su obsesión había sido grande, demasiado, lo suficiente para desear a alguien en concreto.

Lo iba a destrozar, hacerle sufrir, llorar, agonizar, y se regocijaría con eso porque era lo que más disfrutaba en su maldita y miserable vida. Hacer imposible las vidas ajenas, era un gaje del oficio dispuesto a generarle placer.

Sólo Un MensajeWhere stories live. Discover now