Capítulo 2

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El resto de la tarde pasó en forma tranquila. Me enteré de detalles en los que no había pensado antes, como en la fecha. Era sábado. Había estado retorciéndome de dolor por cuatro días. Acordarme me dio horror.

Esme propuso jugar Scrabble, pero Alice y Jasper pusieron malas caras y Alice argumentó que no le gustaba jugar Scrabble en español. Escaparon al segundo piso y por el ruido que sentí supe que lo que debía ser su dormitorio estaba en el mismo pasillo que mi dormitorio. Tampoco pude dejar de darme cuenta (por los ruidos) de que estaban teniendo sexo. No sabía para dónde mirar, incómoda.

Carlisle, que se había sentado con Esme y conmigo para jugar, me miró y sonrió al ver mi incomodidad.

-El excelente oído de los vampiros tiene sus desventajas -me explicó-. Ya te acostumbrarás. En un tiempo más ya ni siquiera pensarás en ello.

Lo que me recordó que, por mi edad, tal vez nunca haría el amor con nadie.

Al principio pensé que jugar Scrabble con gente que no tenía el castellano como lengua materna sería una ventaja para mí. Lamentablemente, no fue así. Esme y Carlisle tenían un vocabulario muy extenso. Parecía que se hubieran memorizado una enciclopedia. Cuando Carlisle puso la palabra "panarra" (atravesando la N de la palabra "lona" que yo había puesto) lo acusé de estársela inventando. Pero se paró, desapareció unos segundos, y volvió con un grueso diccionario. Al ver el lomo, me di cuenta de que ni siquiera era un diccionario. Era el tomo de un diccionario. En una fracción de segundo había encontrado la dichosa palabra y leyó en voz alta: "Panarra: hombre simple, tonto".

Y, para completar mi humillación, me mostró el diccionario abierto en la página en cuestión. Con mi nueva vista vampírica vi en una fracción de segundo que tenía razón.

-Ok -admití derrotada-. No volveré a dudar de usted.

Carlisle se estiró en su silla para dejar el tomo en una mesita lateral. A mano. Para volver a humillarme, seguramente, si surgía la oportunidad. Me volví a sentir algo deprimida.

-¿Hablas inglés? -Me preguntó Esme. Creo que intentaba cambiar de tema.

-No -gruñí, de pronto sin ganas de seguir jugando. En mi escuela no enseñaban otros idiomas, salvo una canción en mapudungún que me tuve que aprender cuando estaba en segundo.

Deseé estar lejos de esa gente. Deseé estar jugando con mi hermana, que era menor que yo, a la que le podía ganar casi siempre en todos los juegos (salvo el memorice y la escondida). Al recordar que tal vez no la volvería a ver nunca sentí otra vez ganas de llorar.

En menos de un segundo Esme estaba junto a mí, abrazándome.

-Tesoro, no llores. No tienes por qué saber.

-No es eso -le dije, con más dureza de la que se merecía. Me sentí culpable cuando me soltó con cara de disculpa-. Extraño a mi hermana -expliqué mirando mis rodillas-. Recordé cuando jugábamos. Recordé que se supone que no la puedo volver a ver. Y... Y...

No pude seguir. Sentí la necesidad de inspirar profundamente y llenarme de aire, a pesar de no necesitar respirar. Absurdo.

En mi visión periférica vi que Esme y Carlisle se miraron brevemente. Luego Carlisle me tomó una mano. Lo miré.

-Imaginamos la pena que sientes -me dijo con tono compasivo-. Todos nosotros tuvimos que dejar de ver a nuestras familias. La mayoría de los de nuestra especie mata a sus seres queridos, porque al acercarse son incapaces de controlar la sed. Luego se sienten todavía peor. Y pronto pierden toda la humanidad que les quedaba. Nosotros no dejaremos que eso te ocurra.

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